sábado, 1 de marzo de 2014

Jarjacha (Qarqacha)



Capítulo 1




Los deseos instintivos sobre los que gravitan nacen de nuevo en cada criatura humana… Tales deseos instintivos son el incesto, el canibalismo y el homicidio.- Sigmund Freud.

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1612.

Las personas corrían de un lado a otro cuando la noche comenzaba a caer, ocultándose de algo que era mucho más poderoso que una simple barrera de madera. Las mujeres lloraban y tomaban a sus bebés cerca de sus pechos ocultándolos de todo el bullicio aterrador.

Un grupo de oradores se encontraba rezando en medio de la explanada donde el pequeño mercado dominguero se ponía. Nadie sabía con claridad que estaba sucediendo, pero todos se ocultaban y lloraban cuando la noche caía a tan solo las cuatro de la tarde. Sabían que no era por cuestiones astrológicas; más bien algo maligno estaba merodeando en ese pequeño poblado de Alemania. Todos temían que algún ser oscuro se apoderara de sus cuerpos.

La religión, el ocultismo y el folclore del pueblo se encontraban nerviosos. Era muchísimo peor que una simple guerra pueblerina por beneficios que dieran los Reyes.  Incluso, estos poderosos se habían refugiado en sus castillos llenos de riqueza para esconderse de aquellos seres que desde hacia veinte o veinticinco años comenzaban a asechar.

En la iglesia, un par de sacerdotes, brujos y supuestos magos se habían reunido a modo de urgencia. Los sacerdotes creían que con un par de oraciones a "el Dios", aquellos espíritus malignos desaparecerían, sin embargo al parecer estos eran demasiado fuertes, no era simple exorcismo, era algo más. En desesperación buscaron ayuda de los mismos brujos que alababan al dios de la Muerte dándole sacrificio de animales a cambio de supuestos poderes benéficos.

Todos se encontraban en la sala de juntas; una muy espaciosa. Frente a ellos se encontraba una mesa donde cada uno tomó asiento y revisó sus mitos y teorías.

—Quince demonios—. Murmuró un brujo cuando un sacerdote alegó que la cosa que merodeaba el pueblo se hacía cada vez más fuerte y era imposible de eliminar. — Son quince demonios. Los más fuertes, todos furiosos y sedientos de poseer personas y alimentarse de ellas. Es por eso que nos es complicado eliminarlo. No podemos hacer gran cosa. Los círculos de protección son como una pared de paja para ellos. Es imposible luchar contra esos seres.

Todos en la habitación se quedaron callados esperando a que alguien hablara o diera solución a la pesadilla en las calles del pueblo.

—¿Qué sabemos de los demonios? — Preguntó un sacerdote a un monaguillo que tenía las manos temblorosas y sostenía un libro en ellas con algo de información.

El muchacho tragó saliva y abrió la portada de aquel libro donde todo estaba escrito a mano. Todo escrito por sacerdotes especializados y por algunos hechiceros locos de años atrás.

—Un demonio es un ser sobrenatural, conocido mejor como algo que no es humano y resulta completamente malévolo. Es considerado como un espíritu impuro el cual puede causar una posesión demoniaca. Es una entidad espiritual que en ocasiones puede ser conjurada y controlada. Algunos demonios son ángeles caídos, quienes fueron expulsados del cielo por desobedecer o rebelarse contra los mandatos de dios. El más poderoso de estos es Lucifer mejor conocido como Satanás quien fue el primer ángel caído. También puede conocerse como Luzbel, sin embargo Satanás es el nombre real pues significa oponente y adversario.

—Hasta ahí. — Interrumpió el sacerdote al ver que los brujos bajaban la cabeza en respeto al diablo. Sintió repulsión y ganas de echar a patadas a esos estafadores. — Tú, brujo— Señaló a uno de los brujos y miró con la ojos serios—, ¿sabes qué demonios nos atacan? — El brujo soltó una carcajada y sus compañeros también lo hicieron. Los magos taparon sus bocas y soltaron una risita de ingenuidad.

