Capítulo
uno: ¿Qué es esto?
Oliver acababa de mudarse a Canadá, más especifico en
Kingston, Ontario. La idea había pasado sus límites de locura, pero un cambio
un poco –bastante en realidad– brusco no le hacía mal a nadie, aunque no
hubiera alguna razón para hacerlo, eso le pegó fuerte en su subconsciente y en
menos de una semana había ideado todo un viaje.
En Kingston rentaba una habitación, la que compartía con su
compañero Kaleb, pero estaba tan chocado de él que ya no soportaba ni un día
más ahí. Había salido temprano de su ahora antigua habitación, pues quería
desalojar lo más rápido, por lo que toda la noche se la había pasado juntando todas
sus pertenencias en varias cajas, para poder acarrear todo y casi ni durmió por
estar tan ansioso.
Subía y bajaba, entraba y salía de su habitación, llevaba
las manos ocupadas con unas grandes cajas, llevándolas hacia un taxi privado,
acarreando todo lo que pudiera llevar hasta su nueva casa.
Una parte de él se sentía relajado y feliz, porque tendría
dependencia de nadie y eso le emocionaba. Trabajaba como diseñador de una línea
de ropa, pero tanto como su lugar de residencia cambió, el trabajo también,
llevándolo así a un humilde –pero el más famoso de la ciudad– puesto como
mesero de una cafetería. No se quejaba, pues le alcanzaba para sus gastos
personales. Y bueno, por otra parte se sentía un poco triste pues no tendría a
nadie, estaría completamente solo y en un momento como ese, la loca idea de
comprase una mascota le invadió.
Al menos –por ahora– había ya realizado tres viajes para
poder llevar todas sus cosas a su nuevo hogar. Y ahora de nuevo estaba cargando
ya su última caja para sacarla de la incómoda habitación y poder salir de ahí. Era
la última vez que pisaba su habitación con Kaleb, soltó un suspiro y cuando
estaba dispuesto a dar media vuelta y salir, se lo encontró de frente asustándolo,
pegando un grito y saltando hacia atrás.
—Lo siento Oliver, no quería
asustarte—. Dijo Kaleb suspirando con voz muy suave y tranquila, entrando con
su mochila en brazo, como si le doliera que Oliver se fuera.
Kaleb era un chico apuesto, alto y moreno,
además de que estaba demasiado flaco para gusto de Oliver, su cabello era corto
y en ocasiones usaba lentes. Muy nerd pero adorable, lindo pero chocante. Había
intentado acosarle y saciar sus ganas de acostarse con alguien, pero como era
de esperarse, por parte del moreno solo hubo un ‘no te me acerques más’, ‘no me
beses’, ‘no quiero’ además de unos jadeos y gemidos, y era claro para Oliver
que el chico quería, solo que quizás era un gay reprimido. Y esa fue otra causa
más por la cual casi salió corriendo lejos de él.
—Bah, no me asustaste— dijo Oliver
tratando se sonar suave—, bueno, yo… debo irme.
—Oliver —Kaleb se paró enfrente de
él para mirarle directamente a los ojos—, me gustabas, y lo siento por… lo de
antes, ya sabes.
—Yo… — Oliver paso su mano por su
frente y abrió la boca tratando de decir algo pero solo balbuceaba cosas sin
sentido. Suspiró fuerte y se giró para salir de la habitación—, olvídalo, ya no
me interesa y adiós. —Azotó la puerta y con pasos gigantes salió del lugar
entrando al taxi para que lo llevara a su casa.
Se subió con un nerviosismo de
perros y apretó los ojos dejándose envolver en un agradable pensamiento de él,
sólo, en su nueva casa, relajado, sin presiones, sin nada que pueda
atormentarlo.
Se comenzó a sentir molesto por la
razón de gustarle a alguien, y es que para él eso era un pecado. Nadie podía
gustar de él, no porque entonces se sentía atado y eso no lo quería, aún no se
sentía preparado para estar con una chica o un chico.
Aunque si de preferencias se
hablaba, él prefería a las chicas. Eran delicadas, suaves y cálidas, siempre
tienen las manos tibiecitas y huelen rico. Y aunque él pensara así de las
chicas, solo se buscaba alguna para su romance de una noche y después no volvía
a saber nada de ella. Esa era su rutina de todos los fines de semana.
En cuanto llegó a su nueva casa,
esta vez con lo último que le faltaba para tener su vida en sus propias riendas,
bajó cada una de sus cajas al suelo de la acera –que eran por mucho tres, pero
muy llenas de cosas personales–, y se propuso a empujarlas con los pies, pues
se sentía demasiado frustrado y flojo como para pensar en agacharse y
levantarlas de nuevo del suelo, así que con fuerza, les propinaba fuertes
empujones con la suela de su zapato, a cada caja haciendo que estas se
deslizaran por el camino pavimentado hasta chocar con los escalones enfrente de
la puerta.
