jueves, 31 de octubre de 2013

Ieroween



 Por Rubí Gomez.

Frerard: Frank Iero & Gerard Way



Entré a la cancha de basquetbol techada de la universidad y miré a todos lados. La escuela por completo estaba adornada, pero este salón de multiusos, estaba quedando genial, y no era que mis inclinaciones fueran un tanto poco normales que la de los demás chicos, pero me emocionaba y sentía ya el instinto vampírico que me recorría el cuerpo.

Yo era muy alegre para este tipo de fiestas, me agradaban bastante e incluso era mi fecha favorita del año y no solo porque me recordara a una persona, si no porque desde que tengo memoria tengo una fascinación exagerada a los vampiros. ¿Y que mejor fecha que esta para que todos se tomen enserio a un vampiro? Y no soy friki. Aunque si lo veo desde mi perspectiva de ahora, la emoción había bajado al menos un cuarenta y cinco por ciento. No me alegraba mucho, pues este año tenía algo diferente que hacer.

Giré la cabeza y miré a mi pequeño e inútil hermano montado en una silla intentando colgar unos cuantos murciélagos peludos y con ojos fosforescentes en la oscuridad, sobre la pared y casi sobre el techo. Y para mi incomodidad no estaba solo. Estaba siendo ayudado por Bert, sin embargo este ni siquiera le hacía mucho caso a su, “levántame un poco para colocarlo más arriba”, pues este estaba ocupado mirándole el culo. Sí claro y me quería a mí.

Me acerqué a ellos y en cuanto Bert me vio, hizo amago de ayudar arduamente en algunas cosas y se fue dejando solo a mi inútil hermano, pataleando sobre la silla, seguro sabía que lo había visto. Que fuerte.

—¡Beeeert! ¡Ven acá inútil, flojo de mierda, hijo de puta! — Reí y fue cuando Mikey me miró con el ceño fruncido. Se acomodó los lentes y carraspeo colocando las manos en su cintura después de haber pegado de mala gana el último murciélago que tenía en mano, tan solo enfrente de él y no tan alto como lo quería en un principio.

—Pero que humor te cargas — Reí con ganas y el sonrió tan solo jalando la comisura de sus labios.

—Sí bueno, tu novio me ha propuesto sexo en plena cancha, quizás debería decirle que es buena idea engañarte los dos. — Mi risa de apagó y le miré con odio.

—No es mi novio y ni se te ocurra decirlo de nuevo que te romperé la boca con… — giré la cabeza y miré la mesa de golosinas— ¿Ponche?

—¿Qué tiene? — De un saltó bajo de la silla y le pateó a un lado para caminar y servirse un poco de eso. —¡El ponche nunca falta! Pero sabes que después le meterán alcohol, así que no tienes que sufrir un ataque de pánico por creer que el ponche no estará adulterado, querido hermanito briago.

—Mucha razón. — Me encogí de hombros y comencé a ver el salón multiusos con mayor cuidado. — Espera… — Señalé el letrero que estaba por sobre la cabina del DJ que comenzaba a probar la música y mi boca se desencajó. — ¿¡Otra vez!?

—¡Fiesta de disfraces! — Gritó mi hermano con entusiasmo y saltando un poco. Le miré raro y seguí leyendo el letrero aunque solo decía eso.

—¿Fiesta de disfraces? ¿No crees que estemos muy grandecitos para hacer este tipo de fiestas con el concurso del mejor disfraz? Dudo mucho que alguien venga disfrazado.

—Vamos, no puedes ser tan aguafiestas, las personas entrarán gratis si vienen disfrazados entonces, vendrán caracterizados, no es un buen Halloween si no hay disfraces, además… será su cumpleaños. — Me codeó y yo rodé los ojos.

—Sí lo sé, no tienes que recordármelo, me eh esforzado en mirar el calendario todos los días, para hacer cuentas hasta el día encerrado con muchos colores y arriba un notorio “HBD” y para mortificarme por el propósito de año nuevo que había aplazado hasta el día de su cumpleaños. Porque era la fecha más lejana y ahora está  unas horas. Estoy jodido. No tengo muchas ganas de la fiesta, de verdad.

—No puede ser tan malo, se nota que se muere porque le digas también.

—Ah ya, y por eso está con Adam. No, pues tengo que darte mucha razón, el enano se muere por mí, está demasiado claro. — Agité la mano de manera vaga dando a entender que le daba la razón.

—Bueno, eres demasiado pesimista. — Rodó los ojos y tiró el vaso de ponche al suelo con nada dentro.

—¿Ah sí? Ver a la persona que te gusta demasiado feliz con su novio y saber que solo por eso te dirá que no, es positivismo. Creo que es bueno pues no debería decirle nada si está de novio.

—¿¡Pero qué  balbuceas!? Yo creo que es negativismo. Sí él está con un chico, entonces la tienes ganada. ¡Le gustan los chicos! Lo único que debes hacer es conquistarlo y ya.

—Oh, mira, pero que genio me saliste hermanito. Como es bien fácil. —Él se burló.

—¿Vendrás de vampiro? — Le miré a ver por sobre mi hombro y con una sonrisa mía le di a entender que era obvio. — Es lo único que me faltaba, por millonésima vez serás el guapo vampiro.

—¿Quién se resistiría a un vampiro como yo? Además, si planeo hacer cierta confesión que me pone los pelos de punta, pretendo hacerlo con un disfraz que me suba la moral si soy bateado hacia afuera del campo de juego.

—Que exageradito.

—Sí, como digas hermanito, además, ¿quién es, él que no ha tirado las vendas corrientes de farmacia para volverse a disfrazar de momia?

