martes, 4 de marzo de 2014

Jarjacha: Capítulo II


Capítulo II


1999.

Tom corrió por todo un sendero libre de yerbas bien iluminado por antorchas perfectamente distanciadas una de otra, sin embargo estaba muy oscuro alrededor, era de noche y hacía frío. Parecía que iba de camino hacia algún pueblo en medio de la nada, pero había corrido por un largo rato y parecía no llegar a ninguna parte. Algo le perseguía pero no se detuvo a mirar que era ese algo pues su instinto de supervivencia le alertaba que no era bueno detenerse a averiguarlo. Estaba muy asustado.  

Escuchaba una voz poderosa y fuerte que hacia retumbar todo el bosque y le provocaba esconder la cabeza entre sus hombros, pero además de aquello, también podía escuchar la voz de su hermano. La voz de Bill lloriqueaba como sólo él podía hacerlo cuando estaba completamente aterrado. Aquella voz gangosa por las lágrimas  -lo presentía- se escuchaba por todos lados confundiéndolo; no sabía de donde venía, no sabía en donde estaba su hermano y no se podía controlar de tan abrumado que se sentía.

Las primeras veces que escuchó la voz lastimosa de su hermano pedirle ayuda, gritó con todas sus fuerzas incitando a Bill para que le contestase en que lugar se encontraba o saliera de su posible escondite (si es que estaba escondido por ahí), pero Bill desistía a responder aquellos llamados.

Llegó a creer que era una simple grabación lo que le pedía ayuda, pues su hermano se negaba a responderle, parecía como si no tuviera otras palabras en boca, sólo gritaba su nombre pidiéndole por ayuda y los lloriqueos cada vez eran más agonizantes y dolorosos de escuchar. Pero también desistía de esa teoría cuando escuchaba el llanto desesperado de su hermano tan potente que le dolía el pecho de tal impotencia. El llanto era tan real que sentía su tímpano reventarse y los ojos escocer.

Se quedó parado cuando el suelo bajo sus pies tembló como si se tratara de un terremoto a gran escala y se recargó en un árbol, abrazándolo para sostenerse mejor. Enterró sus dedos clavando sus uñas en la corteza y comenzó a sangrar al dejar las uñas enterradas en el árbol. Pero no se inmuto, parecía no importarle el daño que se hiciera físicamente. Estaba muy agobiado ya por el auxilio de Bill.

—¡Tomi! ¡Ayúdame, ayúdame! ¡Va a lastimarme! ¡Está lastimándome! — Un gritó fuerte por parte de la voz de su hermano le alertó y corrió aún más rápido sin pensar hacia donde de dirigía.

«¡¡Te quedarás en el infierno, por siempre, maldito degenerado!!» Gritó aquella voz poderosa y los lloriqueos de su hermano estaban haciéndole doler la cabeza. Esa voz le hablaba a él, no a Bill, solo a él.

Sabía que era falso, pero la cabeza le dolía, las piernas le dolían, el pecho le dolía tanto que se sentía real. Todo se sentía tan real e incluso Bill. Tom tomó su cabeza entre sus manos y comenzó a murmurar.

—Es un sueño—dijo y el llanto que se escuchaba de su hermano subió de tono con notoria desesperación al escuchar o ver que Tom estaba negándose a la posible realidad. —Es un estúpido sueño—repitió y cerró los ojos con fuerza. — Es un sueño, nada es real. Bill está bien. — murmuró bajo.

—¡¡No estoy bien!! ¡Tomi, ayúdame, me duele!—Gritó Bill con un par de voces graves a coro. —¡Es real!

«¡Te quemarás en el infierno!» Acusó aquella voz nuevamente.

—¡No! —Negó con la cabeza.

—¡¡Tom!! —Gritó Bill.

«¡Maldito cerdo, asqueroso! ¡Impuro! No mereces nada más que la muerte ¡Jódete, cabrón!»

—¡¡No!!

—¡Ayúdame! ¡Soy tu hermano! ¡Tu hermano gemelo! —Lloriqueó— ¡¡Sálvame!! — Gritó Bill de nuevo con una docena de voces a coro.