—¡Es asombroso! — Dijo un brujo que se había mantenido callado. Su traje era completamente ridículo. E incluso parecía que estaba parodiando en alguna obra del pueblo. — Eres un sacerdote y no sabes que es imposible saber a que demonio nos estamos enfrentando si estamos aquí. ¡Claro! Podemos saberlo, pero no hemos visto en que formas se presentan, que tan fuertes son, sólo sabemos que han poseído a un par de personas e incluso por las enfermedades que atacan el pueblo (y sabemos que son obras de los mismos demonios) al momento de que algo ataca el cuerpo de esa persona infectada, esta no lo resiste. Como sucedió en estos dos casos.

—Además, sabemos que estas personas intentaron hacer incesto con sus familias, hermanos, hermanas, sobrinos, mamás, papás. ¿Qué clase de cosa enferma es eso?

El sacerdote bufó y pidió silencio por parte de algunas personas que aún reían. Miró de nuevo a su monaguillo e hizo un ademán para que prosiguiera la lectura. El chico continuó.

—En la mitología griega se creía que los demonios eran seres humanos utilizados por los dioses griegos para llevar las malas noticias al pueblo, de ahí viene la asociación «mensajeros del mal». Demonio es también un sinónimo del diablo — Los brujos hicieron reverencia nuevamente y el sacerdote comenzó a tamborilear los dedos sobre la mesa—, véase el contexto circunstancial que determina el significado calificativo al portador del nombre. También puede utilizarse para indicar aspectos malignos o miedos íntimos del ser humano, generados a través de su conducta o instintos, y que además hacen daño al mismo individuo o a otras personas, refiriéndose a ellos como demonios internos del ser humano. Los demonios más conocidos por la Biblia son: Lucifer, Satanás, Belial, Samael, «antigua serpiente», «gran dragón», «Jaldabaoth», «el dios negro», «el dios de este siglo» y «el padre de la mentira». El mejor método para controlar o eliminar a estos espíritus es por medio de un exorcismo, sin embargo se corre el riesgo de que la persona de por miedo pueda morir al no resistir la pelea entre la religión y el demonio.

El sacerdote volvió a agitar la mano y el monaguillo calló cerrando el libro.

—Entonces hagamos un exorcismo. — Dice como si nada el monaguillo dando su opinión tonta y estúpida. Todos voltearon a verlo con una expresión de furia. El chico bajó la cabeza apenado.

—No es sencillo realizar un exorcismo. — Dijo el sacerdote. — Tenemos que tener permiso, autorización por medio del Rey para poder llevarlo a cabo. Esto es aterrar a todas las personas del pueblo y es claro que el Rey se negará.

 —Además—habló un mago—, matar un demonio es terriblemente difícil, ya que a mi modo de entender nunca muere en sí a no ser que lo elimine un ser celestial.

—Estás en lo correcto — dijo un brujo —, pueden ocurrir dos cosas a partir de esto: Su destrucción total, fruto de una mezcla de odio ancestral y Fe verdadera a niveles descomunales por parte de un ser celestial; ó la absorción (una diablerie(1) espiritual) por parte de otro ser de esencia diabólica como un Vampiro.

«Los vampiros no existen» pensó aquel chico que solo escuchaba el palabrerío de los adultos.

—Ambas son complejas— secundo otro de los brujos—, ya que un demonio luchará con todas sus fuerzas y preferirá hundirse en la fosa de las marianas atado a un trozo de piedra que ser destruido (aunque pocas siempre hay posibilidades de volver), es más sencillo escarmentar tanto al demonio que no le apetezca volver nunca más.