—Mira que la momia es genial, antes fue alguien importante, por algo guardaros sus hermosos restos en un féretro de oro o algo así.

—Tú no fuiste guardado en un féretro, solo en la placenta de mamá. Además, ¿Qué me dices del conde drácula? — Alcé una ceja y le miré tan orgulloso.

—¿Siempre tienes que llevar las de ganar? — Rodó los ojos.

—Pues claro. — Le sonreí y lo abracé pegándolo a mi cuerpo.

—Sí, seguro, y con el enano no puedes. — Fruncí el ceño de nuevo y le solté. — Mira, hablando del reí de New Jersey.

Me giré tan rápido que me torcí el cuello, tronó y escuché un quejido de Mikey seguido de un ‘auch’ que no me importó para nada. Era cierto, ahí venía él y para mi suerte venía solo, o casi. Adam le dejó justo en la puerta, le besó y se fue.

Y ahora el entraba saludando a todos, agitando su pequeña mano tatuada y con asentimientos de cabeza, además de reír con esa chocante, chillona y perfecta voz.

—Por dios, deja de babear, me vas a inundar. — Mikey colocó un vaso del ponche bajo mi barbilla, fingiendo acumular mi saliva en este, le pegué un manotazo y el vaso salió volando lejos de nosotros. Y él venía hacia acá.

—Hey, Gerard, Mikey. — Nos saludó y empujando un poco a mi querido e inútil hermano, me situé enfrente de él.

—Hola Frank, ¿Cómo estás? — Saludé y le pasé un vaso con ponché. Negó con la cabeza y lo dejé en la mesa limpiándome las manos en el pantalón. Los vasos estaban pegajosos. Lo anoté en mi bloc mental y le sonreí de nuevo. — ¿Vendrás a la fiesta de disfraces? — Pregunté de forma mecánica mostrando falsedad instantánea.

No tenía muchas ganas de una fiesta ahora, pero claro, él vendría y por lo tanto yo vendría.

—¡Claro! Adoro venir a estas fiestas, son lo mejor, además siempre son una buena forma de festejar mi cumpleaños. Tú sabes que me gustan las fiestas de este colegio. Bueno, más por el recorrido tétrico por los pasillos de ésta, aunque realmente no de miedo.

—Por supuesto. — Sonreí dándole la razón a todo lo que decía.

—¿Te disfrazarás? — Preguntó. Asentí y el embozó una bonita sonrisa. — Adivino que de Vampiro.

—Y yo adivino que tú vendrás de Frankenstein. — El sonrió y asintió.

—Me conoces bien.

Y de verdad que sí. Al igual que yo, Frank siempre osaba a utilizar su traje de Frankenstein que a pesar de su escaza estatura, se le veía increíble. Sabía usar el maquillaje y usaba unos zapatos con plataforma. Igual me fascinaba. Era el Frankenstein más adorable que pudiera existir en el universo. 

—Por supuesto. — El sonrojó en sus mejillas no pasó desapercibido por mí. — ¿Vendrás con Adam? — Su boca se puso recta y soltó un suspiró algo pesado.

—Supongo, no lo sé.

—Podría pasar por ti, venir juntos ya sabes, claro si no vienes con él.

—Oh, gracias Gerard, eres muy amable, pero no lo creo. Verás, en ocasiones Adam es un poco obsesivo y no quisiera meterte en un problema, ya sabes, alguna pelea involuntaria. — Se encogió de hombros y jugó con la punta de su converse sobre el suelo.

—Sí, claro está bien, no hay problema —Respondí con nerviosismo—, te veré aquí entonces a las doce.

—Sí, a las doce.

—Sí.

—Sí.

—Sí, bueno, estoy aquí, uhm ¿Frank, te importaría ayudarme a pegar esto sobre la pared? — Preguntó Mikey señalando falsas telarañas. Frank asintió y caminó con vagues hacia él. — Bueno, adiós Gerard.

Ni siquiera le contesté por mirar con odio a Mikey quien se reía de haberme arruinado mi momento. Me giré y salí corriendo del salón multiusos y después de la universidad. Tenía que arreglar mi disfraz si quería que fuera mi noche.

———

—¡Arthur!

—Vuelve a llamarme así y te saco los ojos con mi lápiz negro. — Gruñí y le señale con el delineador de punta fina que tomaba fuertemente con la mano. Pero al momento de enfocar mi mirada, una manta suave color rojo sangre caía sobre mi cabeza. Me la quité enseguida evitando macharme así mi maquillaje y mi capa de vampiro.

—Huy, yo creí que estarías de mejor humor. Esta noche dejas de ser soltero, por favor, al menos finge que le dirás que te gusta, me la eh pasado diez meses molestándote con lo mismo, ya que no planeo ir atrás de ti en esta fiesta, puedes perderte y hacerme creer que lo harás.

—Cállate saco de huesos, sí se lo diré y tú debes ayudarme aunque sea un poco, estoy nervioso ¿sabes? Nunca me ha funcionado hacer este tipo de declaraciones. ¿Qué tal si le arruino su cumpleaños? Pobre, creerá que un pervertido homosexual le quiere partir el culo.

—¿Y no es así? Además no voy a ayudarte, me meterás en problemas estoy bien con mi pareja, gracias. — Le miré con algo de rencor y el alzó los brazos. — Oh no, ni hablar. ¿Has visto lo musculoso que es Adam? ¡Es enorme! Me podría aplastar tan fácil y quizás terminaría viéndome como un perro de dos tortas, que al final se queda si su preciada porque todo era mal entendido.

—No sé si me estás dando ánimos o planeas acojonarme.

—Solo apúrate, mierda, son las doce y cuarto. ¡Vamos quince minutos tarde! ¡Yo no me lo quiero perder por nada! — Salió gritando Mikey de la habitación haciendo sonar sus zapatos de mala gana mientras bajaba las escaleras.

