Capítulo II
1999.
Tom
corrió por todo un sendero libre de yerbas bien iluminado por antorchas
perfectamente distanciadas una de otra, sin embargo estaba muy oscuro
alrededor, era de noche y hacía frío. Parecía que iba de camino hacia
algún pueblo en medio de la nada, pero había corrido por un largo rato y
parecía no llegar a ninguna parte. Algo le perseguía pero no se detuvo a
mirar que era ese algo pues su instinto de supervivencia le alertaba
que no era bueno detenerse a averiguarlo. Estaba muy asustado.
Escuchaba
una voz poderosa y fuerte que hacia retumbar todo el bosque y le
provocaba esconder la cabeza entre sus hombros, pero además de aquello,
también podía escuchar la voz de su hermano. La voz de Bill lloriqueaba
como sólo él podía hacerlo cuando estaba completamente aterrado. Aquella
voz gangosa por las lágrimas -lo presentía- se escuchaba por todos
lados confundiéndolo; no sabía de donde venía, no sabía en donde estaba
su hermano y no se podía controlar de tan abrumado que se sentía.
Las
primeras veces que escuchó la voz lastimosa de su hermano pedirle
ayuda, gritó con todas sus fuerzas incitando a Bill para que le
contestase en que lugar se encontraba o saliera de su posible escondite
(si es que estaba escondido por ahí), pero Bill desistía a responder
aquellos llamados.
Llegó
a creer que era una simple grabación lo que le pedía ayuda, pues su
hermano se negaba a responderle, parecía como si no tuviera otras
palabras en boca, sólo gritaba su nombre pidiéndole por ayuda y los
lloriqueos cada vez eran más agonizantes y dolorosos de escuchar. Pero
también desistía de esa teoría cuando escuchaba el llanto desesperado de
su hermano tan potente que le dolía el pecho de tal impotencia. El
llanto era tan real que sentía su tímpano reventarse y los ojos escocer.
Se
quedó parado cuando el suelo bajo sus pies tembló como si se tratara de
un terremoto a gran escala y se recargó en un árbol, abrazándolo para
sostenerse mejor. Enterró sus dedos clavando sus uñas en la corteza y
comenzó a sangrar al dejar las uñas enterradas en el árbol. Pero no se
inmuto, parecía no importarle el daño que se hiciera físicamente. Estaba
muy agobiado ya por el auxilio de Bill.
—¡Tomi!
¡Ayúdame, ayúdame! ¡Va a lastimarme! ¡Está lastimándome! — Un gritó
fuerte por parte de la voz de su hermano le alertó y corrió aún más
rápido sin pensar hacia donde de dirigía.
«¡¡Te
quedarás en el infierno, por siempre, maldito degenerado!!» Gritó
aquella voz poderosa y los lloriqueos de su hermano estaban haciéndole
doler la cabeza. Esa voz le hablaba a él, no a Bill, solo a él.
Sabía
que era falso, pero la cabeza le dolía, las piernas le dolían, el pecho
le dolía tanto que se sentía real. Todo se sentía tan real e incluso
Bill. Tom tomó su cabeza entre sus manos y comenzó a murmurar.
—Es
un sueño—dijo y el llanto que se escuchaba de su hermano subió de tono
con notoria desesperación al escuchar o ver que Tom estaba negándose a
la posible realidad. —Es un estúpido sueño—repitió y cerró los ojos con
fuerza. — Es un sueño, nada es real. Bill está bien. — murmuró bajo.
—¡¡No estoy bien!! ¡Tomi, ayúdame, me duele!—Gritó Bill con un par de voces graves a coro. —¡Es real!
«¡Te quemarás en el infierno!» Acusó aquella voz nuevamente.
—¡No! —Negó con la cabeza.
—¡¡Tom!! —Gritó Bill.
«¡Maldito cerdo, asqueroso! ¡Impuro! No mereces nada más que la muerte ¡Jódete, cabrón!»
—¡¡No!!
—¡Ayúdame! ¡Soy tu hermano! ¡Tu hermano gemelo! —Lloriqueó— ¡¡Sálvame!! — Gritó Bill de nuevo con una docena de voces a coro.