—Desde mi punto de vista—Interrumpió de nuevo un mago—, un demonio, no es más que un ser celestial sin Fe verdadera, por lo que debe de alimentarse de lo que le pueden proveer los mortales, eso crea un vínculo de equilibrio entre ambos bandos que a no ser que hubiera una invasión demoníaca masiva los seres celestiales no se involucrarían.

El chico tomó el libro de nuevo entre sus manos y comenzó a leer más sobre esos demonios. Leyó ignorando las peleas de los adultos hasta que encontró algo que, era completamente diferente a la versión de ángeles caídos. Algo diferente y bastante extraño como aterrador.

—Escuchen esto. — murmuró el chiquillo haciendo que todos voltearan a verlo. —  A pesar de ser Satanás uno de los seres más temidos sobre la tierra, Dios al igual que hizo con los ángeles caídos, puede ser capaz de castigar a cualquiera que se atreva a desobedecerle como es en el caso de las personas que cometen incesto o incluso tienen pensamientos impropios con los miembros de su familia. Dios castiga y no juega con eso. Las personas que han tenido relaciones sexuales con un pariente o al menos el pensamiento impuro, son llamadas Jarjacha o Qarqacha…

—¿Jarjacha? — murmuró el sacerdote. — Mi dios. ¿Qué es esto?

—Las personas se convierten en el Jarjacha. Son personas normales por el día, sin embargo por las noches suelen convertirse en este demonio, mitad hombre y mitad llama con unos cuernos demasiado grandes y puntiagudos.

—Eso es… — dijo uno de los magos. — Yo lo he visto. ¡Lo he visto! ¡Ese es! —Todos se miraron y comenzaron a maquilar ideas en sus cabezas.

—El Jarjacha puede mantener a su víctima sumisa en el acto sexual mirándola a los ojos. Seduciéndola y al final matándola sin resentimiento alguno. El cuerpo de la persona poseída queda maldita para poder crear y asesinar personas por las noches, asustándolas con un grito algo parecido a una risa macabra «Jar».

Justo en ese momento. Las velas que mantenían el salón alumbrado se apagaron como si una ventisca de viendo se hubiera colado por las ventanas cerradas y la oscuridad de la ya entrada noche  se hizo presente. Todos callaron y escucharon una risa aterradora justo dentro del salón donde estaban.

«Jarjarjarjar»
* * *
1995.

La casa era grande y lujosa en todo su esplendor. Nada para presumir pero sí para sentirse orgulloso. Era suficiente para mantener a sus dueños contentos y algunos vecinos espiando por encima de la barda con ojos envidiosos. Una pequeña familia (rota) habitaba la casa, sin embargo… Algo extraño se paseaba por los pasillos de ésta, persiguiendo a la victima perfecta.

— — —

La oscuridad de la noche era densa y tenebrosa. Una lámpara pequeña en forma de llama era lo único que alumbraba las paredes de la habitación casi vacía; se encontraba en medio de los tres infantes que se miraban entre ellos con asombro. Uno algo aturdido, otro temeroso, y el último bastante ansioso.

El pequeño Andreas gateó con agilidad sobre los cobertores en el suelo, hasta colocarse detrás de un Bill de escasos seis años, lloroso y aterrado que tiraba de la camisa a su hermano gemelo en busca de protección a la historia de suspenso que su mejor amigo les contaba con euforia.

Tom tenía una mano en su mejilla y el codo reposando sobre su rodilla, escuchando con aburrimiento la historia que Andy contaba con tantos efectos especiales ayudado de su pequeña boquita de siete años. Tenía sueño, pero a sabiendas de lo miedoso y chillón que su hermano menor era, sabía que por ende no iba a dormir esa noche. Él era el mayor de los gemelos, por lo que su deber (en palabras de su abuela) era proteger a su hermano menor.

—Estaba muy oscuro, por lo que el tipo ese no notó la figura fea y horrible detrás de él… ¿Y sabes qué hizo aquél monstruo en la oscuridad? — Preguntó Andy susurrando en el oído del menor de los gemelos, logrando que éste casi se desmayara del terror. Bill negó despacito agitando su pequeña cabecita. —¡Le arrancó la cabeza!

