jueves, 13 de marzo de 2014

Jarjacha: Capítulo III


Capítulo III

2003.

El cambio en Tom, era notorio con solo verle a un par de metros de distancia. Sus ojos brillaban más, una tímida sonrisa se escapaba de sus labios y los arañazos sádicamente hechos por quien sabe qué y quien, habían desaparecido después de un par de años tortuosos.

Las primeras semanas que durmieron en habitaciones separadas, Tom aún había experimentado algunas pesadillas y rasguños en menor cantidad, sin embargo éstos ya no eran tan terribles y perturbadores como los que anteriormente aparecían cuando compartía la habitación con Bill. Además se sumaba el hecho de que también, había comenzado a tener sueños más suaves y tranquilos comparados a las pesadillas en las que Bill por lo regular estaba lloroso, con lágrimas de sangre bañando sus mejillas y pidiendo ayuda a grandes y tortuosos gritos.

Simone había soltado un suspiro de alivio en cuanto se entero de ello. Quiso gritar de alegría y abrazar con todas sus fuerzas a sus dos hijos, sin embargo, no quería que estos le preguntaran el porqué de su felicidad descontrolada. Y es que estaba claro. Al Tom haber seguido experimentado algunos rasguños aún estando lejos de Bill, la teoría de Jörg quedaba descartada totalmente. Bill no ocasionaba ningún daño…

Por las mañanas al despertar, en su revisión de rutina propuesta y hecha solo por él mismo, el mayor de los gemelos, revisaba con esmero y cuidado su cuerpo y su pijama frente a un espejo de cuerpo completo, atento a cada cosa nueva y anormal (como rasguños o lodo y sangre según fuera el caso) que se encontrara sobre él; pero para suerte suya, había días en los que solo encontraba un grano alzándose orgulloso como volcán sobre su frente o espalda, a causa de las hormonas de la pubertad que se hacía presente en su cuerpo. Le era inevitable soltar un gritito de alegría. Confirmando que nada extraño pasaba y que cada día se recuperaba más, se revolcaba en la cama de total felicidad siendo así que el pequeño Tom tenía una sonrisa en la cara que le duraba todo el día.

Bill por su lado, disimulaba bastante bien. Se sentía un poco decepcionado al notar como las cicatrices de las heridas nocturnas hechas en el cuerpo de su gemelo un par de meses atrás, iban desapareciendo hasta convertirse en simples líneas pálidas y gordas que indicaban que había existido una herida no tan grave pero sí dramática en ese lugar. Tom cada vez estaba más alegre y jugueteaba con los nuevos vecinos que estaban a su alrededor, incluso dejando de lado a su hermano menor en algunas ocasiones. Y no era el que a Bill le gustara ver a su hermano sufrir de esa manera (o quizás), si no era que creía, que si tales marcas persistían por más tiempo, Tom seguiría necesitando de su cariño.

Los padres de los gemelos respiraban con más tranquilidad. Su matrimonio roto de alguna manera, había sido salvado por el problema bastante extraño de Tom, quien les había obligado a permanecer juntos por unos cuantos años, aún y cuando no se soportaban. Pero ahora ya no existía tal problema, y ellos habían podido conversar y complementarse, por lo que funcionaban ahora bastante bien en familia.

Simone mimaba con postres y galletas a Tom, mientras que Jörg intentaba ser un “buen padre” sacándolos a jugar un partido de futbol, o simplemente distrayéndolos con juegos baratos de mesa. En varias ocasiones, mientras estaban todos juntos disfrutando de un día familiar, Tom tenía de manera descontrolada ataques de pánico, cegándose totalmente del lugar en donde estaba. Comenzaba a balbucear cosas extrañas y a aventar las figuras de barro y cristal que Simone tanto se esmeraba en limpiar. No eran para alarmarse, ya habían sucedido un par de veces, pero el simple hecho de escucharlo gritar de esa manera, con ese terror, les rompía el corazón a todos. Sus ataques no duraban más de cinco o diez minutos, sin embargo era lo suficiente para que todos perdieran la cabeza.

