Capítulo 1
Los
deseos instintivos sobre los que gravitan nacen de nuevo en cada
criatura humana… Tales deseos instintivos son el incesto, el canibalismo
y el homicidio.- Sigmund Freud.
— — —
1612.
Las
personas corrían de un lado a otro cuando la noche comenzaba a caer,
ocultándose de algo que era mucho más poderoso que una simple barrera de
madera. Las mujeres lloraban y tomaban a sus bebés cerca de sus pechos
ocultándolos de todo el bullicio aterrador.
Un
grupo de oradores se encontraba rezando en medio de la explanada donde
el pequeño mercado dominguero se ponía. Nadie sabía con claridad que
estaba sucediendo, pero todos se ocultaban y lloraban cuando la noche
caía a tan solo las cuatro de la tarde. Sabían que no era por cuestiones
astrológicas; más bien algo maligno estaba merodeando en ese pequeño
poblado de Alemania. Todos temían que algún ser oscuro se apoderara de
sus cuerpos.
La
religión, el ocultismo y el folclore del pueblo se encontraban
nerviosos. Era muchísimo peor que una simple guerra pueblerina por
beneficios que dieran los Reyes. Incluso, estos poderosos se habían
refugiado en sus castillos llenos de riqueza para esconderse de aquellos
seres que desde hacia veinte o veinticinco años comenzaban a asechar.
En
la iglesia, un par de sacerdotes, brujos y supuestos magos se habían
reunido a modo de urgencia. Los sacerdotes creían que con un par de
oraciones a "el Dios", aquellos espíritus malignos desaparecerían, sin
embargo al parecer estos eran demasiado fuertes, no era simple
exorcismo, era algo más. En desesperación buscaron ayuda de los mismos
brujos que alababan al dios de la Muerte dándole sacrificio de animales a
cambio de supuestos poderes benéficos.
Todos
se encontraban en la sala de juntas; una muy espaciosa. Frente a ellos
se encontraba una mesa donde cada uno tomó asiento y revisó sus mitos y
teorías.
—Quince
demonios—. Murmuró un brujo cuando un sacerdote alegó que la cosa que
merodeaba el pueblo se hacía cada vez más fuerte y era imposible de
eliminar. — Son quince demonios. Los más fuertes, todos furiosos y
sedientos de poseer personas y alimentarse de ellas. Es por eso que nos
es complicado eliminarlo. No podemos hacer gran cosa. Los círculos de
protección son como una pared de paja para ellos. Es imposible luchar
contra esos seres.
Todos
en la habitación se quedaron callados esperando a que alguien hablara o
diera solución a la pesadilla en las calles del pueblo.
—¿Qué
sabemos de los demonios? — Preguntó un sacerdote a un monaguillo que
tenía las manos temblorosas y sostenía un libro en ellas con algo de
información.
El
muchacho tragó saliva y abrió la portada de aquel libro donde todo
estaba escrito a mano. Todo escrito por sacerdotes especializados y por
algunos hechiceros locos de años atrás.
—Un
demonio es un ser sobrenatural, conocido mejor como algo que no es
humano y resulta completamente malévolo. Es considerado como un espíritu
impuro el cual puede causar una posesión demoniaca. Es una entidad
espiritual que en ocasiones puede ser conjurada y controlada. Algunos
demonios son ángeles caídos, quienes fueron expulsados del cielo por
desobedecer o rebelarse contra los mandatos de dios. El más poderoso de
estos es Lucifer mejor conocido como Satanás quien fue el primer ángel
caído. También puede conocerse como Luzbel, sin embargo Satanás es el
nombre real pues significa oponente y adversario.
—Hasta
ahí. — Interrumpió el sacerdote al ver que los brujos bajaban la cabeza
en respeto al diablo. Sintió repulsión y ganas de echar a patadas a
esos estafadores. — Tú, brujo— Señaló a uno de los brujos y miró con la
ojos serios—, ¿sabes qué demonios nos atacan? — El brujo soltó una
carcajada y sus compañeros también lo hicieron. Los magos taparon sus
bocas y soltaron una risita de ingenuidad.