—Más bien creo que tú también quieres ver a alguien más. — Le dije mientras me aplicaba con una brocha unas fingidas gotas de sangre en mi barbilla como si estas hubieran escurrido por alguna mordedura a la yugular de alguien.

—¡Al menos yo no debo fingirlo, quiero verlo y por eso te ordeno que te apures, maldita sea ya son las doce con veinte! — Gritó desde abajo. — ¡Sí no bajas en un minuto, subo y te jaló de los pelos negros que te tiñes!

—¡Cállate! — Le grité mirándome por última vez en el espejo y bajé las escaleras de a dos en dos, llegando así en menos de un minuto junto a Mikey que contaba los minutos en su reloj de muñeca. —Te tengo envidia —dije retomando nuestra plática—, y no porque sea tu pareja, si no porque ya has pasado la parte difícil de la declaración.

—Dale todo el crédito a James, si él no hubiera dicho nada, yo tampoco.

—Bah, como sea, vámonos. — Abrí la puerta y claro, el príncipe azul viene por la princesa y a mí que me coma un león. — ¿Por qué mierda no me dijiste que venían por ti? — Le dije a mi hermano con furia. —Estúpido, cabrón.

—Te vamos a llevar, deja de ser tan llorona, mierda Gerard, creo que más bien te queda el traje de la llorona que la de un vampiro. Además — carraspeo y señalo el auto con discreción—, te traemos una sorpresita.

—¿Qué cosa?

En ese instante la ventanilla trasera del auto, la que daba justo hacía la acera, se bajo, dejándome ver a un monstruo bastante impaciente que en cuanto nos vio sonrió y sacó la cabeza para gritarnos.

—¡Apúrense! Se están tardando tanto— resopló dejándose caer de nuevo en el asiento.

—¿Cómo? ¡¿Qué?!

—Después de que te fuiste apareció Adam, no sé que cosa habrán hablado, pero al parecer le dejó solo esta noche. Y bueno — se encogió de hombros—, no digas que no te ayudé.

Sonreí de medio lado y caminé abriendo la puerta trasera del auto sentándome junto a él, quien me saludo con una pequeña agitación de manos y comenzó a hablar como cotorra sobre la desvelada que se iba a dar hoy y que el resto del día se la pasaría durmiendo y por lo tanto no disfrutaría su cumpleaños, que solo a la escuela se le ocurrió hacer la fiesta el 31 de Octubre a las 0:00 am comenzando el día…

Yo como siempre asintiendo a lo que decía y poniéndome en contra de la fabulosa fiesta de Halloween. De momento dejó de hablar terminando con un suspiró prolongado y James  encendió la radio. Un especial de música “terrorífica”, creepypastas, historias de terror, mitos, leyendas, psicofonías y un especial (dentro del especial, que creativos) de lugares más fantasmales en el mundo. Como si se tuviera tanto dinero como para tomar un avión a todos esos lugares que mencionaban que al menos por el tiempo transcurrido dentro del auto, llevaban como quince y todos muy lejos de New Jersey.

—Boys and girls of every age… — Murmuró cantando para sí, mi cabeza identifico la canción al instante.

—Wouldn’t you like to see something strange? — Continué un poco más fuerte, haciéndole girar y me vio con una linda sonrisa en su rostro.

—Come with us and you will see… — Cantó esta vez Mikey.

—This our town of Halloween — Terminó James.

El pequeño enano se emocionó que comenzó a cantar aún más fuerte y a sustituir el ‘Hallo’, por un ‘Iero’.

—This is Ieroween, this is Ieroween, pumpkins scream in the dead of night. — Movió la cabeza al ritmo de la canción y yo le sonreí adorado.

—This is Ieroween—canté a su manera—, everybody make scene.

—Trick or treat till the neighbors gonna die of fright, it’s out town everybody scream, in this town of Ieroween. — Terminó él con una sonrisa y riendo con esa voz chillona y melódica.


Llegamos al estacionamiento de la universidad y el Frank salió disparado del auto corriendo con unos zapatos de plataforma haciéndole ver más adorable aún. Le costaba, pro aún así seguía corriendo llegando a la entrada adornada como la típica película de Tim Burton “The Nightmare Before Christmas”.

—¡Geeeerard! — Me gritó desde la puerta. Yo me acerqué un poco confundido pero sin pensarlo tomó mi mano y me obligó a pararme junto a él. — Perfecto.

—Sonrían. —Abrí los ojos cuando sentí los brazos de Frank rodearme y le tomé de la cintura acercándolo a mí para la inesperada foto de la cual no me había percatado hasta momentos después. — Linda pareja chicos.

—Como tú digas— murmuré a la chica vestida de Morticia Addams con una cámara frente a nosotros.

Frank tomó mi brazo apenas nos entregaron la fotografía y me jaló al interior de la escuela, casi corriendo llegando así a las primeras atracciones en la escuela. Si él quería que estuviera a su lado el resto de la noche, así me tendría.

Había algunos juegos, se escuchaban gritos e incluso había personas disfrazadas se zombies que caminaban a pasa lento simulando seguir a algunas personas. Frank tiraba de mi brazo y me acojoné al ver a donde me llevaba.

No es que fuera un miedoso, pero no estaba preparado mentalmente para meterme a un lugar como ese ahora. El edificio de los últimos grados estaba totalmente cubierto por mantas, telarañas, fantasmas estáticos, brujas y algunas calabazas reales con una cara diabólica cortada al frente, se escuchaba la canción de la película de Halloween de 1978 remixada con la del Exorcista y la de Saw.