El pequeño Bill soltó un gritó aterrador y comenzó a llorar con fuerza tapándose los ojos y temblando de miedo apretando en una de sus manos, la playera de su hermano con fuerza.

—¡Andreas! — Gruñó Tom y rodó los ojos al escuchar el llanto desesperado de su hermano. Agarrando el brazo de Bill y arrastrándolo más hacía su cuerpo, lo abrazó y miró con recelo a un Andreas que estaba tirado en el piso riendo a carcajadas. —Sabes que Bill se asusta por todo, deja de inventarle cosas.

—¡Bill es una niña! La historia no da miedo, es tan tonta. Bill deja de llorar, pareces una gallina. — Gritó Andreas señalando a Bill con su dedo índice de manera acusadora. Bill lloriqueó con más intensidad.

—¡Andy! Ya basta. No vamos a poder dormir, Bill querrá tener la luz encendida toda la noche. ¡Todo por tu culpa!, Te dije que no contáramos historias de terror, sabes que es muy chillón. — Soltó el abrazo con el cual acurrucaba a Bill de manera protectora y se levantó por unas sabanas calientes para taparse del frío. Iba a ser una larga noche.

Bill le observó alejarse y una oleada de pánico escaló su pequeño y blanco cuerpo.

—¿Existen los monstruos, Tom? —Preguntó Bill arrastrándose lastimosamente hasta quedar a escasos centímetros de Andreas. Esta vez atrapó la playera del pequeño rubio tal y como lo había hecho minutos antes con su hermano para sentirse un poco protegido.

—No, Bill. Por favor, cállate.

—¡Bill! Suelta mi pijama, me estás jalando. — Andreas soltó el agarre de Bill con su playera del pijama y se tiró al suelo sobre los cobertores. — Bueno, ya. ¿Han escuchado hablar de denomios? — Murmuró Andy con voz de ultratumba. Los tres niños eran consientes de que Andy hablaba de un demonio, pero sus pequeñas y apenas inexpertas bocas no podían pronunciar con claridad. Bill negó con la cabeza mirándolo fijamente poniendo de nuevo su atención en él.

—¡Andreas!

—No de verdad. ¿Han escuchado que esos denomios pueden meterse a tu cuerpo y controlarte como un títere? Hacen lo que sea contigo, son malos y dan mucho miedo, más que el monstruo arranca cabezas— Los ojos de Bill se cristalizaron aún más al imaginarse todo lo que la boca de su amigo rubio decía. Tom le acuchilló con la mirada— Ya, bueno. Ya no digo nada.

—¿Es cierto, Tom? — Preguntó Bill con un hilo de voz.

—¡No! Son ideas locas de Andreas, no le hagas caso, mejor vamos a dormir. — Dijo Tom aventando las sabanas sobre la cabeza de su hermano para así poder darle una delicada patada al hombro de su amigo y pedirle que se callara. Pero no contaba con que Bill siguiera tan persistente.

—¿Y si viene el monstruo de la oscuridad a arrancarnos la cabeza? — Preguntó de nuevo Bill con la voz chiquita y quitándose las sábanas de la cabeza.

—¡No va a venir jodidamente nadie! — Bill se tapó la boca anonado por la palabrota que Tom soltó. Luego se relajó. — Mamá está arriba, nadie va a hacernos nada. La puerta tiene alarma, así que si alguien se acerca a ella, sonará. Estamos bien.

—Está bien. — Suspiró el menor de los gemelos tallándose los ojos y tranquilizándose un poco. Tom casi cantaba victoria. Casi.

—Dicen que los denomios toman la forma de los humanos para poder arrastrarlos al infierno sin ningún tipo de impedimento. Le es más fácil tomar el cuerpo de una persona y… ¡Matarla!