—¡Mierda! Que debí haber contratado
un sistema de mudanza—. Se recargó en lo primero que encontró regularizando su
agitada respiración. Realmente contratar un sistema de mudanza hubiera sido un
desperdicio de dinero, así que enseguida agito una mano para echarse aire y
luego darse un golpe en la frente por la idea loca.
Y había una cosa que no entraba en
sus pensamientos ¿Por qué estaba hiperventilando? Kaleb le había dicho lo que
muchas veces le había insistido, había tragado aire de más y su corazón latía
muy fuerte, se sentía algo estúpido.
Siempre que alguien le daba alguna
noticia, sea buena o sea mala, se lo tomaba tan apecho. Primera tarea como amo
de casa –no tenía nada que ver, pero se lo pensó y se lo propuso–dejar de
tomarme todo tan apecho. Después de analizar su estúpido momento, colocó ambas
manos sobre la superficie solida que sus manos encontraron… ¡Ah! Y…
¿Qué era eso? Era un objeto alto
lleno de una ligera capa de nieve. Frunció el ceño y sin pensárselo un poco,
comenzó a quitarle la nieve de encima como un obseso y lo miró con unos ojos de
curiosidad. No lo había visto cuando había llegado a ver la casa. Pareciera que
había aparecido ahí por arte de magia.
—Pero ¿qué? ¡Tengo mi propio buzón!
— Y eso emocionó a Oliver el cual empezó a mirarle todos los detalles por donde
podía.
Lo abrió y lo encontró lleno de
polvo, no se veía nada, así que con todo el valor del mundo, aguantándose el
miedo de cualquier insecto, metió la mano para ver que podía encontrar ahí. Pero
no había nada, estaba vacío y creía que se quedaría así por mucho tiempo pues,
nadie de su familia y amigos sabía de donde residía, lo cerró de nuevo y volvió
fijarse los detalles que tenía.
Se quedó mirándolo por un rato hasta
que reaccionó por sus cosas que seguían ahí en la acera dispuestas a que
cualquier persona las robara. Casi corriendo olvidando el nuevo tesoro que había encontrado y tomando
sus cajas para meterlas a su casa, entró cansado y con nada de cuidado, pues ya
estaba chocado, pero viéndolo por el lado positivo se alegro que fuera lo
último que tenía que ‘cargar’.
;;;
La mañana había amanecido más helada de lo normal, por lo
que había tenido que salir a buscar algunas ramas pequeñas y buenas, que
sirvieran para poder prender su chimenea pequeña que tenía. No sería una gran
calefacción pero ayudaría en algo.
Con ambos brazos llenos de leña, caminaba de regreso a su
casa, con un cigarro en los labios, fumándolo solo con la boca –ya que sus
manos claramente estaban ocupadas–, incluso iba casi bailando en medio de la
calle, hasta que divisó su pequeña casa a lo lejos y enfrente de ella un señor
con un maletín y una bicicleta.
Se extrañó de eso y se detuvo mirando las acciones de ese
hombre. Ni siquiera había tocado su puerta, luego vio al hombre sacar una carta
de su maleta, y dejarla en el buzón que había encontrado el día anterior.
Cuando el hombre montó su bicicleta de nuevo y se alejó, Oliver tiro con la
boca su cigarro y con pasos muy largos, casi corrió hasta el buzón.
Se plantó enfrente de él, aún con los brazos llenos de leña
y no sabía ni que hacer. Sus ojos iban del buzón, a la puerta de su casa, a la
leña y a la calle por donde se había ido el cartero. Así que arriesgándose a
perder algunas ramas, con una sola mano y hasta eso, algo tensa, jaló la
pequeña puertecita del buzón abriéndola. A comparación del día anterior que
estaba lleno de polvo, ahora Oliver se encontraba con una carta.
Se extraño mucho ante eso, ¿a caso alguien sabía donde
estaba ahora? Pero si él no le había dicho a nadie, a menos que lo hayan
averiguado. Ilógico aún.
Tomando la carta entre dos de sus dedos, camino difícilmente
hasta la puerta de su casa abriéndola con enojo y casi pateándola. La leña se
salía de sus brazos y estaba lastimándole incluso haciéndole sangrar. Aventó la
carta sobre una caja cerrada y camino hasta la chimenea dejando caer la demás
leña.
La acomodó y separó algunas ramas más para guardar un poco y
así tener más calor en su casa, para días siguientes. Se levantó de ahí más
sucio que nada, rodó los ojos y es que sentía tanta flojera en solo pensar con
bañarse que decidió limpiar sus bazos y cambiarse la playera.
