viernes, 5 de abril de 2013

Can You Feel My Heart?.



Sysack: Oliver Sykes & Andy Biersack.


Di un suspiro fuerte y levante la mirada.
Cada vez faltaba menos para que llegara a mi nuevo colegio. La idea de ser nuevo en cualquier lugar –Ahora se trataba de la escuela– me aterraba. Solía ser el blanco fácil de todos los brabucones de cada calle, ciudad y colegios. A donde quiera que fuera todos me golpeaban y escupían en el rostro por el simple hecho de ser quien y como soy. ¿Desde a cuando las personas les importaba un poco de ti? ¡Nunca! Pero es claro, cuando eres diferente a los demás ellos buscan joderte hasta la célula más pequeña de tu cuerpo. Y eso era lo que pasaba conmigo desgraciadamente. Solían llamarme “Puta” por los pantalones ajustados que siempre solía llevar conmigo y por ser demasiado exigente con mi marca de ropa. ¿Pero a alguien le importaba? ¡No! Siempre y cuando fuera alguien normal para el planeta y era obvio que para ellos era un bicho raro, un insecto. Cuando caminaba por los pasillos de lo que antes era mi antiguo colegio, solían tocarme el trasero seguido de un gemido de placer para “provocarme”, odiaba sus manos en mi cuerpo, pero no podía hacer nada, era la “princesita” y apenas y podía responder cuando alguien me intimidaba de más. ¿Pero acaso alguien se preocupo por mis sentimientos? ¡No! Nadie se preguntaba que era lo que pensaba, que era no que sentía, si era feliz, si era triste, si me sentía acosado o no. A nadie le interesó ni un poco lo que pasaba por mi cerebro. Y bueno, claro, el hecho de tener algo de flequillo en mi frente me hacía una completa diva ante todos. ¡Muéranse hijos de perra!
Adoro mis pantalones y camisas de marca –Solo la especial, mi favorita, la única– adoro mi sensualidad y mis sentimientos, adoro mi cabello, mi caminar como diva, adoro mis ojos, mi piel, mi color, adoro mi manera de hablar, mis tatuajes en la piel. Si algo aprendí de mis padres era; “Si vas a ser alguien, se él mejor”.
Al menos por ahora puedo sonreír lo suficiente para cuando mis padres me preguntan '¿Cómo te fue Oliver?' Yo pudiera contestar con una sonrisa y un 'Excelente'
Pero… yo no estaba bien, no era feliz, no estaba satisfecho con mi vida hasta ahora; por mí a la mierda todo, dejaría de estudiar si por mí se tratase, pero no, mis padres querían la mejor educación para mí y claramente yo no “quería”; bueno, más bien no debía decepcionarlos, no de nuevo. Desde que pude o más bien, desde que tuve el valor de poder decirles en la cara '–Padre, madre, me gusta un chico, lamento decepcionarlos, soy gay–' se cabrearon demasiado conmigo, lo recuerdo… pero que absurdo.
Suspiré de nuevo con bastante fuerza esta vez propinando que de mi garganta saliera una estruendosa tos provocando que mis padres voltearan la mirada hacia la parte trasera del auto. Lo único que quería hacer era molestarlos un poco. Las manos comenzaban a sudarme en cuando pude ver el edificio a lo lejos.
–Oliver... – Habló mi padre. – No quiero más llamadas, ¿Escuchaste? Más llamadas avisándome sobre peleas, desastres, rasguños… y acosos.
–Yo no acoso a nadie, joder– Susurré entre dientes.
–Cariño… Se buen chico– Sonrió mi madre con un poco de melancolía en la voz. Me daba cólera el escucharla hablar así. Rodeé los ojos.
–Es mi primer día en este colegio, no debería estar perdiendo el tiempo– Solté y abrí la puerta del auto bajándome tan rápido como pude y los deje con la palabra en la boca.