Pero a pesar de eso, últimamente la preocupación (no bastante tortuosa) de los padres de los gemelos no estaba en Tom, sino en Bill quien había comenzando a tener un comportamiento bastante extraño, y rebelde para su corta edad. Eso solo ocurría cuando Simone se acercaba al mayor de los gemelos para mimarlo o cuando Jörg compraba algún juego de mesa para hacerle olvidar sus problemas. Sin embargo, tampoco era preocupante pues con Tom se comportaba como siempre había sido: Cariñoso, amable y se esforzaba en hacerle reír dándole besos y abrazándolo de manera protectora.

Aunque el hecho era que en realidad, podía ser bastante raro que se comportara de manera tan celosa y agresiva, gritando barbaridades, gruñendo como un perro agresivo a punto de atacar y encerrándose en su habitación con fuertes portazos. Parecía que incluso, se aguantaba las ganas de aventarse contra su madre cuando ésta abrazaba al mayor de los gemelos y le acariciaba la maraña de rastas rubias hasta hacerlo dormir; cuando sus padres lo obligaban a salir con Natalie, la vecina rubita de nueve años; o incluso cuando los separaban en vacaciones.

Bill se sentía molesto e incluso extrañaba las pesadillas y las heridas nocturnas de Tom pues lo sentía distante y eso le chocaba, tanto que en un impulso de rabia y celos, había tirado las pastillas antidepresivas de su hermano por el retrete con la esperanza de que sufriera pronto algún ataque de pánico, que volviera a tener sus pesadillas, amaneciera con rasguños o que incluso se desmayara en sus brazos como la ultima vez, pero nada de eso parecía volver a suceder.

Por las noches la puerta de Tom estaba atrancada y con candado imposibilitando la entrada a cualquier persona que quisiera entrar por voluntad propia y de manera secreta. Simone había sido clara con él respecto a ello… “—No entraras a la habitación de tu hermano por las noches.”… Solo había dos llaves que permitían el acceso: una de ellas la tenía Simone para cuando se necesitara con urgencia abrir la puerta de la habitación y la otra Tom escondida quien sabe donde y solo la utilizaba para ir al baño por las noches, cosa que incluso era torpe pues su habitación tenía un baño incluido.
Le molestaba, le molestaba demasiado. Y cuando las pesadillas de Tom desparecieron por completo… comenzó a querer más.

— — —

Bill estaba sentado en las escaleras, mirando con recelo a Simone, quien no dejaba de abrazar y besar a Tom cariñosamente. Se sentía celoso y no porque Tom recibiera todo el cariño de su madre, sino al contrario, porque quería ser solo él quien pudiera tocarlo de esa manera. Se aguantaba las ganas de empujar a su madre, de tirarle del cabello y darle una buena bofetada para dejarle en claro que Tom solo podía con él, quería incluso escupirle en la cara una buena sarta de ofensas que tenía parpadeando como letreros de bar nocturnos en la cabeza.

Pero al dar un repaso completo en el atuendo afeminado de su madre, una idea bastante bizarra se cruzó por su mente al fijar completamente su atención en el rostro perfectamente maquillado. Decidió que en vez de usar algo de violencia, podría sacar provecho a las verdades dolorosas que le decían los chicos de la calle en años pasados.

Sin pensárselo más, corrió escaleras arriba y pasando por el pasillo largo hasta el final, se coló en la habitación de sus padres, saboteando así, el pequeño alhajero de su madre y su estuche de maquillaje, robando: sombras y delineadores negros, rímel, gloss de labios. Eligió entre todos los más oscuros revisándolos y pintando rayitas en el dorso de la mano para comprobar lo fuertes que eran. Un mechón de cabello cayó sobre sus ojos haciéndolo bufar molesto y lo tomó llevándolo detrás de su oreja; pero antes de colocarlo, lo posó frente a sus ojos y pensó en pintarse el cabello de negro azabache. Seguro le quedaba perfecto. Algunas mechas rubias llegaban por las orejas cubriéndolas apenas un poco. No era tan largo como el de Simone, pero podía funcionar.

Se miró frente al espejo y con una sonrisa bastante extraña salió de la habitación con todo en brazos dirigiéndose tan rápido como una bala hacia el baño. Aseguró la puerta con pestillo y colocó cada uno de los cosméticos con mucho cuidado sobre el lavabo. Se miró en el espejo y sonrió de nuevo notando el color rojo sangre en sus ojos, como si dentro de ellos, algunos vasos se hubieran roto a causa de un fuerte golpe.