Cuando me di cuenta Frank ya tenía dos boletos en la mano y me empujaba por la espalda para entrar con el reciente grupo. Ya no podía echarme para atrás porque ni siquiera me había preguntado y yo no le había detenido, así que le tomé de la mano y casi entré corriendo para al menos, ir con unas cuantas personas.

—Esto es fantástico. Opino que la casa de los sustos cada vez está mejor—. Dijo sonriente al momento en el que sentí un cosquilleo en mi nuca. Me giré y pegué tal grito que Frank volteo y comenzó a reírse en mi cara. — El puto Freddy Kruger, más real que nunca.

Le miré mal y tiré de su brazo al momento en el que salí corriendo ignorando las cosas que se nos atravesaban. Y no es que fuera miedoso como ya dije, pero los malditos muñecos estos salían hasta por debajo de las piedras y de manera tan sigilosa que al momento de que te dabas cuenta, ya lo tenías en tu cara.

Había tantos. Algunos no daban miedo como Chuky el muñeco diabólico, pero había incluso unos que en mi vida había visto y daban horror con solo mirarles pues parecían reales.

Las luces se fueron de momento y Frank y yo nos pegamos como chicles esperando algún rastro, pero en cuanto las luces se encendieron de nuevo, tan solo un poco, nos dimos cuenta de que estábamos solos. El grupo con el que habíamos entrado ya no estaba.

—¡¡Mierda!! — Grité, cuando por debajo de mi salió una mujer con la cara deformada riéndose tan espantosamente.

—¡Que su disfraz es genial! — Se emocionó Frank, tanto que se acercó e intento tocarle.

—Que no le toques, rayos, Frank. Vámonos de aquí.

Tiré de nuevo de su brazo y comenzamos a caminar y ahora si me estaba acojonando más de lo normal pues ya no se escuchaba nada. Estaba todo en un silencio tremendo que de repente me dio claustrofobia pues no lograba ver nada, apenas una luz lejana parpadeaba iluminando un poco el suelo por donde pasábamos.

Frank se pegó a mi cuerpo y yo le abracé por la cintura mientras caminábamos despacio. De un momento a otro escuchamos un golpe en seco que nos hizo detenernos, y luego las luces regresaron, en tinieblas (con un poco de humo que no dejaban ver) y logramos ver de lejos a un loco corriendo hacia nosotros con una sierra eléctrica probablemente falsa.

Pegamos tal grito que comenzamos a correr esquizofrénicos mientras lo que fuera que venía atrás de nosotros se acercaba más y más. De la nada cuando chocamos en una pared que no vimos pues la oscuridad era más abismal, el piso se abrió dejándonos caer al exterior del edificio en una colchoneta. Y salimos.

—¡Te lo dije! — Gritó emocionado mientras yo me recuperaba de la taquicardia que había sufrido, además de regular mi respiración. — Cada vez la hacen mejor.

—Ni que lo digas. — Murmuré reincorporándome y ayudando a Frank a ponerse de pie.

Frank jaló de mi brazo nuevamente y yo sentí el hormigueo en mis piernas como si estas fueran a doblarse y hacerme caer al suelo. Pero esta vez pude respirar un poco más tranquilo. Estaba llevándome al salón multiusos, para el baile y eso me hizo respirar un poco. Otro susto más y pasaría el Halloween en una tumba.

Entramos y el ambiente era tan contagioso. Todos bailaban, ni siquiera sabía si conocía a alguien, todos los disfraces eran geniales, todos terroríficos y bien hechos.

—Gracias por no venir, Adam. — Hablé hacia el cielo, aunque en realidad, parecía más bien que le hablaba a las luces de colores sobre el techo, que se movían de un lado a otro mientras todos coreaban ‘Why can’t I be you?’ de The Cure.

—¿Qué dices? ¿Adam, qué?

—Aah… — Me mordí el labio y él me miró atentamente como esperando a que le contara un cuento. — ¿Qué por qué no vino él contigo?

—Oh, ya sabes, es medio rarito. No le van mucho las fiestas de Halloween, es muy aguafiestas el pobre, pero está bien, no importa.

—¿Qué no importa? Creí que te gustaría estar con él. — Se encogió de hombros y comenzamos a abrirnos paso entre toda la gente.

Mi cabeza comenzó a moverse al instante y Frank lo notó. Y en vez de llegar a una mesa, nos paramos directo en la pista de baile y ambos comenzamos a movernos como monos saltando de alegría. No bailábamos muy bien, pero vamos, a Frank le quedaba muy bien pues un Frankenstein no se movía como víbora. Y bueno un vampiro casi siempre anda serio así que, no había por qué alarmarnos.

Ambos estábamos demasiado tiesos, pero tanto él como yo, estábamos riéndonos sin parar, estaba contento y él también, se le notaba, incluso parecía que no le importaba que su novio no hubiera venido y bueno, a mí tampoco me importaba.

El cantaba y me señalaba, yo intentaba girar los ojos a otro lado pues lo hacía de una manera tan melosa que me hizo pensar en la confesión que tenía que dar.

Después casi pegada a la canción de The Cure, comenzó una de Jim Carroll. Todos gritaron y siguieron moviéndose con esa música un poco anticuada pero muy buena para bailar.

Cuando enfoqué mi vista, mi pequeño enano estaba de espaldas a una chica, bailando los dos muy pegados espalda con espalda y moviéndose con alegría. Sonreí de lado y me acerqué jalándole el brazo pegándolo a mi cuerpo.

—Those are the people who die, die; they we’re all my friends that just die. — Cantó y entonces lo único que pude pensar fue en que tan tonta era la letra de la canción.

—¿Quieres ponche? — Me acerque a él y le hablé en el oído para que pudiera escucharme mejor.