—¡Es
asombroso! — Dijo un brujo que se había mantenido callado. Su traje era
completamente ridículo. E incluso parecía que estaba parodiando en
alguna obra del pueblo. — Eres un sacerdote y no sabes que es imposible
saber a que demonio nos estamos enfrentando si estamos aquí. ¡Claro!
Podemos saberlo, pero no hemos visto en que formas se presentan, que tan
fuertes son, sólo sabemos que han poseído a un par de personas e
incluso por las enfermedades que atacan el pueblo (y sabemos que son
obras de los mismos demonios) al momento de que algo ataca el cuerpo de
esa persona infectada, esta no lo resiste. Como sucedió en estos dos
casos.
—Además,
sabemos que estas personas intentaron hacer incesto con sus familias,
hermanos, hermanas, sobrinos, mamás, papás. ¿Qué clase de cosa enferma
es eso?
El
sacerdote bufó y pidió silencio por parte de algunas personas que aún
reían. Miró de nuevo a su monaguillo e hizo un ademán para que
prosiguiera la lectura. El chico continuó.
—En
la mitología griega se creía que los demonios eran seres humanos
utilizados por los dioses griegos para llevar las malas noticias al
pueblo, de ahí viene la asociación «mensajeros del mal». Demonio es
también un sinónimo del diablo — Los brujos hicieron reverencia
nuevamente y el sacerdote comenzó a tamborilear los dedos sobre la
mesa—, véase el contexto circunstancial que determina el significado
calificativo al portador del nombre. También puede utilizarse para
indicar aspectos malignos o miedos íntimos del ser humano, generados a
través de su conducta o instintos, y que además hacen daño al mismo
individuo o a otras personas, refiriéndose a ellos como demonios
internos del ser humano. Los demonios más conocidos por la Biblia son:
Lucifer, Satanás, Belial, Samael, «antigua serpiente», «gran dragón»,
«Jaldabaoth», «el dios negro», «el dios de este siglo» y «el padre de la
mentira». El mejor método para controlar o eliminar a estos espíritus
es por medio de un exorcismo, sin embargo se corre el riesgo de que la
persona de por miedo pueda morir al no resistir la pelea entre la
religión y el demonio.
El sacerdote volvió a agitar la mano y el monaguillo calló cerrando el libro.
—Entonces
hagamos un exorcismo. — Dice como si nada el monaguillo dando su
opinión tonta y estúpida. Todos voltearon a verlo con una expresión de
furia. El chico bajó la cabeza apenado.
—No
es sencillo realizar un exorcismo. — Dijo el sacerdote. — Tenemos que
tener permiso, autorización por medio del Rey para poder llevarlo a
cabo. Esto es aterrar a todas las personas del pueblo y es claro que el
Rey se negará.
—Además—habló
un mago—, matar un demonio es terriblemente difícil, ya que a mi modo
de entender nunca muere en sí a no ser que lo elimine un ser celestial.
—Estás
en lo correcto — dijo un brujo —, pueden ocurrir dos cosas a partir de
esto: Su destrucción total, fruto de una mezcla de odio ancestral y Fe
verdadera a niveles descomunales por parte de un ser celestial; ó la
absorción (una diablerie(1) espiritual) por parte de otro ser de esencia
diabólica como un Vampiro.
«Los vampiros no existen» pensó aquel chico que solo escuchaba el palabrerío de los adultos.
—Ambas
son complejas— secundo otro de los brujos—, ya que un demonio luchará
con todas sus fuerzas y preferirá hundirse en la fosa de las marianas
atado a un trozo de piedra que ser destruido (aunque pocas siempre hay
posibilidades de volver), es más sencillo escarmentar tanto al demonio
que no le apetezca volver nunca más.
—Desde
mi punto de vista—Interrumpió de nuevo un mago—, un demonio, no es más
que un ser celestial sin Fe verdadera, por lo que debe de alimentarse de
lo que le pueden proveer los mortales, eso crea un vínculo de
equilibrio entre ambos bandos que a no ser que hubiera una invasión
demoníaca masiva los seres celestiales no se involucrarían.