Realmente no tenia ánimos de que me dieran una plática motivacional, como lo hacían los demás padres a sus respectivos hijos, podía verlo desde mi punto, estaba parado a mitad de la acera con el bolso colgado a travesando mi cuerpo. Escuchaba algunas palabras de motivación, demasiada motivación, eso era enfermizo para mi, pero había algo de lo que yo estaba seguro; algunos de ellos estaban en la misma o algo parecida situación a la mía. No dudo que sus padres los controlen, que tengan su vida planeada, que escojan su ropa y perfume, que tal vez les obliguen a comer mierda y media para adelgazar, que tal vez sus padres planeen su futuro, su carrera y tal vez las parejas con las que se casarían. Por suerte yo podía –Al menos– Elegir eso ultimo, no era algo de lo que me sintiera orgulloso, pero con eso podía estar tranquilo. ¿Pero alguna vez… Yo… Yo me había detenido a pensar…? ¿Pensar sobre mi vida amorosa? Nunca había besado, nunca había estado con alguien… ¡Nunca había tenido un novio! Y no es que yo no quisiera alguno pues recuerdo perfectamente como unos años atrás; llegaba de la escuela y lo primero que hacía era mezclarme entre las sabanas de mi cama, acurrucarme junto con mi almohada, morderla y comenzar a llorar.
Me gustaba Jeremy McKinnon. Pero jamás pude decírselo. Soy como una chica, como una jodida chica frágil a la que pudieran patearle el trasero cuantas veces quisieran… Él lo hacía y yo… seguía ahí… siguiéndole y admirándole. Amándole en secreto. El me molestaba, me golpeaba y me escupía en el rostro. Pero jamás me enojaba, jamás lloraba, al contrarío, con él no importaba lo que me hiciera, con tal de que sus ojos estuvieran sobre mí al igual que sus palabras y sus manos.
Mis ojos parpadeaban lentamente, como si les diera pereza ver todo eso, y bueno, en realidad si, les daba pereza.
Me aburría el panorama, el primer día de clases siempre era aburrido, eran aproximadamente las 7:00 am y yo en vez de estar durmiendo como un rey estaba esperando a que las puertas de ese asqueroso instituto se abrieran como por arte de magia. Baje la mirada y sentí mi cabello cubrirme un poco el ojo izquierdo. Tiré de aquella punta hacia abajo pues sentía que con algún movimiento más me picaría el ojo.
Cerré los ojos y volví a suspirar fuerte.
Y las puertas comenzaron a ser empujadas por un vejete algo bajo, mi pie comenzó a saltar en su lugar mientras que veía como todos –Padres e Hijos– se despedían como si fuera la última vez que fueran a verse la puta jeta.
Cuando estas estuvieron completamente abiertas mis piernas se tambalearon en mi lugar, sentí que caería pero no comenzaría en una nueva escuela haciendo un mega-oso. Necesitaba buena reputación. Tal vez.
Camine mirando el lugar; tenía unos cuantos arboles, “su hermosa área verde”, junto a la súper ganga de “Tu primera inscripción es gratis” como decía en el folleto para que corrieras a inscribirte.
Era muy limpio, o eso parecía; habían demasiados escalones, muy cansado para mi, odiaba subirlos, era algo fatigoso; apenas iba en el 6º escalón y podía jurar que el bofe se me salía de la boca como si de caminar en el desierto se tratase. Estaba a punto de comenzar a sostenerme de la pared, algo ridículo, sí, prefería eso que comenzar a gatear en el suelo que no es por víbora pero parecía de tiempo sin barrer. Me estaba cansando, además ni siquiera había desayunado, entonces muchas fuerzas no tenia. Cuando ya no pude más me detuve y al poco rato escuché el timbre sonar.
–¡Pero que mierda! ¡Acaban de abrir el instituto!–. Grité molesto. Solté un suspiro y sentí marearme un poco.
–Acostúmbrate, honey.
Pegué un salto del susto y cuando reaccioné en mí, preste atención a lo que había sucedido, una voz tan grave, tan gruesa y a la vez sensual se había pegado a mi oído. Lo sentí tan cerca de mí que también escuchaba su respiración tan tranquila. Susurro dos palabras y basto para que en mi estómago sintiera una jungla. Jamás se habían pegado de tan forma a mi oído a susurrarme aunque sea un “follame, golfa”.
Voltee y lo miré, tenía una clara expresión de sueño… igual que todos en este puto lugar. Sus ojos parpadeaban más lento que los míos, era un chiquillo… mucho más chico que yo, unos tres o cuatro años quizá. Su mirada cielo me mostraba tranquilidad. Estaba serio hasta que noto la tención en mi cuerpo y soltó una ligera sonrisa dejándome ver su perfecta y blanca dentadura al momento en el que levantaba sus hombros.
¿Y yo? Seguía perdido, tenía aún mi cara de póker, no entendía. ¿Por qué él? ¿Por qué yo?