Asintió y me acerqué a la gran fuente que había en la mesa donde había estado unas horas antes riéndome de lo inútil que podía ser Mikey. Recordando su enojo y mal humor alcé la vista y mi mirada se fijó en el murciélago mal pegado que estaba a unos centímetros arriba de mi cabeza.

Rodé los ojos y tomé un vaso para servir el ponche. Escuché unos cuchicheos atrás de mí y giré encontrándome miradas nerviosas y ansiosas. Fruncí el ceño y me pregunté si para entonces ya había echado algo de alcohol al ponche. Me acerqué el vaso a mi boca cuando noté que estaba pegajoso. Lo había olvidado. De nuevo rodé los ojos y pensé en tomar algún papel para limpiarme cuando ‘Astro Zombies’ de The Misfits comenzó a sonar. Era mi banda favorita por lo que dejé olvidado el papel y el sorbo que iba a darle a la bebida y regresé donde Frank para darle su vaso todo pegajoso con ponche.

Se lo tomó y luego sin decir nada, fue por más. Le había agarrado amor al ponche y después de unos cuatro tragos más regreso conmigo a la pista iluminada de baile cantando la canción de The Misfits que al parecer a él también le gustaba.

—¡El ponche es genial, debes tomar! — Me gritó contento. Solo asentí con la cabeza ignorando lo demás. No planeaba tomar pues los vasos estaban pegajosos y odiaba esa sensación en mis manos.

La música me comenzó a dar dolor de cabeza, canciones viejas pero no por eso aguafiestas al contrario, era geniales y divertidas aunque la mayoría con letras tontas. Eso se pudo notar con la típica canción de la película de ‘Ghostbusters’ de Ray Parker Jr., ‘The Monsters Mash’ de Bobby Pickett, ‘Hombre Lobo Adolescente’ de Rebel Cats.

Seguimos bailando hasta que de repente un movimiento algo torpe me llamó la atención. Frank estaba bailando, sin embargo ya no tan feliz como antes, esta vez parecía como si estuviera concentrado en ellos, como si estuviera haciendo un examen, pero le estaba saliendo mal.

Tropezó con sus pies y estaba a punto de caer pero le jalé del brazo y se quedó medio colgado. Le miré extraño y lo jalé sacándolo de la pista luminosa y lo senté en una de las mesas más alejadas del alboroto para que no se sofocara. No quería tocarle mucho el rostro pues su pintura verde vomito se vendría abajo y no quería arruinarle su disfraz.

—Frank, enano. — Le levanté con mi dedo índice la cabeza que estaba colgada mirando hacia abajo y le obligué a que me mirara. — ¿Estás bien?

Sus ojos se iluminaron como si hubiera visto algo hermoso y sonrió saltándome encima, colgándose de mi cuello.

—¡Geeerard! ¡Que bueno que viniste! Eres un lindo vampiro, un chupasangre sensual. ¡Muérdeme! — Gritó y se cayó al suelo.

Le miré desde arriba y fruncí el ceño. No llevábamos tanto tiempo como para que el sueño le afectara así, y no había tomado nada de alcohol.

—Gerard, ¿qué le has hecho al, nene? — Me giré y vi a Mikey con James tomados de la mano. Ambos me miraban con el ceño fruncido y yo no sabía ni que responderles. — ¿Le has dicho algo?

—No.

—Y mi pregunta es ¿Por qué coño no lo levantas del suelo? — Preguntó James.

—No sé— me encogí de hombros, pero aún así no me tenté en levantarlo.

James lo levantó y lo miró con detenimiento tomándole con una sola mano de la barbilla presionando sus dedos en las mejillas haciendo que Frank abriera los ojos y le mirara feliz.

—No me beses —murmuró Frank con una sonrisa—, Gerard se enoja.

—¿Qué yo, qué? — Alcé una ceja y les miré anonado. — Yo no… ¡Ah!

—¿Bebió o comió algo? — Me lo pensé un segundo y luego asentí.

—Ponche. — Señalé la mesa y luego me giré para encontrar una escena bastante horrorosa, que me cabreo bastante. Los novatos estaban abriendo una pequeña bolsa con polvo blanco y estaban echando sin parar al ponche.

—¡Pero que te dije que le pondrían alcohol al ponche! ¡Y no solo eso, todo tipo de droga! Si no le da un golpe de calor, creo que sería un milagro.

—Mierda ¿Y ahora qué? Debo sacarlo de aquí, con este calor acá encerrado, se pondrá peor. — Me acomodé el cabello y tomé mi capa color rojo sangre colocándosela sobre los hombros. Lo tomé de la cintura y lo recargué en mi cuerpo.

—Lleva mi auto. — Dijo James dándome las llaves.

—¿Qué? ¿Pero y ustedes?

—Nos vamos a pie, o quizás Bob nos pueda llevar, no lo sé, ya veremos. Mientras llévate al enano que pronto devolverá el estomago aquí. Sin rayones — Asentí de mala gana y me despedí de ellos con una agitación de manos que más bien pareció un lárguense de aquí.

Ieroween arruinado.

Arrastrando con todas mis fuerzas a Frank, lo saqué del salón multiusos y caminando por los pasillos de la universidad, atravesando el patio lleno de gente que conversaba y otros que apenas venían llegando.

— Bien hecho enano.

—¡Sí! — Gritó y rodé los ojos.

Lo acomodé en el asiento trasero y le deje dormido mientras yo con toda la flojera del mundo, entraba al asiento del piloto y encendía el auto como si fuera de vidrio. Afortunadamente era de noche, por lo que no había tráfico, los niños pidiendo dulces ya se habrían ido y quizás fiestas en algunas casas, bares, escuelas etc., pero si me iba por lugares concurridos eso se podía evitar.