—¿¡Matarla!? ¿Cómo? — Preguntó Bill ignorando a su hermano quien volvía a molestarse y se encontraba acostado y tapado hasta la cabeza.

—Existen muchos tipos de denomios — Dijo Andreas  acercándose a Bill. — Todos te provocan hacer cosas malas, cosas prohibidas.

—¿Prohibido? Esa palabra me suena. — Dijo Bill para sí mismo.

—Es la que mamá ocupa para decirnos que no podemos hacer algo porque es malo y tendremos problemas si lo hacemos. — Dijo Tom con una voz lejana y atrapada por el grosor de las sábanas. La boca de Bill se transformó en una pequeña “o”.

—¿Cómo qué cosas te obligan a hacer? — Preguntó Bill reanudando la conversación.

—Oh, no lo sé. ¿Matar?

—Eso es tonto. — Murmuró Tom.

—Quizás te obligan a comer cosas que no quieres, como zanahorias o brócolis o quizás espinacas. — Bill se encogió de hombros e hizo un mohín de desagrado total.

—Quizás. — Dijo el mayor de los gemelos cubierto aún hasta la cabeza, concluyendo que era mejor  el que Bill creyera eso a que realmente supiera lo que quizás eran capaz de hacer.

—¿De verdad los denomios se meten a tu cuerpo? ¿Cómo lo hacen? ¿Duele? — Preguntó de nuevo el menor de los gemelos.

—Naaaaaaaah. — Vaciló Andreas. — No lo sientes. Sólo de repente, comienzas a actuar extraño, así como enfermo. No sé. La otra vez vi en la televisión un programa sobre exortismos.

—¿Exortismos? — Preguntaron los gemelos a la vez. — ¿Qué es eso?

—¡Pues el lugar donde los humanos eligen a sus ángeles de la guarda! ¡Pero como los denomios odian a los ángeles de la guarda, se pelean y se quedan con sus humanos!  Tontos—Gritó Andreas. — Algo escuché sobre que los denomios y el sartén(2), que es el más malo de todos los denomios, son ángeles caídos.

—¿Quién es el sartén? — Preguntó Bill. Su pequeña cabecita, estaba fascinada con la nueva información. Al contrario de minutos antes.

—Es muy grande —Andreas abrió las manos exageradamente y sus ojos azules se abrieron de par en par. — Tiene alas enormes y negras en la espalda. Según, cuando él era ángel, tenía unas alas blancas y bonitas, pero al ser el más malo, se las arrancaron y lo enviaron a la tierra de fuego… Donde la gente mala se quema.

—¿Al infierno? — Dijo Bill rascándose la barbilla

—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? — Preguntó Andreas y Tom quitó las sabanas de su cabeza para mirar a su hermano.

—Tú sabes, Tom. Mamá siempre le grita a papá que se va a quemar en el infierno por ser tan malo. — Dijo Bill acercándose a su hermano y dándole una sonrisa de seguridad.

—Sí, es verdad. —Asintió Tom secundando lo que decía su gemelo.

—No sé, quizás tengan un denomio adentro, ¡los dos! Mamá y papá. Ellos se casaron porque se aman, sí, sí. Ellos nos tuvieron porque se aman, mamá nos lo dijo, ella dijo que amaba tanto a papá que decidió tener un pequeño Tomi y un pequeño Billy, porque seríamos hijos de su amor. Pero ahora siempre se gritan cosas feas, y tampoco dicen “te amo” siempre repiten “te odio” y “me cansas”. Quizás… — La voz de Bill se quebró y sorbió de su nariz, la cual empezaba a chorrear moco. —, quizás ellos tengan denomios dentro quienes les obligan a decir esas palabras tan horribles.

Tom y Andreas se miraron con pena. Ambos sabían que el matrimonio de los padres de los gemelos estaba roto y no era por causa de un demonio en el cuerpo de sus progenitores. Ellos sabían que no había amor ni cariño.