Estando seguro de que sus padres estarían con Tom sin dejarlo solo un momento, tomó el lápiz delineador de su madre y lo posó sobre su parpado superior. Dibujó una línea delgada al contorno de su ojo y sintió la punta enterrarse sobre la piel hasta que lentamente lo despegó de su dermis.

Su mirada se concentró en su ojo maquillado.

Creyendo que necesitaría más que una simple línea de delineador para sorprender a Tom, volvió a posar el lápiz delineador y repasó unas cinco líneas más dejando casi por completo su parpado superior pintado de negro con profesionalismo, difuminó las esquinas con sombra y colocó gloss en gran cantidad sobre sus labios.

Se miró en el espejo y casi suelta una carcajada de puro gozo cuando reparó en las tijeras sobre la tapa del váter. Las tomó ágilmente y las dirigió de manera inconsciente hacia su cabeza. Tomó un mechón generoso de su cabello rubio y lo puso entre ambas cuchillas abiertas de las tijeras, hizo afán de cortarlo pero retiro las tijeras para ahora, dirigirlas a su cuello. Las recargó un momento ahí enterrando un poco y haciendo gotear un poco de sangre al haber roto su dermis. Quitó la presión que tenía sobre ellas en su cuello y pasó el filo de manera fantasma horizontalmente a modo de abrir su propia garganta.

Sonrió y luego río como si hubiera hecho una pequeña travesura.

Volvió a subir las tijeras a su cabello y cortó unos cuantos mechones logrando que su rostro luciera más afilado.

Soltó una risita de satisfacción, aceptando que a su hermano gemelo estaría tras él por su nuevo look y volvió a su habitación sin quitarse el maquillaje.

Prácticamente vació su armario. Escogió un atuendo completamente oscuro, luciendo unos tenis que no usaba hacía muchos años creyendo que le hacían ver como una niña, al igual que unos pantalones que al ser de un par de años atrás, ahora le venían demasiado ceñidos a sus delgadas piernas. Colocándose una playera sin mangas y una chaqueta de cuero que Simone había encontrado de rebaja en el supermercado, salió de la habitación completamente seguro que a Tom le encantaría su nueva forma de vestir… Que prácticamente había nacido porque sí y porque lo quería con él.

Cuando sus pies lo guiaron por el umbral de la habitación, enseguida llamó la atención, no de todos, sólo la de Tom, quien estaba solo con un bote de yogurt entre los muslos y ahora con la boca abierta.

—¿Qué…? ¿Bill, eres tú? — Bill lejos de molestarse por la torpeza de su hermano, sonrió al notar el gesto de sorpresa en su rostro. Lo había logrado.

—¿Te gusta? — preguntó ansioso por recibir una respuesta afirmativa.

—¿Q-Qué te has hecho? Bueno, es obvio lo que te has hecho, pero ¿por qué? —preguntó colocando la cuchara que tenía en la boca dentro del bote de yogurt

—Bueno, creí que sería buena idea comenzar de nuevo, si tú estás comenzando de nuevo, tú sabes—. Mintió con facilidad. — ¿A que sí Tomi? — Tom entrecerró los ojos y después los abrió con sorpresa al percatarse de algo mucho más alarmante.

—¿Te cortaste el cabello? — preguntó con ingenuidad. Bill amaba demasiado a su cabello, tanto como para cortarlo tan repentinamente y peor aún, como para cortarlo él mismo.

Bill tomó la punta de un mechón rubio, lo levantó un poco y sonrió: — Sí, incluso planeo pintarlo de negro ¿a que se verá padrísimo? Me he hartado de ser rubio. ¿Tu no Tomi? — Preguntó meloso.

Tom negó despacio, demasiado abrumado por la belleza que su hermano emanaba. …l estaba bastante coqueto frente a sus ojos y no sabía si el cosquilleo que de repente sintió como constantes tironcitos en el vientre, era normal o no. Sacudió la cabeza alejando los pensamientos algo extraños de su mente y estando más seguro de sí mismo, dio una serie de golpecitos con la mano el asiento libre a su lado. El menor de los gemelos casi corrió hasta sentarse junto a él.