El
chico tomó el libro de nuevo entre sus manos y comenzó a leer más sobre
esos demonios. Leyó ignorando las peleas de los adultos hasta que
encontró algo que, era completamente diferente a la versión de ángeles
caídos. Algo diferente y bastante extraño como aterrador.
—Escuchen
esto. — murmuró el chiquillo haciendo que todos voltearan a verlo. — A
pesar de ser Satanás uno de los seres más temidos sobre la tierra, Dios
al igual que hizo con los ángeles caídos, puede ser capaz de castigar a
cualquiera que se atreva a desobedecerle como es en el caso de las
personas que cometen incesto o incluso tienen pensamientos impropios con
los miembros de su familia. Dios castiga y no juega con eso. Las
personas que han tenido relaciones sexuales con un pariente o al menos
el pensamiento impuro, son llamadas Jarjacha o Qarqacha…
—¿Jarjacha? — murmuró el sacerdote. — Mi dios. ¿Qué es esto?
—Las
personas se convierten en el Jarjacha. Son personas normales por el
día, sin embargo por las noches suelen convertirse en este demonio,
mitad hombre y mitad llama con unos cuernos demasiado grandes y
puntiagudos.
—Eso
es… — dijo uno de los magos. — Yo lo he visto. ¡Lo he visto! ¡Ese es!
—Todos se miraron y comenzaron a maquilar ideas en sus cabezas.
—El
Jarjacha puede mantener a su víctima sumisa en el acto sexual mirándola
a los ojos. Seduciéndola y al final matándola sin resentimiento alguno.
El cuerpo de la persona poseída queda maldita para poder crear y
asesinar personas por las noches, asustándolas con un grito algo
parecido a una risa macabra «Jar».
Justo
en ese momento. Las velas que mantenían el salón alumbrado se apagaron
como si una ventisca de viendo se hubiera colado por las ventanas
cerradas y la oscuridad de la ya entrada noche se hizo presente. Todos
callaron y escucharon una risa aterradora justo dentro del salón donde
estaban.
«Jarjarjarjar»
* * *
1995.
La
casa era grande y lujosa en todo su esplendor. Nada para presumir pero
sí para sentirse orgulloso. Era suficiente para mantener a sus dueños
contentos y algunos vecinos espiando por encima de la barda con ojos
envidiosos. Una pequeña familia (rota) habitaba la casa, sin embargo…
Algo extraño se paseaba por los pasillos de ésta, persiguiendo a la
victima perfecta.
— — —
La
oscuridad de la noche era densa y tenebrosa. Una lámpara pequeña en
forma de llama era lo único que alumbraba las paredes de la habitación
casi vacía; se encontraba en medio de los tres infantes que se miraban
entre ellos con asombro. Uno algo aturdido, otro temeroso, y el último
bastante ansioso.
El
pequeño Andreas gateó con agilidad sobre los cobertores en el suelo,
hasta colocarse detrás de un Bill de escasos seis años, lloroso y
aterrado que tiraba de la camisa a su hermano gemelo en busca de
protección a la historia de suspenso que su mejor amigo les contaba con
euforia.
Tom
tenía una mano en su mejilla y el codo reposando sobre su rodilla,
escuchando con aburrimiento la historia que Andy contaba con tantos
efectos especiales ayudado de su pequeña boquita de siete años. Tenía
sueño, pero a sabiendas de lo miedoso y chillón que su hermano menor
era, sabía que por ende no iba a dormir esa noche. Él era el mayor de
los gemelos, por lo que su deber (en palabras de su abuela) era proteger
a su hermano menor.
—Estaba
muy oscuro, por lo que el tipo ese no notó la figura fea y horrible
detrás de él… ¿Y sabes qué hizo aquél monstruo en la oscuridad? —
Preguntó Andy susurrando en el oído del menor de los gemelos, logrando
que éste casi se desmayara del terror. Bill negó despacito agitando su
pequeña cabecita. —¡Le arrancó la cabeza!
El
pequeño Bill soltó un gritó aterrador y comenzó a llorar con fuerza
tapándose los ojos y temblando de miedo apretando en una de sus manos,
la playera de su hermano con fuerza.