–Vaya, no creí asustarte. Lo siento–
Dicho esto me rebasó y aceleró su paso. Observe su figura alejarse; parpadeé un par de veces y sacudí mi cabeza.
–¡Oye! ¡Espera! – Reaccioné de momento.
Comencé a correr tras él gritándole sin éxito, no sé si él era muy rápido o yo un estúpido que se quedo en babilonia un buen rato. No lo alcance. No lo logré.
Bufé molesto y seguí mi camino normal, ningún aula tenía el semestre el cual era.
–Maldición de todas las maldiciones malditas.
Me quedé parado en medio del pasillo hojeando el reglamento una y otra vez, y no lo estaba leyendo, oh no señores, estaba realmente nervioso, me sentía estúpido al estar ahí parado por lo que me propuse a desviar mi vista y mente a otras cosas.
No tardo mucho para que un adulto –Prefecto quizás– pasara delante de mí.
–¡Gracias dios mío!–. Suspire y tomé valor caminando hacia él con un comportamiento interesante para que no pudiera lograr intimidarme. –Disculpe ¿Sabe donde se encuentra el salón quinientos uno de filosofía?– Pregunté por fin.
–Justo enfrente de ti–. Señalo con su dedo índice algo discreto la puerta que estaba justo enfrente de nosotros.
–Gracias–.¬ Sonreí y camine sin voltearlo a ver.
Entre observando un alrededor de cinco personas que platicaban a gusto sobre sus bancos.
–Actúa normal, actúa normal, actúa normal–. Dije entre dientes.
–¡Uno nuevo!–. Chilló una chica que estaba por ahí.
Todos –los cinco– Se giraron a verme y lo único que pude hacer fue agachar aún más mi cabeza. Me sentí avergonzado. Y es que todos eran completamente diferentes a lo que era el anterior, me sentí estúpido al llevar maquillaje –un poco solamente– y pantalones ajustados con una musculosa con el sello de marca de ropa casi cubriéndola por completo. Sentí sus miradas y como comenzaban a viborearme al paso al que iba paseándome por las bancas para encontrar una vacía. Pretendía llegar a ellos y sentarme cerca, entablar una conversación pero vi a alguien que en mi vida creí volverlo a encontrar.
McKinnon. Joder, ¿No podía acaso desaparecer de mi vida ahora?
Vaya manera de iniciar un semestre en una nueva escuela. Tenía que ser Oliver Scott Sykes.
–Hey chico– Hablo una chiquilla junto a la de la voz chillona.
Levante la vista y observe como me miraron apretando los dientes y aguantando el aire en sus cachetes.
–No quería decirlo tan pronto pero… Creo que es una princesa– Se burlo el primero.
–¡Es princesa, como la otra princesa! ¡Serán dos princesas! – Gritaron más mientras se soltaban a reír.
¿Quién mierda era la otra princesa? Mierda… Y ni siquiera podía hacer algo. ¡Hora de sacar mi plan B! Caminé ignorando a todos. Sí, ignorar era el mejor plan que tenía hasta entonces.
Tome un banco de casi hasta el fondo y coloque el bolso en el suelo casi dejándolo caer malhumorado e hice que mi trasero chocara contra el banco hundiéndome en él.
Coloque ambos brazos sobre la pequeña mesa-escritorio enfrente de mí y hundí en entre estos mi rostro.
No podía ser verdad.
¿Por qué me pasan estas cosas?
Trágame tierra, trágame ahora por favor. Quería llorar pero no, no lo haría, que horror. No soy débil. Sentí unas cuantas personas más sentarse a mí alrededor y un aroma varonil me invadió por completo mis pulmones.
–Hola.
Levante la vista sorprendido, tal vez emocionado y giré a todos lados buscando aquella voz tan gruesa y hermosa que ya me había hablado antes. Y eso me emocionaba.
–Ah… Hola– Respondí cuando encontré de donde provenía esa cálida melodía.
–No sabía que venías aquí. A este semestre para ser exacto.
–Nunca sabes que sorpresas tendrás a lo largo del día–. Solté como indirecta refiriéndome esta vez a la gran sorpresa que me lleve con él en las escaleras. Noté el color rojizo en sus mejillas y me dieron ganas de pasar mi lengua por cada una de ellas.
–Soy Andy.- Dijo extendiendo la mano. Le miré algo desorientado, me costaba dudar un poco en él pero al final la tomé.