—¿Quieres… Quieres yogurt? —Bill se acercó para mirar de cerca el bote del yogurt de durazno que estaba entre las piernas de Tom, sin embargo ese no era su principal objetivo. Ignorando el bote de yogurt, colocó una mano en la pierna de Tom muy cerca de su entrepierna, haciendo que este diera un pequeño bote a causa del nerviosismo.— Mamá lo compró para m-mí.

Bill soltó un chasquido con la lengua a modo de reproche. Se molestó por un instante al escucharlo mencionar a Simone, pero después sacudió su cabeza y se concentró de nuevo en su hermano dibujando la mejor de sus sonrisas. Tom por supuesto, no lo notó.

—Tomi, ¿te parezco lindo? — Preguntó acercando su rostro al de su hermano. Tom le miró a los ojos y notó como éstos estaban inyectados de sangre. No era nada agradable mantener la vista en ellos y se sintió incómodo recordando sus antiguas pesadillas.

Pensó que posiblemente eran la consecuencia del femenino comportamiento de Bill en el colegio, pues los chicos solían golpearle por actuar como una niña, sin embargo, Bill había cambiado en los últimos meses, ya no se dejaba golpear por nadie y si alguien intentaba hacerlo quien terminaba golpeado era él; por lo que el que Bill tuviera los ojos de esa manera, le causo cierto temor, pues no era normal. Se mordió el labio e intentó alejarse de él disimuladamente.

Bill lo notó y sus ojos se entrecerraron arrugando el ceño de manera ya nada amigable.

—¿Qué? — preguntó al sentir la mirada penetrante de Bill sobre él como si le perforara con los ojos. Como si estuviera admirándolo de alguna manera un poco extraña. Bill bufó molesto al notar que Tom casi no le ponía atención.

—¿Qué si te parezco lindo? ¡Me cambié de look por ti y no me has dicho nada agradable desde que llegué! — dijo molesto.

—Bueno, sí, eres lindo. —carraspeó. — Muy lindo. — Dijo no estando seguro de sus palabras, se algo sentía forzado y más incomodo que antes. Estaba poniéndose nervioso y recordaba bien que eso no era muy bueno para él.

—¿De verdad? — Los ojos de Bill destellaron de manera sorprendente, tanto que Tom arrugó el ceño al ver una pequeña aura rojiza alrededor de su hermano al momento en el que éste casi brinco de la emoción al verle asentir, confirmando que se veía bastante lindo.

Había cambiado de humor en tan solo un par de segundos.

—Creo que me dará fiebre. — Murmuró Tom, tallándose los ojos y dejando el bote de yogurt de helado. Se tocó la frente y agitó la mano dándose un poco de aire. Ahora se sentía sofocado.

Bill aprovechó esa distracción y se sentó sobre las piernas de su gemelo, rodeándole el cuello con ambos brazos y escondiendo su rostro justo debajo de su mandíbula. Dejó un beso pequeño en la manzana de Tom y éste contuvo la respiración algo alterado.

De repente comenzó a hiperventilar al sentir el firme trasero de Bill sobre su entrepierna. Tomó las caderas de Bill para empujarlo suavemente, peros sus intentos fueron completamente inútiles. Quizás por el nerviosismo no tenía la fuerza suficiente como para quitarlo de su regazo, o quizás su torpe gemelo se había enganchado con sus ropas, no lo sabía, lo que sí era cierto, era que Bill estaba quieto como una roca pesada, una roca de muchos quilates imposible de empujar.

—Tomi, Tomi. No estás siendo honesto conmigo —canturreó Bill de manera un poco terrorífica, incluso su aliento estaba bastante frío al contacto de la piel caliente de Tom—, eso me molesta muchísimo Tomi ¿lo sabías? — murmuró contra su cuello y pasó una de sus apenas largas uñas por este. Tom se incomodó mucho más. — ¿Lo sabías? Te estoy haciendo una pregunta. — Habló subiendo un poco el volumen de su voz.

—Bill, mamá puede pensar mal si te ve así— dijo Tom ignorando la pregunta de su hermano y empujándolo de las caderas y de su vientre bajo. Pero seguía sin moverse un poco. Intentó deslizarse hacia abajo por entre las piernas de su hermano menor, pero Bill presionó sus costados manteniéndolo en su lugar.— ¿Bill?