Lo más aterrador de esa última palabra, no fue la desesperación de Bill como si fueran a descuartizarlo o a quemarlo vivo, sino fueron aquellas voces graves, gruesas y en conjunto que se escucharon a coro con la voz de su hermano. Totalmente perturbador.

Tom cayó de rodillas y comenzó a sollozar mientras que agitaba la cabeza entre sus manos y tiraba de su cabello. Escuchaba el llanto intenso de Bill, le estaba desesperando aún más. Unas voces acosadoras, igual de intensas que la voz que le acusó al principio sonaban en todo el bosque, pero después las voces fueron volviéndose más claras encerrándose en su cabeza.

«¡Vas a pudrirte en el infierno, asqueroso!»

Gritó con fuerza y las lágrimas se deslizaron por sus ojos mojando sus mejillas.

—Ese no es Bill, ese no es Bill. — Murmuró contra el suelo.

Su cabeza estaba frente a la yerba seca del bosque y sus ropas estaban enlodadas. Su cabello, esta vez convertido en unas pequeñas rastas, estaba desordenado. La gorra que siempre traía para mantenerlas sujetas, había volado cuando comenzó a correr en busca de Bill.

—¡Tom! — Negó con la cabeza al escuchar de nuevo la voz de su hermano, esta vez sin las voces a coro. Pero a pesar de eso, se sentía atormentado. —¡Tom! — Colocó los dedos sobre sus ojos cerrados y presionó lastimándose así.

«¡Asqueroso! ¡Maldito cabrón, hijo de puta! Quémate»

—Basta.

«¡Incesto!»

—¡Tom! ¡¡¡Ven por mí al infierno!!!

«¡Jarjacha!»

¡Tom, despierta! Agitó entre sus brazos.

—Bill… —murmuró Tom abriendo los ojos un par de segundos antes de desmayarse en los brazos de Bill, quien despertó asustado, percatándose de los sonidos extraños que salían de los labios de su hermano y había ido a socorrerlo, despertándolo de esa aparente pesadilla.

—¡¡Mamá!! —Gritó Bill asustado al ver como su hermano caía con cansancio y flácido en sus brazos. —¡¡Mamá, mamá!!

Simone despertó alarmada y pateó con torpeza a Jörg quien también abrió los ojos con rapidez. El solo escuchar los lloriqueos de Bill, provocó que ambos se levantaran y corrieran a la habitación de los gemelos abriéndola rápidamente de una patada (intencional) encontrando a sus dos hijos en la cama del mayor de ellos. Pero la situación lejos de dibujarles una sonrisa en el rostro por la ternura de ver a sus hijos juntos, les obligo a soltar un grito aterrador al ver a Bill sollozando tan cerca de su hermano quien parecía inconsciente. Y estaban en lo cierto. Simone casi se desmaya.

—¡Bill! —Simone se acercó y Bill se movió dejando a la vista de su madre a Tom quien lucía agotado, tenía arañones en el rostro y sus manos sangraban, pues algunas de sus uñas se habían desprendido desde la cutícula; su pijama estaba sucia y tenía manchas de sangre y barro.

La escena era escalofriante. Tocó la frente de Tom y sintió la elevada temperatura de su cuerpo, tenía fiebre. Tapó sus labios amortiguando un sollozo y Jörg tomó a un Bill bañado en lágrimas (y asustado) de los brazos para alejarlo de su hermano y así tener acceso a Tom.

—Simone… — Empezó Jörg pero ella agitó las manos para evitar que hablara en frente de Bill.

—Billy, cariño. Voy a llevar a Tom conmigo, por favor quédate aquí ¿sí? —Habló su madre mientras su padre cargaba a su hermano con cuidado.

Bill asintió cabizbajo y dejó que su papá saliera de la habitación con Tom en sus brazos. Se metió en su cama y Simone apagó la luz que él había encendido al ver a su hermano removiéndose aterrado en su sitio.