–Oliver–. Sonreí.
–Espero te acostumbres a lo que se viene– Rodó los ojos y se acomodó en su banco mientras sacaba una libreta y unas cuantas plumas.
Sabía que se refería a los comentarios y no me tarde en descifrar en que él era la otra princesita.
¡Genial!
Volví a sonreír en sentido victorioso y él por inercia hizo lo mismo y noté como se sonrojaba al sentir mi mirada. Y no una mirada de: “Oh dios, esa persona será mi gran amigo” No, más bien una mirada de algo como: “Eres la persona más hermosa que he visto pisar este planeta” y era exactamente lo que pasaba por mi mente y quería decirle. Pero él ya lo sabía.
El simple hecho de mirarlo ahí como una sexy colegiala me revolvía el estomago. Su cabello largo color negro. Sus ojos azules y profundos. Esos labios carnosos con su sexy piercing en el labio inferior. Su piel tan suave y blanca.
Era como la puta perfección con patas ¡cabrón!
Y entonces agradecí que mis padres encontraran esta escuela.

                                                                            *

Tomaba los apuntes de la clase como loco, y es que el mayor dictaba demasiado rápido y yo era algo torpe con los lapiceros de colores que el desgraciado nos había obligado a comprar para “distinguir algunos textos”. Puto profe. Apuntes en el pintarrón y las palabras del viejo barbudo y bigotón enfrente de mí y aturdían.
Suspiré con fuerza y me tranquilice un poco.
Comencé a copiar las palabras escritas con plumón azul pero apenas y pude escribir el titulo pues el maestro dejo de leer y comentar y borro todo lo que estaba escrito.
–¡Por la puta!– Dije entre dientes. Y me deje caer hacia el respaldo de la silla.
–Bien, realizaran un trabajo en parejas…– Y ni bien dejé de escuchar al profesor, porque al momento de que mencionara “Parejas” sentí dos toques en mi hombro. Y era él. Lo sentía y lo sabía porque desde el primer día se había sentado ahí. Y no se había movido por nada. No me había dejado solo a mí. Sonreí, cerré los ojos. Suspiré y me giré hacía él.
–¿Después de la escuela?–. Preguntó jugueteando con sus dedos.
–Por supuesto–. Sonreí y asentí al mismo tiempo que él mientras levantaba sus brazos. Niño estúpido.
–¡En mi casa! Mis padres salieron y ahora no hay nadie. – Agachó la mirada y observe como se mordía el labio.
¿Qué me insinuaba? Comenzaba temblar ¿Quería estar conmigo? ¿A solas?
Sí, eso quería lo notaba en su mirada.
Salimos de la escuela y caminamos lo más tranquilo y relajados. No teníamos prisa, o al menos no por ahora. Mantenía mi vista al frente y cargaba los libros en mi bolso atravesado por mi cuerpo. Mientras que él ocupaba una de colgar en la espalda. Me reusaba al voltear, si lo hacía me perdería en su perfecto perfil juvenil y caería de hocico al suelto rompiéndome toda la jeta por su estupenda perfección.
Y entonces quedaría como él imbécil más imbécil de todo el puto mundo.
Así que seguí firme en mi decisión de no voltear y seguir a paso lento hasta su casa.
Desde que llegamos a su casa no había dejado de ser demasiado atento conmigo. Y eso que no era la primera vez que entraba. Al tercer día de conocernos corrió a presentarme con sus padres. Pero como siempre me distraía, me quedaba boquiabierto. Tal vez sus padres eran una clase obsesivos limpiadores. Su casa siempre era el lugar más limpio que mis pies pudieran pisar alguna vez.
Estaba sentado con el libro que debíamos leer y exponer ante la clase pero no podía concentrarme ni un poquito. Estaba observando a todos lados, estaba en su casa, estaba con él. De alguna forma me gustaba estar con él.
Desde el primer día que pisé esa estúpida escuela lo conocí; desde el primer día que pisé esa maravillosa escuela no nos hemos separado ni un poco.
Ahora es mi mejor amigo.
Y tal vez pueda serlo más.
–¿Ya has leído este libro? – Pregunté curioso ya que se veía bastante usado y la pasta se estaba cayendo a pedazos grandes.