—Tom, Tom, Tom. — Canturreó Bill de nuevo y ondeó las caderas haciendo un movimiento sensual. Tom apretó los dientes y Bill sonrió sádicamente. — Te quieres librar de mí y eso me molesta. Aún mucho más.

—Me lastimas—mintió intentando controlarse. Su cuerpo había comenzado a temblar y tenía inmensas ganas de gritar y salir corriendo a esconderse—, Bill por favor. Bájate. Aléjate de mí.— Volvió a empujar inútilmente. Bill estaba comenzando a molestarse por la impertinencia de su hermano.

—Shh, Tom. Todo está bien. — Susurró y comenzó a moverse de nuevo sobre el regazo de Tom esta vez sin detenerse, simulando una posición bastante excitante para el sexo.

—No está bien Bill, mamá puede molestarse si nos ve así, va a regañarnos, va a enojarse mucho. — Pidió nuevamente con gimoteos, ignorando el que a Bill casi le explotara la vena en su frente. Éste paró sus movimientos y encaró a Tom sacando el rostro de su cuello.

Casi con descontrol tomó el cuello de Tom y enterró las cinco uñas haciéndole sollozar por el dolor.

—¿A mí que coño me importa lo que piense esa mujer? — dijo Bill en un tono tan frío que Tom olvidó las uñas de su hermano enterrándose en su carne. Le miró con los ojos completamente abiertos no creyendo que hablara de esa manera de quien era su madre también, no se lo podía creer—, no me importa, no me importa ni lo que piense ella, ni él. No me interesan ni Jörg, ni Simone. Me importas tú ¿Por qué no me dejas tocarte como ellos lo hacen? ¿Ah? Ellos pueden hacerte caricias hasta hacerte dormir, ¿por qué yo no? —Tom sollozó más al sentir de nueva cuenta las uñas escarbando en su piel. — Tú eres mío. Creí que estaba claro ¿No Tomi?

—Ugh... — Estaba claro que no entendía nada. Se sacudió inútilmente intentando liberarse del agarre de su hermano, pero no podía, incluso sentía que iba a romperse los huesos del cuello si hacía presión de más, por lo que solo desvió los ojos y los cerró fuertemente aguantándose las lágrimas. Algo en Bill no era normal.

Subió las manos colocándolas sobre el agarre de su hermano, intentó arañarlo y escupirle, sentía pequeñas gotitas de sangre bajar por su cuello, estaba seguro que Bill estaba perforando su piel con sus uñas un poco largas.

Bill estaba lastimándolo tan fuerte que no podía ni siquiera abrir los ojos.

—¡Contéstame! —Gritó. Bill tomó con su otra mano la barbilla de Tom para obligarlo a hacer contacto visual y de la misma forma enterró las uñas en su piel, haciéndole soltar un sollozo lastimero.

La mirada de Bill ya no era carismática como la de minutos antes, ahora le miraba con el ceño fruncido, y aquel par de orbes avellanas cada vez se complementaban más con un profundo color escarlata al rededor, como si a cada segundo se reventara un vaso sanguíneo dentro de ellos.

—Bill… — gimoteó Tom. Y las lágrimas salieron sin contenerse, bañando por completo sus mejillas rosadas.

—¡Contéstame! — Gruñó. Su agarre en el cuello y barbilla de su hermano se había cada vez más y más fuerte.

—Basta, Bill… me estás lastimando…

—¡¡Contéstame, coño!! —Y sin pensárselo más, soltó el agarre de su barbilla remplazándolo por una fuerte bofetada en su mejilla. Y todo el ruido que había en la habitación se esfumó en escasos segundos.

Bill sacudió un poco su cabeza para intentar hacerlo hablar, se dio cuenta de que de repente, Tom ya no estaba mirándolo, sus ojos estaban perdidos y le soltó con algo de temor quedándose sentado aún sobre sus piernas sin quitar la presión que había hecho sobre ellas.

Tom se asustó por tal gritó que Bill pegó demasiado cerca de su rostro que incluso ni sintió la bofetada, o quizás sí, sentía un lejano y ligero cosquilleo en su mejilla, que había desencadenado todos sus pensamientos que al parecer habían permanecido bajo llave muy dentro de su alma.

Se había quedado mudo, sin embargo los flashes en su cabeza resonaban de nuevo como bombas de guerra cayendo sobre algún pueblo como lluvia implacable.