—¡Andreas!
— Gruñó Tom y rodó los ojos al escuchar el llanto desesperado de su
hermano. Agarrando el brazo de Bill y arrastrándolo más hacía su cuerpo,
lo abrazó y miró con recelo a un Andreas que estaba tirado en el piso
riendo a carcajadas. —Sabes que Bill se asusta por todo, deja de
inventarle cosas.
—¡Bill
es una niña! La historia no da miedo, es tan tonta. Bill deja de
llorar, pareces una gallina. — Gritó Andreas señalando a Bill con su
dedo índice de manera acusadora. Bill lloriqueó con más intensidad.
—¡Andy!
Ya basta. No vamos a poder dormir, Bill querrá tener la luz encendida
toda la noche. ¡Todo por tu culpa!, Te dije que no contáramos historias
de terror, sabes que es muy chillón. — Soltó el abrazo con el cual
acurrucaba a Bill de manera protectora y se levantó por unas sabanas
calientes para taparse del frío. Iba a ser una larga noche.
Bill le observó alejarse y una oleada de pánico escaló su pequeño y blanco cuerpo.
—¿Existen
los monstruos, Tom? —Preguntó Bill arrastrándose lastimosamente hasta
quedar a escasos centímetros de Andreas. Esta vez atrapó la playera del
pequeño rubio tal y como lo había hecho minutos antes con su hermano
para sentirse un poco protegido.
—No, Bill. Por favor, cállate.
—¡Bill!
Suelta mi pijama, me estás jalando. — Andreas soltó el agarre de Bill
con su playera del pijama y se tiró al suelo sobre los cobertores. —
Bueno, ya. ¿Han escuchado hablar de denomios? — Murmuró Andy con voz de
ultratumba. Los tres niños eran consientes de que Andy hablaba de un
demonio, pero sus pequeñas y apenas inexpertas bocas no podían
pronunciar con claridad. Bill negó con la cabeza mirándolo fijamente
poniendo de nuevo su atención en él.
—¡Andreas!
—No
de verdad. ¿Han escuchado que esos denomios pueden meterse a tu cuerpo y
controlarte como un títere? Hacen lo que sea contigo, son malos y dan
mucho miedo, más que el monstruo arranca cabezas— Los ojos de Bill se
cristalizaron aún más al imaginarse todo lo que la boca de su amigo
rubio decía. Tom le acuchilló con la mirada— Ya, bueno. Ya no digo nada.
—¿Es cierto, Tom? — Preguntó Bill con un hilo de voz.
—¡No!
Son ideas locas de Andreas, no le hagas caso, mejor vamos a dormir. —
Dijo Tom aventando las sabanas sobre la cabeza de su hermano para así
poder darle una delicada patada al hombro de su amigo y pedirle que se
callara. Pero no contaba con que Bill siguiera tan persistente.
—¿Y
si viene el monstruo de la oscuridad a arrancarnos la cabeza? —
Preguntó de nuevo Bill con la voz chiquita y quitándose las sábanas de
la cabeza.
—¡No
va a venir jodidamente nadie! — Bill se tapó la boca anonado por la
palabrota que Tom soltó. Luego se relajó. — Mamá está arriba, nadie va a
hacernos nada. La puerta tiene alarma, así que si alguien se acerca a
ella, sonará. Estamos bien.
—Está bien. — Suspiró el menor de los gemelos tallándose los ojos y tranquilizándose un poco. Tom casi cantaba victoria. Casi.
—Dicen
que los denomios toman la forma de los humanos para poder arrastrarlos
al infierno sin ningún tipo de impedimento. Le es más fácil tomar el
cuerpo de una persona y… ¡Matarla!
—¿¡Matarla!?
¿Cómo? — Preguntó Bill ignorando a su hermano quien volvía a molestarse
y se encontraba acostado y tapado hasta la cabeza.
—Existen muchos tipos de denomios — Dijo Andreas acercándose a Bill. — Todos te provocan hacer cosas malas, cosas prohibidas.
—¿Prohibido? Esa palabra me suena. — Dijo Bill para sí mismo.