Tomó la primera remera vieja que encontró con el estampado
de un montón de gatos sobre ella y se la puso, no sin antes quitarse la que
había elegido especialmente esa mañana y de haberse limpiado los brazos con
ella.
Cerró los ojos y suspiró y regreso a la pequeña sala
buscando la carta que había encontrado en el buzón, encontrándola sobre la caja
donde la había dejado. La tomó con ambas manos y la miro por los dos lados. Estaba
en un sobre color crema con muchos timbres, y un marco de colores, parecía
escrito por una niña. Tenía la dirección de su casa, y la de un remitente que
no se molesto en leer completamente.
Abrió el sobre con desesperación y observó una hoja un poco
amarillenta muy bien doblada. Parecía una hoja vieja, como una que es abierta y
cerrada muchas veces para leer su contenido.
Oliver frunció el ceño mirándola con confusión y comenzó a
desdoblarla. Le faltaban unos cuantos dobleces más cuando pudo mirar la letra
con atención. Era redonda y ligeramente curveada, cada vez creía más que era de
una chica, pues un chico no podría escribir así, o … ¿Y si era de algún señor?
Los señores tienden a escribir así quizás era algo importante y para cuando
Oliver lo pensó así, ya había hecho trisas el sobre.
—Sea de quien sea esta cata, ups, ya
no llegó—. Se alzó en hombros y levanto la hoja a la vista para poder comenzar
a leerla.
‘Para quien quiera que
sea:’
—¿Qué clase de manera es esa para
comenzar a escribir una carta? Bah. Sin duda no era de un señor. Regresaba a su
teoría anterior. Una chica.
‘Para
quien quiera que sea:
No
sé quien eres, ni como te llamas, pero me alegra que estés leyendo mi carta,
pues tenía ganas de mandarla lo antes posible, pero no me decidía porque temía
que nadie la cogiera. Pero si lo estás leyendo significa que la has cogido y
quizás hagas lo que pida. Espero no hayan cambiado las direcciones o no llegue
a otro lado del mundo porque esto sería tan vergonzoso para mí.
Estoy
mandando esta carta a esta dirección porque yo solía ir a Kingston cuando tenía
cinco años, y ahora ya no eh podido viajar más por motivos personales. Extraño
mucho el clima del invierno y la primavera, ver animalitos acercarse tímidos a
la casa y yo solía darles de comer, a escondidas de mamá. Aunque luego me
regañaba, pero valía la pena, adoraba salir y caminar por las calles desoladas.
No
sé que hago hablándote de lo que me gustaba hacer cuando iba hacia allá, cuando
lo que en realidad busco es saber si ese lugar importante para mí, aún existe y
también por favor pedirte una fotografía de la casa, sí, sé que suena como algo
tonto, pero realmente quiero volver a ver ese lugar.
Espero
con todas mis ansias respondas esta carta con lo que eh pedido, o al menos una
respuesta positiva de que mi lugar soñado aún existe. De lo contrario ni
siquiera sabré si mi carta llegó o si la han leído o no. Ojala valga la pena mi
esfuerzo por mantener mi letra legible y grande.
Un
saludo para ti extraño y gracias por no haber hecho bolita la carta y tirarla a
la basura, aunque quizás luego lo hagas.
Un beso.
Andy B.
Andy B.
Oliver termino de leer la carta y frunció
el ceño. ¿Qué tipo de carta era esa? ¡¿Qué estaban pensando cuando la escribieron?!
Era la cosa más infantil que sus ojos había podido leer a sus escasos veinticuatro
años. Era inmaduro y tonto. ¿Qué persona
pedía información de una casa de la infancia y además de eso una foto extra?
—Andy, definitivamente eres una chica muy tonta e infantil.
—Andy, definitivamente eres una chica muy tonta e infantil.
Tomó la carta entre sus manos y la hizo bolita echandola al fuego.
Y así empieza el fic. Oliver cree que Andy es una chica.
Veremos que pasa en el siguiente capítulo. Besos
Según había puesto mi comentario ayer ._.
ResponderEliminarOh right...
No mameees!!, Una chica! XDDDDD
Bueno, yo también hubiese creído que era una mujer xd
Y....Y pues ya no sé ni que putas poner ._.'
Mi tortuga está enamorada de la foto de Ray Toro que tiene a su lado(? akjaslkda, enserio xd
Ya, nada que ver :B
Hello c:
EliminarOh bueno, Oliver es muy ingenuo y saca conclusiones donde no debería y sin saber xd pero todo tiene una consecuencia. Ah, espero sigas leyendo los demás capítulos, en lo personal, amé hacer los ultimos tres.
El señor Toro es muy sensual, ¿quien no se enamoraría de él? Jajajaja.