«Algo le perseguía; Bill lloriqueando como sólo él podía hacerlo cuando estaba completamente aterrado; Su voz tenía docenas de voces aterradoras a coro; El llanto de su hermano se intensificaba cada vez más.»

«¡Tomi! ¡Ayúdame, ayúdame! ¡Va a lastimarme! ¡Está lastimándome!»

«¡¡Te quedarás en el infierno, por siempre, maldito degenerado!!»

«¡Tomi, ayúdame, me duele! ¡Es real! »

«¡Te quemarás en el infierno!»

«¡Maldito asqueroso! ¡Impuro! No mereces nada más que la muerte ¡Jódete, cabrón!»

«¡Ayúdame! ¡¡Sálvame!!»

«¡Vas a pudrirte en el infierno, asqueroso!»

«¡Asqueroso! ¡Maldito cabrón, hijo de puta!»

«¡Incesto!»

«¡Jarjacha!»

Parpadeó un par de veces y por primera vez después de mucho tiempo, al ver a Bill con el ceño fruncido y los ojos rojos de ira, comenzó a tener un ataque de pánico.

—No, no, no, no, suéltame ¡Suéltame!

—¿Tom? — Simone apareció por la puerta principal, llegando de quien sabe donde y con bolsas de compras en sus brazos. Había escuchado el reciente grito del mayor de sus hijos y su corazón comenzó a latir desbocado. Corrió para llegar lo antes posible imaginándose escenarios ensangrentados con cadáveres por todos lados, pero incluso le dolió más el ver que sucedía realmente.

Al entrar a la habitación sus ojos se posaron en Bill quien estaba sentado a horcadas sobre Tom quien comenzaba a lloriquear y de la nada comenzaba a removerse en el sofá cubriéndose de quien sabe qué, como si alguien fuera a aventarse de manera brutal contra su cuerpo. Tom empujó a Bill con tanta fuerza que este cayó sobre la mesa de centro haciéndola pedazos por el impacto.

No le dolió, pero en cuanto estaba por aventarse contra Tom para remediar lo que había hecho (como todas las noches cuando despertaba a Tom de sus horribles pesadillas), Simone lo tomó del brazo alejándolo de él como si fuera un peligro mortal para su vida.

—¡Bill! ¿Qué cosa le has hecho? — Dijo con la voz rota. Simone no pudo evitar alarmarse al ver tal escena. Bill había lastimado a Tom… — ¡Tenía tanto que no le sucedía algo así!

—¡Estábamos jugando! —Mintió Bill descaradamente arrugando el ceño bastante molesto.

—No más juegos de esa calibre Bill, sabes que Tom no puede con ello, creí que habíamos sido claros. — Regañó Simone. — ¡Castigado!

—¡Sí dejaras de balbucear tantas estupideces, te comprendería un poco. — Gruñó en su defensa. Simone se alarmó por tal contestación y lo abofeteó con fuerza haciéndolo trastabillar.

Sin pronunciar otra palabra, lo hecho de la habitación sin decirle nada y le cerró la puerta en la cara.

Desde el pasillo escuchaba los lamentos de su hermano y chasqueó la lengua algo molesto por cuan dramático podía ser Tom cuando jugaban inocentemente. Sonrió y peinándose con los dedos, subió a su habitación cerrando con un fuerte portazo.

Tomó entre sus manos un pequeño muñeco que estaba recostado sobre uno de sus cojines y lo acunó entre sus brazos. Estaba roto y feo, por lo que decidió que era hora de hacerle un nuevo cambio.

Cosió de nuevo con sus propias manos, al muñeco estilo vudú de Tom que tenía desde que los habían separado de habitación y lo vistió con sus ropas torpes y viejas, cosiéndole rastas con hilos café y dorado dándole un aspecto bastante extraño. Por supuesto no se parecía en nada a Tom, pero era lo más cercano que tenía para satisfacerse a sí mismo.

No tenía el poder como para lastimarlo desde aquel intento de muñeco vudú, pero lo ocupaba para al menos (y porque no había de otra, más que resignarse a ello), arañarlo con sus manos hasta sacarle el relleno de esponja, tal y como lo hacía con Tom, por las noches cuando compartía su habitación con él.

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