Manejaba aburrido, la música en la radio era casi la misma de unas horas antes por lo que la había apagado y solo escuchaba las risitas tontas de Frank atrás. Murmuraba cosas que no alcanzaba a escuchar y luego se reventaba a reír, se detenía y lloriqueaba que le dolía, pero no sabía que, no podía verle. La idea de llevarle a mi casa estaba fresca en mi cabeza, pero solo pensar que el pobre se asustaría, la tache con rojo y tuve que manejar unos veinte minutos más para llegar a la suya.

—I am the one hiding under your bed, teeth ground sharp and eyes glowing reeeeed. — Canturreó y se tapó el rostro con vergüenza cuando notó que lo miraba por el retrovisor. — I am the one hiding under your stairs, finger like snakes and spiders in my hair, this is Halloween, this is Halloween, Halloween, Halloween, Halloween, Halloween.

—Calla enano, no estoy de humor para escucharte cantar. Me colmas la paciencia. — Dije aburrido. Él paso de mi advertencia.

—In this town we call home, everyone hail to the pumpkin song, la, la, la, la la la, la, la, la la la, la, la, la la la, la la la, ¡Wiiiiiii! — Grito emocionado.

—Te has saltado una parte grande — murmuré. — Imbécil.

Apenas había podido pisar el freno en cuanto llegamos a su casa pues el enano, en vez de ir dormido iba tan despierto que intento bajarse con el auto andando. Me bajé a prisa y corrí hasta le que yacía con medio cuerpo tirado en la acera y la otra mitad dentro en el asiento del auto.

—No sé, tengo muchas ganas de golpearte.

Le tomé del brazo y lo cargué como si fuera nuestra noche de boda (que claro, yo encantado la quería). Cerré la puerta del auto con el pie y le puse la alarma como pude. Caminé hasta su caso con él medio adormitado en mis brazos y cuando intenté abrir la puerta me di cuenta que esta estaba con llave.

—Tiene cerrojo. — Río. Me estaba tocando las pelotas y estaba a nada de reventarle las suyas. 

Torpemente sacó un par de llaves y me las tendió. Un llavero muy mono con un murciélago en 3D no tan grande pero que si le aplastabas sacaba luz de la boca y le brillaban los ojos además de hacer un sonidito medio extraño, yo ni siquiera sé como hacen los murciélagos.

—Gracias, supongo. — Abrí la puerta y no sé porque no me impresioné.

Su casa era un vivo retrato de alguna mansión terrorífica de la época antigua. Lleva de telarañas, adornos, calabazas, esqueletos, vampiros, murciélagos, momias, etc., y claro no faltaba el letrero de Halloween. En la mesa junto a la puerta un enorme tazón lleno de dulces y algunas envolturas al lado de este, lo que me hacía pensar que en ocasiones el tomaba unos.

Él se soltó de mis brazos y comenzó a caminar por su propia cuenta.

—Vampiros. — Murmuré mientras me desabotonaba la blanca camisa con algunas gotitas de sangre falsa.

—A ti te encantan los vampiros. — Dijo y luego vi como su cuerpo caía sobre el sofá bocabajo.

—Sí, lo uso como una metáfora, como algo más profundo que lo supernatural. Es que los muertos caminantes chupasangres pueden decir mucho a la gente ¿entiendes no? — El soltó un gemido algo extraño y me dio entender que no estaba comprendiendo nada —, Uhm, es como las personas que tratan de controlarte, robarte el alma de algún modo para sacar una parte de ti. Siempre eh querido ser un vampiro, son los mejores monstruos.

—Lo son porque tú eres uno ahora mismo. — Murmuró con voz somnolienta.

—Bien, creo que voy a hacerte algo de comer, o servirte agua o, prepararte un baño, no sé. — Hice oídos sordos y me alejé de él refugiándome en el primer lugar que encontré. — Va a ser difícil.

———

—¡Geeeeeeraard! Mi vampirito, ven aquí.

El juego de las escondidas es ó era, no lo sé, el juego más popular entre los niños. Pero que alguien de 23 años lo estuviera jugando creo que ya era mucho.

Estaba debajo de la mesa abrazando mis piernas y es que desde que llegamos a su casa no me había dejado en paz. En cuanto le dejé recostado en el sofá, se levantó y me siguió por todos lados aún y cuando intenté ir al baño. Se me había colgado al cuello y no me soltaba por nada, incluso casi lograba asfixiarme. Pero tampoco podía dejarle solo al pobre, pues podría medio matarse en las escaleras y entonces me sentiría tan culpable por su muerte en plena noche de brujas.

—Mierda, ¡Frank!

De un movimiento demasiado rápido el enano estaba debajo de la mesa aventándose contra mí tirándome al suelo y abrazándome con posesividad.

—No te encontraba. — Sollozó y yo resoplé. Estaba peor que un niño chiqueado.

—Yo… estaba revisando la mesa.

—Pero está bien, ella no se siente taaaaaan mal como yo, tu deberías revisarme a mí. — Acercó su rostro al mío y noté su pupila normal. El efecto ya había bajado y no estaba mal, ahora fingía, pero me parecía más interesante fingirlo.

—No, te daré unas pastillas para dolor de cabeza y te recostarás, te dormirás y se acabo la fiesta. Me arruinaste el Halloween pequeño drogadicto.

—Yo no soy un drogadicto.

—Como sea. — Le levanté del suelo y lo empujé con fuerza hasta su habitación. Y como si lo hubiera esperado, cerró la puerta y el teatro había acabado. — ¡Gerard!

Estaba sacando unas pastillas de una pequeña caja en la mesa de noche cuando el gritó me hizo girar y cuando lo sentí lo tenía sobre mi besándome toda la cara.