–No, mamá es quien lo lee, yo no–. Escuché su risa. Y me imaginé su rostro sonriendo con esos ojos azules mezclados con la fina sonrisa que sus dientes podían regalarme. –¿Sabes?–. Se acerco a mí después de ir por un par de vasos a la cocina haciéndome apartar mi vista de aquellas paredes, pisos y objetos demasiado impecables para mí.
–¿Qué cosa? – Lo miré y observe como hundía el sillón de cuero justo… demasiado junto a mí. Casi sentía el rozar de nuestras piernas.
Y comencé a ponerme nervioso y las manos comenzaron a sudarme.
–Nunca había apreciado con clareza ese tatuaje de ahí–. Con su dedo aparto el cuello de la camisa del colegio y señalo la rosa en mi piel y sonrío tan tontamente que me dieron ganas de estrujarle los cachetes hasta que suplicara que los soltara por que le dolía.
–¿Sí? Creí que hacía dos semanas lo habías visto–. Me alcé de hombros.
–Bueno, en realidad sí.- Quito su dedo y se torno serio, cosa que a mí me extraño bastante. –Lo siento.
–¿Qué? ¿Qué sientes?–. Suspiré con fuerza y me giré hacia él.
–El que… bueno… es que yo…– tartamudeo y se mordió el labio inferior.
–¿Tú…?– Callé y espere respuesta.
Se giro un momento agachando la cabeza dejando que su largo cabello tapara su rostro y solo pudiera ver la punta de su fina nariz blanca.
Y fue ahora en ese momento en el que mi cerebro me preguntó.
¿Qué pasa con tus sentimientos Oliver?
Y es cierto ¿Qué mierda pasaba con ellos? No lo sabía, ni yo sabía que puta mierda pasaba por mi cerebro.
Soy un inútil.
Baje la vista al libro que leíamos y pude leer una párrafo que me hizo reaccionar a todo lo que venía a continuación.
––No sabía como acercármele, como abrazarla, como robarle un beso, sólo pude… mentir sobre aquel collar tan hermoso que traía en el cuello aunque yo ya lo había visto millones de veces antes.––
Levante la vista y me encontré con el rostro de Andy tan cerca de mí. Demasiado cerca. Sentía su respiración chocar contra mis labios.
Cerré el libro sin mirarlo y lo deje caer al suelo, no podía moverme, él se acercaba cada vez un centímetro más. No podía quitar mi ojos de los suyos; los suyos que recorrían cada parte de mi rostro. Puso su mano en mi espalda haciendo que yo me acercara a él. Y no me negué. Tenía ganas. Sí. Muchas ganas.
Sus labios chocaron con el mío y en un ligero movimiento se permitió la entrada de nuestras bocas. Ambas encajaban a la perfección. Cerré los ojos y lo tome de la nuca con mi mano acercándolo a mí. Me sentía… bien, me sentía muy bien al estar ahí con él, sus besos, sus caricias tan dulces y apasionadas al mismo tiempo me estaban apretando el pantalón. Estaba enloqueciendo.
O quizás me estaba enamorando. No. Yo estaba enamorado desde que me hablo por primera vez, aquella vez en las escaleras.
Sentí su mano colarse por debajo de mi camisa de colegiala y su tacto era frio. Solté un gemido y el soltó una risita mientras que con algo de desesperación estrujaba mi cabello con una mano para acercarme más a él.
–Oliver– Jadeo un poco y abrió los ojos después del beso con algo de debilidad y me miro cociendo una hermosa sonrisa. –Bésame Oliver, bésame y no dejes de besarme–
¡Oh mierda! Con gusto lo hago chiquillo estúpido.
–¿A caso me deseas? –. Pregunte con algo de idiotez en mi voz mirándole todo el rostro, atrapando sus ojos azules y esperando una respuesta positiva, porque al menos yo si lo deseo.
–¿Es muy obvio?–. Preguntó sonrojado.
Lo tomé de los cabellos y lo acerque a mí violentamente, moviendo nuestros labios a la par. Él sabor era intenso, sus labios tenían algo adicto que no me hacia querer dejarlos. Comencé a montarme sobre él recostándolo a lo largo del sillón de cuero color negro que tenía en el Living de su casa.
–Andy, estas caliente–. Reí y descendí de sus labios.
–Hazme tuyo Oliver, necesito que me folles– Suplico apretando mis hombros con sus brazos mientras besaba su cuello y como lo desee desde antes, lamiendo sus mejillas rosadas y húmedas.