—Es
la que mamá ocupa para decirnos que no podemos hacer algo porque es
malo y tendremos problemas si lo hacemos. — Dijo Tom con una voz lejana y
atrapada por el grosor de las sábanas. La boca de Bill se transformó en
una pequeña “o”.
—¿Cómo qué cosas te obligan a hacer? — Preguntó Bill reanudando la conversación.
—Oh, no lo sé. ¿Matar?
—Eso es tonto. — Murmuró Tom.
—Quizás
te obligan a comer cosas que no quieres, como zanahorias o brócolis o
quizás espinacas. — Bill se encogió de hombros e hizo un mohín de
desagrado total.
—Quizás.
— Dijo el mayor de los gemelos cubierto aún hasta la cabeza,
concluyendo que era mejor el que Bill creyera eso a que realmente
supiera lo que quizás eran capaz de hacer.
—¿De verdad los denomios se meten a tu cuerpo? ¿Cómo lo hacen? ¿Duele? — Preguntó de nuevo el menor de los gemelos.
—Naaaaaaaah.
— Vaciló Andreas. — No lo sientes. Sólo de repente, comienzas a actuar
extraño, así como enfermo. No sé. La otra vez vi en la televisión un
programa sobre exortismos.
—¿Exortismos? — Preguntaron los gemelos a la vez. — ¿Qué es eso?
—¡Pues
el lugar donde los humanos eligen a sus ángeles de la guarda! ¡Pero
como los denomios odian a los ángeles de la guarda, se pelean y se
quedan con sus humanos! Tontos—Gritó Andreas. — Algo escuché sobre que
los denomios y el sartén(2), que es el más malo de todos los denomios,
son ángeles caídos.
—¿Quién
es el sartén? — Preguntó Bill. Su pequeña cabecita, estaba fascinada
con la nueva información. Al contrario de minutos antes.
—Es
muy grande —Andreas abrió las manos exageradamente y sus ojos azules se
abrieron de par en par. — Tiene alas enormes y negras en la espalda.
Según, cuando él era ángel, tenía unas alas blancas y bonitas, pero al
ser el más malo, se las arrancaron y lo enviaron a la tierra de fuego…
Donde la gente mala se quema.
—¿Al infierno? — Dijo Bill rascándose la barbilla
—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? — Preguntó Andreas y Tom quitó las sabanas de su cabeza para mirar a su hermano.
—Tú
sabes, Tom. Mamá siempre le grita a papá que se va a quemar en el
infierno por ser tan malo. — Dijo Bill acercándose a su hermano y
dándole una sonrisa de seguridad.
—Sí, es verdad. —Asintió Tom secundando lo que decía su gemelo.
—No
sé, quizás tengan un denomio adentro, ¡los dos! Mamá y papá. Ellos se
casaron porque se aman, sí, sí. Ellos nos tuvieron porque se aman, mamá
nos lo dijo, ella dijo que amaba tanto a papá que decidió tener un
pequeño Tomi y un pequeño Billy, porque seríamos hijos de su amor. Pero
ahora siempre se gritan cosas feas, y tampoco dicen “te amo” siempre
repiten “te odio” y “me cansas”. Quizás… — La voz de Bill se quebró y
sorbió de su nariz, la cual empezaba a chorrear moco. —, quizás ellos
tengan denomios dentro quienes les obligan a decir esas palabras tan
horribles.
Tom y
Andreas se miraron con pena. Ambos sabían que el matrimonio de los
padres de los gemelos estaba roto y no era por causa de un demonio en el
cuerpo de sus progenitores. Ellos sabían que no había amor ni cariño.
—Es
muy feo tener un denomio adentro—. Lloriqueó el menor de los gemelos.
Tom tomó una liga e intentó atrapar su ligero cabello rubio que
comenzaba a crecer. El calor en la habitación estaba subiendo.
—Sí—
dijo Andreas medio ido. Luego reaccionó y volvió a mirar a los gemelos.
— Y creo que después de que las hacen, ya sabes las cosas malas, los
denomios te matan, o te matas tu solo, no sé. A veces la gente reza para
que el denomio salga de tu cuerpo, pero eso es muy malo.