Lo
más aterrador de esa última palabra, no fue la desesperación de Bill
como si fueran a descuartizarlo o a quemarlo vivo, sino fueron aquellas
voces graves, gruesas y en conjunto que se escucharon a coro con la voz
de su hermano. Totalmente perturbador.
Tom
cayó de rodillas y comenzó a sollozar mientras que agitaba la cabeza
entre sus manos y tiraba de su cabello. Escuchaba el llanto intenso de
Bill, le estaba desesperando aún más. Unas voces acosadoras, igual de
intensas que la voz que le acusó al principio sonaban en todo el bosque,
pero después las voces fueron volviéndose más claras encerrándose en su
cabeza.
«¡Vas a pudrirte en el infierno, asqueroso!»
Gritó con fuerza y las lágrimas se deslizaron por sus ojos mojando sus mejillas.
—Ese no es Bill, ese no es Bill. — Murmuró contra el suelo.
Su
cabeza estaba frente a la yerba seca del bosque y sus ropas estaban
enlodadas. Su cabello, esta vez convertido en unas pequeñas rastas,
estaba desordenado. La gorra que siempre traía para mantenerlas sujetas,
había volado cuando comenzó a correr en busca de Bill.
—¡Tom!
— Negó con la cabeza al escuchar de nuevo la voz de su hermano, esta
vez sin las voces a coro. Pero a pesar de eso, se sentía atormentado.
—¡Tom! — Colocó los dedos sobre sus ojos cerrados y presionó
lastimándose así.
«¡Asqueroso! ¡Maldito cabrón, hijo de puta! Quémate»
—Basta.
«¡Incesto!»
—¡Tom! ¡¡¡Ven por mí al infierno!!!
«¡Jarjacha!»
—¡Tom, despierta! —Agitó entre sus brazos.
—Bill… —murmuró Tom
abriendo los ojos un par de segundos antes de desmayarse en los brazos
de Bill, quien despertó asustado, percatándose de los sonidos extraños
que salían de los labios de su hermano y había ido a socorrerlo,
despertándolo de esa aparente pesadilla.
—¡¡Mamá!! —Gritó Bill asustado al ver como su hermano caía con cansancio y flácido en sus brazos. —¡¡Mamá, mamá!!
Simone despertó alarmada
y pateó con torpeza a Jörg quien también abrió los ojos con rapidez. El
solo escuchar los lloriqueos de Bill, provocó que ambos se levantaran y
corrieran a la habitación de los gemelos abriéndola rápidamente de una
patada (intencional) encontrando a sus dos hijos en la cama del mayor de
ellos. Pero la situación lejos de dibujarles una sonrisa en el rostro
por la ternura de ver a sus hijos juntos, les obligo a soltar un grito
aterrador al ver a Bill sollozando tan cerca de su hermano quien parecía
inconsciente. Y estaban en lo cierto. Simone casi se desmaya.
—¡Bill! —Simone se
acercó y Bill se movió dejando a la vista de su madre a Tom quien lucía
agotado, tenía arañones en el rostro y sus manos sangraban, pues algunas
de sus uñas se habían desprendido desde la cutícula; su pijama estaba
sucia y tenía manchas de sangre y barro.
La escena era
escalofriante. Tocó la frente de Tom y sintió la elevada temperatura de
su cuerpo, tenía fiebre. Tapó sus labios amortiguando un sollozo y Jörg
tomó a un Bill bañado en lágrimas (y asustado) de los brazos para
alejarlo de su hermano y así tener acceso a Tom.
—Simone… — Empezó Jörg pero ella agitó las manos para evitar que hablara en frente de Bill.
—Billy, cariño. Voy a
llevar a Tom conmigo, por favor quédate aquí ¿sí? —Habló su madre
mientras su padre cargaba a su hermano con cuidado.
Bill asintió cabizbajo y
dejó que su papá saliera de la habitación con Tom en sus brazos. Se
metió en su cama y Simone apagó la luz que él había encendido al ver a
su hermano removiéndose aterrado en su sitio.
Se hizo un ovillo en la
cama en cuanto la puerta se cerró y sintió una pesada mirada sobre él
como todas las noches pasadas después de las pesadillas de Tom. Cerró
los ojos y comenzó a llorar arrepintiéndose de lo que había hecho y
quedándose dormido al instante.