—Por favor, no me quites. — Murmuraba entre beso y beso. — No me quites, me gusta.

Le tomé de la playera por la espalda y tiré de él hacia arriba despegándomelo del cuerpo. Su agarre era fuerte, pero con mi mano libre me quité sus brazos de encima. Le miré un poco molesto y fastidiado. Vale, que me gustaba, pero estaba sobrepasándose.

—No hagas eso. Ya sé que no estás mal, pero o te detienes o te suelto una bofetada.

Se encogió de hombros y con ambas manos en sus brazos, lo llevé a la cama tirándolo en ella casi hundiéndolo entre las sábanas. Sus ojos destellaron y alzó la cabeza lo suficiente, como para que… Yo le miré y cerré los ojos agachándome también para besarle.

Ni idea de cómo describirlo, pero fue lo que tanto había esperado y creí que no obtendría. De nuevo le jale de la camiseta y me lo separé pues casi estaba fusionándose conmigo.

—¿Qué haces? ¡No! Adam…

—Olvídalo, no es nada, terminó conmigo, por eso no ha venido hoy.

Me quedé pensando y entonces lo capté. Eh ahí las caras de pésimo humor de Frank cuando le preguntaba por él.

—Comprendo.

—No, no comprendes. Quería que eso sucediera. Eres tú.

Volvió a jalarme del cuello de la camisa y me besó tal bien que me dejé caer sobre su cuerpo y acaricié sus mejillas llegado así a su cuello para tomarle y hacer el besó más profundo. Se colgó de mí y ambos rodamos en la cama. Quedó sobre mi cuerpo y sus manos me tomaban con euforia el rostro.

Le empujé un poco para poder respirar, pero ni siquiera se apartó lo suficiente, estaba besándome por toda la cara como un cachorro recién nacido. Mi móvil comenzó a sonar y aún con el cuerpo de Frank sobre el mío, lo saqué del bolsillo de mi pantalón y respondí.

—¿Gerard?

—Mikey, estoy en casa de Frank ¿sabes? Creo que sigue muy mal y voy a tener que quedarme toda la noche. Es una lástima, pero puedes hacer lo que sea con James, sólo no en mi habitación, chau.

—Mentiste. — Me dijo pegando su mejilla a la mía.

—Como lo has hecho tú.

—¿Qué? — Se despegó de mí y me miró serio. — ¿De qué hablas?

—Sé que no andabas con Adam, los besos no eran en la boca si no en las comisuras. Quizás es bueno salir con un aspirante a actor, aprendiste a fingir muy bien, me la estuve creyendo siempre… no, miento, no me la creí, yo no, pero incluso Mikey, él siempre creyó que era de verdad.

—Pero yo sí…

—No, no es cierto.

—Como sea.

Se levantó un tanto molesto y corrió al baño para quitarse todo el maquillaje de la cara, encerrándose en el. Era madrugada y supongo que había cagado la noche. Yo hice lo propio con él mío que a diferencia del suyo solo eran unas cuantas gotas de sangre roja. Mi pálida piel me servía para fingir el ser un vampiro.

Me quedé medio recostado en la cama esperándole, estaba tardando demasiado en el baño y me estaba preocupando solo un poco. Cerré los ojos y sentí los brazos de Morfeo llamarle, por lo que me dejé llevar quedándome medio dormido aunque aún escuchaba algunos ruidos exteriores de la calle.

Me coloqué bocabajo y comencé a respirar más pausadamente. Seguía un tanto despierto, aunque mantenía los ojos cerrados y comenzaba a soñar.

—Gee.

Un peso no tan incomodo se situó en mis caderas y comenzó a frotarse contra mí. Gruñí y con una mano libre empujé para librarme de eso, quería seguir durmiendo. Pero el peso se propago como plaga en todo mi cuerpo haciéndome abrir los ojos.

—¡Gerard!

—Frank… ¿Qué carajo estás haciendo?

—Feliz cumpleaños. — ¿me lo decía a mi?

¿Pero que coño? Cuando me di cuenta Frank estaba desnudo sobre mi cuerpo intentando torpemente zafarme la camisa a medias que tenía puesta. Estaba agotado, pero mi cuerpo se contradecía solo. Casi por instinto toda mi sangre bajo de golpe acumulándose en mi entrepierna pidiéndome aunque sea un mínimo rose con el cuerpo pequeño que tenía en mi delante. Y se lo daría.

Casi con torpeza primero con los botones del frente y luego con los de las muñecas, casi a la fuerza y reventándola, logré zafarme la camisa blanca que ahora más bien estaba casi deshecha, ni para preocuparse pues me había costado unos cinco dólares en una tienda donde estaban haciendo un saqueo de bodega.

Con las manos en su cadera, lo alcé de mi cuerpo y le tiré aun lado de mí posicionándome entre sus piernas con fuerza, abriéndoselas y dejándome caer entre ellas comenzando a friccionarme aunque era obvio que le estaba lastimando con el cinturón y la tela.

Sus manos bajaron con desesperación y tiraron hacia todas las direcciones con el broche del cinturón, quitándolo con torpeza y en ocasiones volviéndolo a poner. Ni siquiera me lo quitó; al desabrocharlo, sus dedos tatuados fueron al botón de mis pantalones, soltándolos y bajando el cierre de este para luego empujarlos con manos y pies hasta sacármelo casi por completo. Con los pies, chispé mis zapatos y las calcetas salieron al momento de tirar por completo mis pantalones negros.