Se hizo un ovillo en la cama en cuanto la puerta se cerró y sintió una pesada mirada sobre él como todas las noches pasadas después de las pesadillas de Tom. Cerró los ojos y comenzó a llorar arrepintiéndose de lo que había hecho y quedándose dormido al instante.

Simone por su lado, intentaba no romperse ante el menor de sus hijos, pero estaba comenzando a sentirse vieja, nerviosa y desesperada por la situación que se presentaba de manera complicada. Algo atormentaba al mayor de los gemelos por las noches y cada vez, era más fuerte.

Al principio solo eran quejidos suaves, luego gritos insoportables, lloriqueos lastimosos, después, de manera inexplicable comenzaron a aparecer moretones en su cuerpo y ahora incluso aparecía barro y sangre sobre su ropa. Sin contar que también despertaba con arañazos en el rostro y los brazos, como si lo hubieran intentado retener en algún lado y él hubiera logrado escapar.

Desde sus seis años de edad, Tom había comenzado teniendo aquellos sueños extraños. En principio solo veía a Bill llorando en el suelo. Sus lágrimas eran rojas y de la comisura de sus labios brotaba sangre en un estilo vampírico, eso le asustaba pero no más que ver a Bill convirtiéndose en una extraña criatura de cuernos, con cabello negro melenudo, su cuerpo como el de un animal y con una extraña voz que le hacía temblar, sin contar la docenas de voces que le secundaban. Luego de eso, aquel ser extraño que rechazaba como su hermano, le atacaba.

Cuando sus padres comenzaron a insistir en que les platicara sus temores, él solo se limitaba a negar con la cabeza y alegando que solo eran por peliculas de terror. No hablaba de sus pesadillas, se negaba a relatarlas por temor a que nadie le creyera, o que pensaran que tenía un problema mental, pues él sabía que era llevado con un psiquiatra para controlar sus temores nocturnos.

Por las noches siempre era despertado por Bill quien se había negado a la edad de ocho años (cuando los primeros moretones aparecieron) a cambiarse de habitación y dejar a su hermano sólo. Sabía que Tom estaba aterrado por la oscuridad y él procuraba cuidarlo lo mejor que podía; Bill siempre acariciaba sus pequeñas rastas enredadas  y ambos se soltaban a llorar hasta que Simone los encontraba así al amanecer.

Hacía un par de horas atrás, Tom había estado serio y distante durante la cena, Simone se sentía un poco nerviosa, pero intentaba no aparentarlo para tranquilizar a los gemelos. Tom estaba sentado viendo el televisor y Bill a su lado vigilándolo con pena. Su rostro estaba demacrado para ser el de un niño de diez años.

Había sido bañado por Simone quien se quebraba en llantos silenciosos cuando los ocasos tempranos surtían un efecto en Tom quien se volvía un completo zombie cuando la luz solar ya no entraba por la ventana. Lo había duchado con cuidado, reviso su cuerpo con delicadeza. No había rastro de las líneas de sangre que ahora tenía en el rostro y de sus manos casi destrozadas. Incluso se había sentido tranquila cuando las cicatrices de unos arañazos anteriores estaban desapareciendo. Habían pasado más días de espera para que las heridas se cerraran casi por completo, pero ella había sido ingenua pensando que ya no volvería a suceder.

Jörg colocó a Tom sobre la cama  que compartía con Simone y esta fue por un pequeño frasco donde guardaba torundas especiales para cuando sucedian ese tipo de situaciones. Tomo una y exprimió con cuidado para luego comenzar a limpiar las heridas del mayor de sus hijos.

Sus ojos se inundaron y comenzó a sollozar por lo bajo para que Bill no la escuchara. Pasaba su muñeca por las bolsas negras bajo sus ojos y limpiaba las lágrimas rápidamente para volver a limpiar a Tom. Le quitó su pijama llena de barro y sangre y le dejó en ropa interior considerando que también tenía rasguños en el pecho y abdomen. Con cuidado limpió la zona de los dedos donde las uñas estaban asquerosamente arrancadas y colocó pomadas y vendas.

Jörg sostuvo un algodón bajo su nariz y esperó a que reaccionara lentamente mientras que Simone acariciaba el rostro de su hijo.