Casi con desesperación arranque su camisa de colegiala y la baje por ambos brazos al mismo tiempo. Sentí su respirar en mi cuello. Y baje mis manos directo y sin más preámbulos a la hebilla de su pantalón, lo desabotoné tardándome un poco pero con desesperación lo abrí e introduje mi mano dentro de sus bóxers.
Sentí su dura erección contra mi mano frotándose. Y los jadeos de Andy en mi cuello provocándome más excitación. Más de la que ya cargaba.
–¿Te importaría besarme? – Le dije algo desesperado.
–¿Te importaría quitarte la ropa? – Dijo descaradamente entre jadeos.
Me aleje un poco de él sacando mi mano del interior de sus bóxers y tire de mi camisa algo desarreglada por la situación. Él tomo la hebilla de mi cinturón y tiro de este provocando que un poco de mis pantalones reventara. Sin importarle siguió entreteniéndose con ellos.
Bajo por completo mi ropa, y termine de arrancar lo que sobraba de la suya con algo de desesperación.
–El ardiente Oli–. Se burló– Así te llamaré ahora.
–Cállate quieres– tome su barbilla con fuerza y acomode sobre él.
–Oh, no, tu no me mandas– Sonrió con malicia y de un momento a otro cuando reaccione me encontraba abajo del él siendo su prisionero.
Tomo ambas muñecas y las sujeto con una mano por arriba de mi cabeza. Hizo un camino de besos y saliva por cada tatuaje de mi piel mientras que acariciaba parte de mis piernas y subía a mi pelvis rodeándome aquella zona sensible y con una gran erección que sabía no tardaría en comenzar a doler.
Ahora fue él quien adentro su mano haciéndome una buena paja. Me mordí el labio al sentir que podría tener el primer orgasmo sin haber estado dentro de él.
Era increíble joder.
Estaba tocando el puto cielo.
Rodamos.
Ahora estaba yo sobre él. Baje hasta su duro miembro y sin más lo introduje en mi boca. Andy soltó un alarido y me tomo con fuerza de los cabellos. Comencé a pasear mi lengua por todo lo largo de su miembro mientras escuchaba los fuertes gemidos que Andy soltaba, lo tome de las caderas y pude tener mejor agarré. Subía y bajaba con facilidad.
Sabía tan bien allá abajo.
–¡Fóllame ya mierda! ¡Voy a correrme!
–Date vuelta. – Le ordene, Andy me miro extrañado pero no dijo más y cuando pude ver su trasero juste frente a mí comencé a besarle esa zona tan sensible. Escuchaba los pequeños gemidos ahogados de Andy contra el sillón, como lo arañaba y podía sentir como temblaba de vez en cuando. Mi lengua se paseaba por su entrada proporcionándome mayor facilidad para entrar y salir.
Mi mano entró en acción.
Lamí mi dedo índice y lo introduje dentro de él. Escuche el grito gutural que salió de su garganta y aproveche para adentrar aún más mi dedo en él.
–¡No! ¡Duele! ¡No, no! ¡Duele demasiado, joder! – Se quejo con grandes gritos de dolor y espasmos por todo su cuerpo.
Me monte sobre él y bese su mejilla aún si sacar mis dedos de él.
–¡Hey! Tranquilo ¿sí? Así dolerá menos– Acaricie su cabello y observe las lágrimas cayendo por sus ojos. Apretaba los ojos y las lágrimas caían con mayor frecuencia.
Espere unos momentos y cuando sentí que se había relajado un poco comencé a mover mi dedo despacio dentro. Andy comenzaba a gemir y de vez en cuando repetía que le dolía.
Introduje otro más.
Cada vez eran más gemidos de placer que gritos de dolor.
Esta vez eran tres dedos dentro de él.
–Así estás perfecto–. Sonreí y mordí su hombro con suavidad.
Volví a hacer que girara, esta vez ayudándolo, estaba temblando por excitación. Y eso me mojaba a mí.
Coloque sus piernas sobre mis hombros y coloque mi miembro sobre su entrada.
Andy tenía los ojos ligeramente cerrados, su respiración estaba agitada, podía ver aquel pecho con pocos tatuajes subir y bajar rápidamente, una mano suya reposaba sobre su abdomen mientras la otra caía sobre nada.
Presione y como si le hubieran cortado el miembro Andy salto y pego un grito. Pude notar los huesos de su cuello, su clavícula y las venas de su frente a casi reventar. Apretó los dientes mostrándolos y abriéndolos poco a poco dejando salir más y más gritos de dolor.