Levanté sus piernas con amabas manos y las apoyé en mis hombros mientras le miraba tan sumiso a mí. Estaba tendido, desnudo, solo cubierto por sus tatuajes y una fina capa de sudor que le hacía brillante a la luz de la habitación. Tomó una de mis manos y comenzó a besarla con delicadeza para luego tomar dos dedos y lamerlos lascivamente, provocándome una erección instantánea, más notoria que la de hace unos minutos.

Solo planeaba frotarme hasta correrme, pero ahora era imposible que solo ocurriera eso.

Tomé el cintillo de mi bóxer con la mano libre y los bajé torpemente mientras que Frank se empeñaba en dejarme los dedos completamente empapados. En seguida los soltó y empujó los dedos hacia el interior de sus muslos. Luego subió las manos y se tocó las mejillas que estaban altamente coloradas como el escarlata.

Me acerqué a su rostro y le besé con euforia dejando pequeños lametones y succiones alrededor de su mandíbula, mejillas y cuello para llegar hasta su pecho donde tomé uno de sus pezones y succione al momento en el que mis dedos abrieron paso al interior suyo tan apretado.

—Espero tampoco hayas fingido tener sexo con Adam, que te rajo la garganta.

—Uhm, shh, arruinas mi momento… ¡Ah! Mierda, que dedos te cargas.

Sonreí de lado haciendo el movimiento con mis dedos más rápido, logrando una dilatación casi instantánea. En seguida tomé mi miembro y sin lubricante a la mano tomé del cuello al pequeño enano y le levanté colocándolo de cuclillas frente a mí y luego obligándolo a un buen sexo oral.

Y lo hizo. Abrió la boca y comenzó a lamer por toda la longitud como si una paleta se tratase. Tenía los ojos cerrados y gemía quedamente, pero le escuchaba como si estuviera gritándolo, era bueno con eso, sabía mover la lengua y succionaba de vez en cuando. Le separé cuando sentí que estaba a punto de terminar y volví a tumbarlo a la cama.

Ni me esperé a que se acomodara bien, le penetré y soltó un gritillo algo parecido a los que soltamos cuando estuvimos en la casa de los sustos.

—Mierda. — Murmuré.

—Muévete.

—No.

—¡Muévete!

—¡Que no!

Frank se reincorporó de golpe, soltando varios gemidos y me tumbó de espaldas en la cama con él montado en mí.

—Mierda.

—Te dije.

Acaricie sus piernas con delicadeza con la yema de mis dedos y subí hasta su cadera colocándolas ahí y ayudándole a moverse un poco. La penetración se volvió húmeda y escandalosa, aún y por encima de los gemidos y sollozos que soltábamos los dos.

Cuando pude tomar el ritmo, le empujé por los hombros, y le coloqué sobre su espalda, coloqué mis manos bajo sus piernas obligándole a levantarlas un poco más y comencé a embestir fuerte y rápido. Mi pequeño Iero comenzó a moverse por todo el revoltijo de sabanas, soltando y gritando estupideces, algunas veces gemidos y otras más mi nombre, y eso me gusta tanto que me obligaba a hacerlo aún más rápido.

—¡Bésame! — Me gritó para luego pellizcarme las mejillas y jalarme a él uniendo nuestros labios.

Su miembro golpeaba mi estómago y sentía la punta humedecerse. Separé nuestros labios y hundí mi rostro en la curvatura de su cuello, logrando solo así que sus gritos, me dejaran completamente destrozado el tímpano.

Estaba a nada de llegar. Levanté mi rostro y fruncí el ceño, tomé su miembro y lo agité fuerte haciéndole berrear y morder una pequeña almohada que tenía a la mano. Cerró los ojos fuertemente y abrió aún más las piernas mientras que con sus pequeños brazos tatuados abrazó la almohada y gritó fuerte mente al correrse sobre mi vientre. Y esa imagen fue la más erótica que haya visto en mi vida; tanto que azotó mi entrepierna con fuerza y me corrí en tres embestidas más en su interior.

Nos quedamos quietos un momento y luego salí de él.

—Jodidamente bueno.

Frank descansaba aún con las piernas medio abiertas y ambas manos en su vientre. Su pecho subía y bajaba y seguía así o más sudado que antes. Sus ojos pesaban y lo notaba por el gesto relajado que tenía en ellos; brillaban mucho y estaban cerrándose poco a poco.

—¿Sabes? — Hable encontrando la ocasión bastante buena. ¿Qué mejor momento para declararte, qué después de una sesión de sexo? — Cuando creí que andabas con Adam me puse de todos los colores posibles. Me cayó mal, realmente me había tragado el cuento hasta que les escuché hablar en el baño de chicos, más no sabía y aún no sé el porqué. Pero ustedes se veían tan bien juntos… — Hice una pequeña pausa y luego me retracté. — Mentira, él era feo, arruinaba tu imagen. — Me acomodé a su lado y le abracé pegando una de mis mejillas en su hombro. — Creo que es bueno que lo hayan dejado ¿Por qué lo dejaron no es así? Bueno, no es como que me importe, pero si realmente te interesa andar fingiendo noviazgos, hazlo conmigo y no es porque quiera ayudarte, es que me gustas bastante. — Respiré profundo y le escuché suspirar. — Si vas a enojarte estás en tu derecho aunque lo veo algo tonto después del sexo de hace dos minutos. ¿Sabes? Está bien si no me quieres, pero esta noche me has hecho dudar bastante…

—También te quiero. — Dijo sin aliento, cayendo dormido en cuestión de segundos.

—Feliz Ieroween, pequeño Frodo. 




Nota: Vale, merecia un buen final, pero ya quería terminarlo y me estresaba:c Quería subirlo desde hace horas, pero me fue imposible por visitas inesperadas. En fin. Gracias por leerlo y Feliz (Halloween) Ieroween.

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