Simone por su lado,
intentaba no romperse ante el menor de sus hijos, pero estaba comenzando
a sentirse vieja, nerviosa y desesperada por la situación que se
presentaba de manera complicada. Algo atormentaba al mayor de los
gemelos por las noches y cada vez, era más fuerte.
Al principio solo eran
quejidos suaves, luego gritos insoportables, lloriqueos lastimosos,
después, de manera inexplicable comenzaron a aparecer moretones en su
cuerpo y ahora incluso aparecía barro y sangre sobre su ropa. Sin contar
que también despertaba con arañazos en el rostro y los brazos, como si
lo hubieran intentado retener en algún lado y él hubiera logrado
escapar.
Desde sus seis años de
edad, Tom había comenzado teniendo aquellos sueños extraños. En
principio solo veía a Bill llorando en el suelo. Sus lágrimas eran rojas
y de la comisura de sus labios brotaba sangre en un estilo vampírico,
eso le asustaba pero no más que ver a Bill convirtiéndose en una extraña
criatura de cuernos, con cabello negro melenudo, su cuerpo como el de
un animal y con una extraña voz que le hacía temblar, sin contar la
docenas de voces que le secundaban. Luego de eso, aquel ser extraño que
rechazaba como su hermano, le atacaba.
Cuando sus padres
comenzaron a insistir en que les platicara sus temores, él solo se
limitaba a negar con la cabeza y alegando que solo eran por peliculas de
terror. No hablaba de sus pesadillas, se negaba a relatarlas por temor a
que nadie le creyera, o que pensaran que tenía un problema mental, pues
él sabía que era llevado con un psiquiatra para controlar sus temores
nocturnos.
Por las noches siempre
era despertado por Bill quien se había negado a la edad de ocho años
(cuando los primeros moretones aparecieron) a cambiarse de habitación y
dejar a su hermano sólo. Sabía que Tom estaba aterrado por la oscuridad y
él procuraba cuidarlo lo mejor que podía; Bill siempre acariciaba sus
pequeñas rastas enredadas y ambos se soltaban a llorar hasta que Simone
los encontraba así al amanecer.
Hacía un par de horas
atrás, Tom había estado serio y distante durante la cena, Simone se
sentía un poco nerviosa, pero intentaba no aparentarlo para tranquilizar
a los gemelos. Tom estaba sentado viendo el televisor y Bill a su lado
vigilándolo con pena. Su rostro estaba demacrado para ser el de un niño
de diez años.
Había sido bañado por
Simone quien se quebraba en llantos silenciosos cuando los ocasos
tempranos surtían un efecto en Tom quien se volvía un completo zombie
cuando la luz solar ya no entraba por la ventana. Lo había duchado con
cuidado, reviso su cuerpo con delicadeza. No había rastro de las líneas
de sangre que ahora tenía en el rostro y de sus manos casi destrozadas.
Incluso se había sentido tranquila cuando las cicatrices de unos
arañazos anteriores estaban desapareciendo. Habían pasado más días de
espera para que las heridas se cerraran casi por completo, pero ella
había sido ingenua pensando que ya no volvería a suceder.
Jörg colocó a Tom sobre
la cama que compartía con Simone y esta fue por un pequeño frasco donde
guardaba torundas especiales para cuando sucedian ese tipo de
situaciones. Tomo una y exprimió con cuidado para luego comenzar a
limpiar las heridas del mayor de sus hijos.
Sus ojos se inundaron y
comenzó a sollozar por lo bajo para que Bill no la escuchara. Pasaba su
muñeca por las bolsas negras bajo sus ojos y limpiaba las lágrimas
rápidamente para volver a limpiar a Tom. Le quitó su pijama llena de
barro y sangre y le dejó en ropa interior considerando que también tenía
rasguños en el pecho y abdomen. Con cuidado limpió la zona de los dedos
donde las uñas estaban asquerosamente arrancadas y colocó pomadas y
vendas.
Jörg sostuvo un algodón bajo su nariz y esperó a que reaccionara lentamente mientras que Simone acariciaba el rostro de su hijo.