—Oh, Tom. ¿Qué es lo que está pasando? — su voz se quebró y soltó un llanto fuerte mientras abrazaba a su hijo con fuerza.

—Ma… —Habló Tom con la voz pequeña.

—Tomi. ¿Estás bien? — Tom asintió y Simone sintió una daga en su pecho. Tom mentía para no preocuparla y eso era lo peor de todo. — Dime que sucedió.

—Pesadilla. — Fue todo lo que dijo Tom para girar el rostro y cerrar los ojos.

Simone y Jörg se recostaron a su lado. Ella abrazó a su hijo con posesividad, sintiendo como se agitaba y comenzaba a llorar también. No quiso incomodarlo, por lo que se mantuvo callada hasta que le escuchó tranquilizarse y luego quedarse dormido.

—Simone. — murmuró Jörg escuchando la delicada respiración de Tom, quien estaba aferrado al cuerpo de su madre. Simone soltó un chasquido con la lengua para indicarle que estaba escuchando. —¿Has pensado que puede ser Bill quien lastima a Tom?

El silencio en la habitación se volvió denso. Simone sollozo y negó con la cabeza aunque Jörg no pudiera verle.

—No puede ser. Billy no lastimaría a Tom. ¿Cómo te atreves a decir tal blasfemia? — Preguntó con la voz quebrada y muy delicada para no despertar a Tom.

—No es ninguna blasfemia, mujer. Bill siempre ha estado para su hermano, lo sabemos. Pero ¿no crees qué, es muy casual que siempre suceda cuando Bill duerme en la misma habitación que él?

—Siempre duermen en la misma habitación.

—No, no siempre. Cuando fueron de visita a la casa de los abuelos a las afueras de Magdeburgo. Tus padres dijeron que Tom no tuvo pesadillas por las noches y que no lo había pasado mal. Ambos chicos tuvieron su propia habitación, recuérdalo. — Simone recordaba, pero se mantuvo callada. — Amo a Bill, pero si está haciendo daño a Tom…

—Cállate. No lo digas.

Jörg calló y se acomodó para seguir durmiendo. Apenas el primer ronquido salió de sus labios, Simone comenzó a hiperventilar y abrazó más a Tom hundiendo su nariz en los cabellos rubios de su hijo.

—Bill. No…

Se quedó despierta toda la noche velando sus sueños.

Ella veía en Bill alguien incapaz de lastimar hasta a un insecto. Bill tenía un corazón enorme y aunque había cambiado los roles con su hermano, siendo él ahora quien lo protegía, no podía negar que quizás Jörg tuviera razón. Quizás Bill lo hacía, pero no se explicaba ni el porqué ni el cómo.

Ya no quedaba nada del niño que sonreía a todos con alegría mañanera. Que hacia bromas con su mejor amigo, y que sobre todo era el más fuerte y saludable de los gemelos. Que cuidaba con alma y cuerpo a su hermano menor de los monstruos arranca cabezas o de los “denomios” de aquella noche en la que al parecer habían llegado para quedarse. Después aquella estúpida plática que ella había escuchado por las voces fuertes que se colaron a su habitación y que pretendía ser inocente, se desató el infierno.

Por muy roto que estuviese su matrimonio con Jörg, habían desistido en separarse al notar como el ánimo de Tom decaía día a día. La preocupación nació al notar que tan grave se volvía el asunto de su hijo mayor, pues no lo veían para nada saludable, comía muy poco y temía por las noches cuando su madre lo dejaba acostado sobre la cama con lágrimas en los ojos. Incluso llegaron a pensar que las depresiones que sufría, tenían que ver con su separación, pues lo escuchaban sollozar por las noches hasta caer dormido (aunque después de un par de horas se despertara gritando), pero no, pues cuando desistieron en pelear, Tom se deprimía cada vez más.