Aún no entraba completamente. Me detuve un momento y en cuanto lo noté distraído empuje hasta el fondo.
–¡Idiota! ¡Duele! –.Chillo y apretó mis hombros con fuerza. –Oye–. Dijo con un hilo de voz.
–¿Si? – Pregunte algo sofocado.
–¿Sabías que me gustas? ¿Qué me gustas mucho? ¿Qué esta es mi primera vez… y quisiera que fuera con amor?–
–También es mi primera vez, no deberías andar chillando por eso, prometo no dejarte después de esto. No lo haré, me gusta estar aquí y así, me gusta estar contigo Andy–
Sin apenas dejar que se recuperara comencé a embestirle lo más despacio posible. Lo sentía débil. Pero fuerte a la vez. Estaba caliente por dentro y yo podía sentirlo. Sentía su humedad, sentía su calor, sentía su comodidad. Tenía la cabeza ladeada y sus ojos estaba cerrados con fuerza mientras yo besaba su cuello y lamia su lóbulo de la oreja con algo de jugueteo.
Me sentía en casa.
–Te amo Andy–. Solté y el abrió los ojos y me miro con dificultad, con sudor y con la boca entre abierta soltando jadeos de placer.
–Te amo Oliver–. Sonrió y embestí con más fuerza provocándole un nuevo gemido.
Ambos nos movíamos a la par, subíamos y bajábamos con una dulce melodía de jadeos y gemidos, con caricias y besos.
Me sentía extraño pero feliz, jamás había hecho esto con alguien, nunca. Yo lo amaba y ahora se lo estaba demostrado. Jamás me había sentido tan completo como lo estoy ahora con él.
La erección de Andy golpeaba mi estomago y eso me hacía pensar no muy sano.
Subí mi mirada hasta donde estaba su rostro y observe esos ojos azulados mirándome, con dificultad.
Estaba enamorado de aquel chico.
Ambos nos corrimos casi al instante. Habíamos terminado juntos. Él contra mi estomago y yo dentro de él. Me quede inmóvil aún dentro de él y comencé a respirar más acelerado. Lo observe y el estaba en las mismas condiciones que yo. Ambos con una fina capa de sudor. Su piel Blanca brillaba más de esa manera.
–Puedo sentirlo– Murmuro casi sin aliento.
Salí de él y me recosté a su lado besando su frente.
–No te voy a dejar–. Lo abrace y hundí mi rostro en su cuello.
–¿Puedes sentirlo?.–. Tomo mi mano y la subió hasta su pecho, su lado izquierdo. Donde el amor se siente y se vive por mucho tiempo. –¿Puedes sentir mi corazón?
–Puedo sentirlo amor–. Respondí quedándome en silencio para poder apreciar su sonido. Era hermoso. Más hermoso de lo que yo podía creer. Música para mis oídos.
–Bien… tengo algo que decirte.

                                                                             *

Diez años después la tragedia llego.
Andy me comento sobre su problema de Anemia. Tenía anemia por culpa de todos los idiotas que alguna vez lo molestaron. Lo molestaban por que solía llevar un poco de sobrepeso en su niñez. Su salida fue dejar de comer. Y eso fue lo que ahora me lo arrebato. Cáncer en la sangre.
A veces pienso ¿Fue suerte el habérmelo encontrado en mi camino?
¡Fue mucha! ¡Demasiada!
Con el sentí el amor a primera vista.
Él fue mi primer amor, mi primer novio y mi primer y último esposo.
Para mí ahora nada tiene mucho sentido si él no está. Estoy solo en esta enorme casa, abrazando su ropa, postrado horas y horas en la cama en donde alguna vez nos entregamos y en donde su vida se apago.
Definitivamente estoy solo ahora. Andy era mi única compañía.
Estoy frente a su tumba y lo único que me queda de él es su sonrisa, sus ojos y sus claras caricias en mi cuerpo. Como si su fantasma siguiera aquí. Frente mío.
Pero yo no quería recuerdos no los quería.
–No te preocupes amor, espérame unos momentos más y estaré contigo por siempre y para siempre–
Lleve las pastillas a mi boca y tome nuestra única fotografía juntos.
La abrace con todas mis fuerzas y cerré los ojos soltando lagrima tras lagrima.
Cerré los ojos y lo vi a él.
De nuevo estabamos juntos

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