—Oh, Tom. ¿Qué es lo que está pasando? — su voz se quebró y soltó un llanto fuerte mientras abrazaba a su hijo con fuerza.
—Ma… —Habló Tom con la voz pequeña.
—Tomi. ¿Estás bien? —
Tom asintió y Simone sintió una daga en su pecho. Tom mentía para no
preocuparla y eso era lo peor de todo. — Dime que sucedió.
—Pesadilla. — Fue todo lo que dijo Tom para girar el rostro y cerrar los ojos.
Simone y Jörg se
recostaron a su lado. Ella abrazó a su hijo con posesividad, sintiendo
como se agitaba y comenzaba a llorar también. No quiso incomodarlo, por
lo que se mantuvo callada hasta que le escuchó tranquilizarse y luego
quedarse dormido.
—Simone. — murmuró Jörg
escuchando la delicada respiración de Tom, quien estaba aferrado al
cuerpo de su madre. Simone soltó un chasquido con la lengua para
indicarle que estaba escuchando. —¿Has pensado que puede ser Bill quien
lastima a Tom?
El silencio en la habitación se volvió denso. Simone sollozo y negó con la cabeza aunque Jörg no pudiera verle.
—No puede ser. Billy no
lastimaría a Tom. ¿Cómo te atreves a decir tal blasfemia? — Preguntó con
la voz quebrada y muy delicada para no despertar a Tom.
—No es ninguna
blasfemia, mujer. Bill siempre ha estado para su hermano, lo sabemos.
Pero ¿no crees qué, es muy casual que siempre suceda cuando Bill duerme
en la misma habitación que él?
—Siempre duermen en la misma habitación.
—No, no siempre. Cuando
fueron de visita a la casa de los abuelos a las afueras de Magdeburgo.
Tus padres dijeron que Tom no tuvo pesadillas por las noches y que no lo
había pasado mal. Ambos chicos tuvieron su propia habitación,
recuérdalo. — Simone recordaba, pero se mantuvo callada. — Amo a Bill,
pero si está haciendo daño a Tom…
—Cállate. No lo digas.
Jörg calló y se acomodó
para seguir durmiendo. Apenas el primer ronquido salió de sus labios,
Simone comenzó a hiperventilar y abrazó más a Tom hundiendo su nariz en
los cabellos rubios de su hijo.
—Bill. No…
Se quedó despierta toda la noche velando sus sueños.
Ella veía en Bill
alguien incapaz de lastimar hasta a un insecto. Bill tenía un corazón
enorme y aunque había cambiado los roles con su hermano, siendo él ahora
quien lo protegía, no podía negar que quizás Jörg tuviera razón. Quizás
Bill lo hacía, pero no se explicaba ni el porqué ni el cómo.
Ya no quedaba nada del
niño que sonreía a todos con alegría mañanera. Que hacia bromas con su
mejor amigo, y que sobre todo era el más fuerte y saludable de los
gemelos. Que cuidaba con alma y cuerpo a su hermano menor de los
monstruos arranca cabezas o de los “denomios” de aquella noche en la que
al parecer habían llegado para quedarse. Después aquella estúpida
plática que ella había escuchado por las voces fuertes que se colaron a
su habitación y que pretendía ser inocente, se desató el infierno.
Por muy roto que
estuviese su matrimonio con Jörg, habían desistido en separarse al notar
como el ánimo de Tom decaía día a día. La preocupación nació al notar
que tan grave se volvía el asunto de su hijo mayor, pues no lo veían
para nada saludable, comía muy poco y temía por las noches cuando su
madre lo dejaba acostado sobre la cama con lágrimas en los ojos. Incluso
llegaron a pensar que las depresiones que sufría, tenían que ver con su
separación, pues lo escuchaban sollozar por las noches hasta caer
dormido (aunque después de un par de horas se despertara gritando), pero
no, pues cuando desistieron en pelear, Tom se deprimía cada vez más.