Al paso del tiempo, cuando su matrimonio parecía un poco más estable, notaron que la situación de Tom empeoraba notoria y drásticamente. Habían acudido con algunos doctores y especialistas, sin embargo aconsejaron que lo más recomendable fuera asistir con un psicólogo, pues no era normal que el pequeño amaneciera como si se hubiera dado miles de latigazos por todo el cuerpo. Lo más probable era que por las noches tomara las navajas de afeitar del baño y se auto mutilara por la depresión de la posible separación de sus padres. Cosa que quedó descartada en cuanto fueron con el psiquiatra.

Tom tomaba un par de pastillas antidepresivas y otra más para poder dormir sin problemas por las noches. Lo que no sabían era que entre más dormía, más grande se volvía el problema.

— — —

Al día siguiente, Bill intentaba tocar a su hermano con la punta de sus dedos. Simone se lo había prohibido, pero ahora ella no estaba cerca para decirle que no.

Incluso él no sabía porque no podía hacerlo. Su madre había estado comprensiva cuando él consolaba a su hermano, lo abrazaba y le daba besos cariñosos para que sonriera, pero ahora estaba negándoselo e incluso insistió en cambiarlo de habitación.

A partir de esa noche dormirían separados y a Bill le aterraba el que Tom tuviera un ataque nocturno y más estando él solo. No quería dejarlo, pero sus padres habían ordenado hacerlo así y tenía que obedecer, pero en su cabeza estaba la idea de que si por la noche escuchaba tan solo un quejido en la habitación de su hermano, se levantaría corriendo a socorrerlo.

Bill suspiró y dejó el control remoto muy cerca de la pierna de su hermano, lo empujó con el dedo índice y lo incitó a que él eligiera algo que ver.

—Tomi. — Masculló y se acercó a Tom quien tenía la mirada fija en algún punto de la pared.

La televisión estaba encendida y estaba puesto un canal de caricaturas para que Tom sonriera un poco aunque sea, pero Tom ni siquiera parpadeaba, se mantenía quieto en su lugar, tanto que Bill se veía obligado a mirar fijamente el pecho de su hermano, cerciorándose de que aún respirara. Daba miedo, su rostro y brazos estaban rojos por las cortaduras de la noche y sus ojos lagrimeaban mucho.

—¿Quieres ver eso? —Preguntó Bill de nuevo y estiro la mano tocando el hombro de Tom—Tomi. — Tom abrió los ojos al escuchar la voz de Bill y comenzó a negar con la cabeza asustado.

—No, no, no. Déjame. — Dijo bajito.

—Tom, soy Bill. — Sollozó con la voz quebrada al sentir un dolor fuerte en su pecho. Justo en el corazón, al ver como Tom le rechazaba con miedo. —Soy Bill.

—No, déjame. ¡Déjame! — Gritó y comenzó a llorar aún mirando a la nada. Sus manos cubrieron su cabeza y sus piernas subieron a su pecho protegiéndose de algo que no sabía que era… Los lloriqueos lastimosos de su hermano, obligaron a Bill a romper en llanto.

—Tom…

—¡Bill! — Gritó Simone acercándose a Tom, viéndolo asustado y llorando. — ¡Te dije que no te acercaras a él! —Tomó el brazo de Bill y tiró de él alejándolo con violencia de su hermano.

Jörg apareció en la habitación con un semblante serio y miró a Bill con desaprobación.

—Muchachito, se te dio una orden y no la has acatado. — Dijo con voz seria. Bill bajó la cabeza y escuchó como Simone abrazaba a su hermano y lo arrullaba contra su pecho para hacerlo callar. — Estás castigado.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —Bill se sintió molesto y con ganas de golpear a su padre hasta hacerlo sangrar.

—No puedes acercarte a tu hermano en todo el día. —Fue todo lo que dijo Jörg y fue donde Simone para tranquilizar a su hijo.

Era extraño e incluso se sentía extraño. Bill no era él mismo, algo andaba mal y lo supo cuando los primeros pensamientos demasiado violentos azotaron su cabeza.

Bufó molesto y se fue a su habitación intentando contener las ganas de patear a su padre. Quería gritarle a su madre que se callara, su voz chillona por las lágrimas le hartaba y se sentía celoso de que ella estuviera calmando a Tom. Aunque él lo hacía por las noches después de lastimarlo.

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