—¿Por
qué es malo? Quizás si le dicen al denomio que salga por favor, saldrá
solito. Quizás le da pena que lo vean — Dijo Bill. Tom le miró y solo
pudo rodar los ojos. ¿A caso su hermano tenía un retraso mental?
—No,
tonto. El denomio quiere vivir por siempre en el cuerpo de una persona y
las personas no quieren, entonces se pelean. Pero puedes morirte. El
denomio es muy fuerte y puede matarte tan rápido y muy horrible.
La boquita de Bill tembló y Tom decidió que lo mejor era terminar la charla nocturna ahí.
—Bueno, ya vamos a dormir. — Habló Tom.
—¿Dónde viven los denomios, Andy? — Preguntó Bill retomando el tema y volviendo a ignorar a su hermano.
Andy
se rascó la maraña rubia y soltó un gruñido antes de hablar: — No
recuerdo, mamá cambió la televisión para ver su novela. Además, me
regaño. — Dijo acomodándose de nuevo sobre las colchonetas en el piso y
rodó sobre estas para calentar su espacio.
—¿Te regaño? ¿Por qué? —Andreas se encogió en su lugar e hizo una mueca.
—No sé, dice que no es bueno que yo vea esos programas tontos.
—¿Los denomios son tontos? — Preguntó Bill a su hermano.
—¡Sí!
Muy tontos, no deberías pensar en eso. Duerme ya Bill, estaré despierto
hasta que estés dormido y ningún denomio tonto venga a molestarte. —
Tom agitó sus pestañas y besó a su hermano en la mejilla para darle
seguridad. —Duerme, yo estoy aquí.
Bill se recostó en el suelo muy –demasiado- cerca de su hermano y cerró los ojos dejándose llevar por los brazos de Morfeo.
Tom
bufó y se giró hacia Andy quien estaba jugando con sus pequeños y
blancos dedos sobre la luz de la lámpara que tenían a modo de fogata.
Estaba haciendo figuritas con ellos a contraluz. Tom le miró y luego
pensó ¿Qué tan malo puede ser un demonio?
—Andy. ¿Tú crees en los denomios?
—¡No! — Gritó Andreas y comenzó a reírse. — Mamá dice que son inventos de los que hacen esos programas tontos en la tele. Para ganar dinero.
—Bueno
sí, pero ¿y si existen de verdad? Que miedo. — Tembló y abrazó sus
piernas con uno de sus brazos, mientras que con el otro acariciaba los
cabellos de Bill.
—Oh
vamos Tom, no seas llorona como Bill. No creo que un denomio se pueda
meter a tu cuerpo y hacer las cosas que quiera. A mi nadie puede decirme
que hacer, yo puedo hacer lo que quiero y nadie me manda — Dijo Andreas
de manera orgullosa. — Bueno solo mi mamá, pero ningún tonto denomio
podrá decirme que hacer.
Tom
río y se acomodó sobre las sabanas abrazando a Bill más de cerca. Este
como un costal de patatas cayó sobre su hermano y ronroneó de gusto
cuando sintió las manitos de Tom tomarle por la espalda y acariciarle
suavemente para hacerlo dormir.
Sin
embargo Tom tenía miedo. De alguna manera no se sentía bien. Desde la
tonta charla que había comenzado Andreas, comenzó a sentir algo de
miedo, por eso se había apartado y desistido en hablar mucho con ellos
sobre ese tema “estúpido”.
—Voy
a dormir ahora. — Dijo Andreas avisando lo que iba a hacer, como
usualmente hacía cuando iba al baño o estaba por comer algo. Tom no le
contestó.
Se quedó mirando la ventana hasta que el sueño le venció de la nada y se quedó dormido teniendo su primera pesadilla.
La primera de todas las demás que vendrían después de esa noche.
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Notas:
Diablerie(1): Absorción del alma de las víctimas.
Sartén(2): Satán. «Palabra sacada del vocabulario de una niña de siete años.»
Sartén(2): Satán. «Palabra sacada del vocabulario de una niña de siete años.»
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