Al paso del tiempo,
cuando su matrimonio parecía un poco más estable, notaron que la
situación de Tom empeoraba notoria y drásticamente. Habían acudido con
algunos doctores y especialistas, sin embargo aconsejaron que lo más
recomendable fuera asistir con un psicólogo, pues no era normal que el
pequeño amaneciera como si se hubiera dado miles de latigazos por todo
el cuerpo. Lo más probable era que por las noches tomara las navajas de
afeitar del baño y se auto mutilara por la depresión de la posible
separación de sus padres. Cosa que quedó descartada en cuanto fueron con
el psiquiatra.
Tom tomaba un par de
pastillas antidepresivas y otra más para poder dormir sin problemas por
las noches. Lo que no sabían era que entre más dormía, más grande se
volvía el problema.
— — —
Al día siguiente, Bill
intentaba tocar a su hermano con la punta de sus dedos. Simone se lo
había prohibido, pero ahora ella no estaba cerca para decirle que no.
Incluso él no sabía
porque no podía hacerlo. Su madre había estado comprensiva cuando él
consolaba a su hermano, lo abrazaba y le daba besos cariñosos para que
sonriera, pero ahora estaba negándoselo e incluso insistió en cambiarlo
de habitación.
A partir de esa noche
dormirían separados y a Bill le aterraba el que Tom tuviera un ataque
nocturno y más estando él solo. No quería dejarlo, pero sus padres
habían ordenado hacerlo así y tenía que obedecer, pero en su cabeza
estaba la idea de que si por la noche escuchaba tan solo un quejido en
la habitación de su hermano, se levantaría corriendo a socorrerlo.
Bill suspiró y dejó el
control remoto muy cerca de la pierna de su hermano, lo empujó con el
dedo índice y lo incitó a que él eligiera algo que ver.
—Tomi. — Masculló y se acercó a Tom quien tenía la mirada fija en algún punto de la pared.
La televisión estaba
encendida y estaba puesto un canal de caricaturas para que Tom sonriera
un poco aunque sea, pero Tom ni siquiera parpadeaba, se mantenía quieto
en su lugar, tanto que Bill se veía obligado a mirar fijamente el pecho
de su hermano, cerciorándose de que aún respirara. Daba miedo, su rostro
y brazos estaban rojos por las cortaduras de la noche y sus ojos
lagrimeaban mucho.
—¿Quieres ver eso?
—Preguntó Bill de nuevo y estiro la mano tocando el hombro de Tom—Tomi. —
Tom abrió los ojos al escuchar la voz de Bill y comenzó a negar con la
cabeza asustado.
—No, no, no. Déjame. — Dijo bajito.
—Tom, soy Bill. —
Sollozó con la voz quebrada al sentir un dolor fuerte en su pecho. Justo
en el corazón, al ver como Tom le rechazaba con miedo. —Soy Bill.
—No, déjame. ¡Déjame! —
Gritó y comenzó a llorar aún mirando a la nada. Sus manos cubrieron su
cabeza y sus piernas subieron a su pecho protegiéndose de algo que no
sabía que era… Los lloriqueos lastimosos de su hermano, obligaron a Bill
a romper en llanto.
—Tom…
—¡Bill! — Gritó Simone
acercándose a Tom, viéndolo asustado y llorando. — ¡Te dije que no te
acercaras a él! —Tomó el brazo de Bill y tiró de él alejándolo con
violencia de su hermano.
Jörg apareció en la habitación con un semblante serio y miró a Bill con desaprobación.
—Muchachito, se te dio
una orden y no la has acatado. — Dijo con voz seria. Bill bajó la cabeza
y escuchó como Simone abrazaba a su hermano y lo arrullaba contra su
pecho para hacerlo callar. — Estás castigado.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —Bill se sintió molesto y con ganas de golpear a su padre hasta hacerlo sangrar.
—No puedes acercarte a tu hermano en todo el día. —Fue todo lo que dijo Jörg y fue donde Simone para tranquilizar a su hijo.
Era extraño e incluso se
sentía extraño. Bill no era él mismo, algo andaba mal y lo supo cuando
los primeros pensamientos demasiado violentos azotaron su cabeza.
Bufó molesto y se fue a
su habitación intentando contener las ganas de patear a su padre. Quería
gritarle a su madre que se callara, su voz chillona por las lágrimas le
hartaba y se sentía celoso de que ella estuviera calmando a Tom. Aunque
él lo hacía por las noches después de lastimarlo.
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