—Es muy feo tener un denomio adentro—. Lloriqueó el menor de los gemelos. Tom tomó una liga e intentó atrapar su ligero cabello rubio que comenzaba a crecer. El calor en la habitación estaba subiendo.

—Sí— dijo Andreas medio ido. Luego reaccionó y volvió a mirar a los gemelos. — Y creo que después de que las hacen, ya sabes las cosas malas, los denomios te matan, o te matas tu solo, no sé. A veces la gente reza para que el denomio salga de tu cuerpo, pero eso es muy malo.

—¿Por qué es malo? Quizás si le dicen al denomio que salga por favor, saldrá solito. Quizás le da pena que lo vean — Dijo Bill. Tom le miró y solo pudo rodar los ojos. ¿A caso su hermano tenía un retraso mental?

—No, tonto. El denomio quiere vivir por siempre en el cuerpo de una persona y las personas no quieren, entonces se pelean. Pero puedes morirte. El denomio es muy fuerte y puede matarte tan rápido y muy horrible.

La boquita de Bill tembló y Tom decidió que lo mejor era terminar la charla nocturna ahí.

—Bueno, ya vamos a dormir. — Habló Tom.

—¿Dónde viven los denomios, Andy? — Preguntó Bill retomando el tema y volviendo a ignorar a su hermano.

Andy se rascó la maraña rubia y soltó un gruñido antes de hablar: — No recuerdo, mamá cambió la televisión para ver su novela. Además, me regaño. — Dijo acomodándose de nuevo sobre las colchonetas en el piso y rodó sobre estas para calentar su espacio.

—¿Te regaño? ¿Por qué? —Andreas se encogió en su lugar e hizo una mueca.

—No sé, dice que no es bueno que yo vea esos programas tontos.

—¿Los denomios son tontos? — Preguntó Bill a su hermano.

—¡Sí! Muy tontos, no deberías pensar en eso. Duerme ya Bill, estaré despierto hasta que estés dormido y ningún denomio tonto venga a molestarte. — Tom agitó sus pestañas y besó a su hermano en la mejilla para darle seguridad. —Duerme, yo estoy aquí.

Bill se recostó en el suelo muy –demasiado- cerca de su hermano y cerró los ojos dejándose llevar por los brazos de Morfeo.

Tom bufó y se giró hacia Andy quien estaba jugando con sus pequeños y blancos dedos sobre la luz de la lámpara que tenían a modo de fogata. Estaba haciendo figuritas con ellos a contraluz. Tom le miró y luego pensó ¿Qué tan malo puede ser un demonio?

—Andy. ¿Tú crees en los denomios?

—¡No! — Gritó Andreas y comenzó a reírse. — Mamá dice que son inventos de los que hacen esos programas tontos en la tele. Para ganar dinero.

—Bueno sí, pero ¿y si existen de verdad? Que miedo. — Tembló y abrazó sus piernas con uno de sus brazos, mientras que con el otro acariciaba los cabellos de Bill.

—Oh vamos Tom, no seas llorona como Bill. No creo que un denomio se pueda meter a tu cuerpo y hacer las cosas que quiera. A mi nadie puede decirme que hacer, yo puedo hacer lo que quiero y nadie me manda — Dijo Andreas de manera orgullosa. — Bueno solo mi mamá, pero ningún tonto denomio podrá decirme que hacer.

Tom río y se acomodó sobre las sabanas abrazando a Bill más de cerca. Este como un costal de patatas cayó sobre su hermano y ronroneó de gusto cuando sintió las manitos de Tom tomarle por la espalda y acariciarle suavemente para hacerlo dormir.

Sin embargo Tom tenía miedo. De alguna manera no se sentía bien. Desde la tonta charla que había comenzado Andreas, comenzó a sentir algo de miedo, por eso se había apartado y desistido en hablar mucho con ellos sobre ese tema “estúpido”.

—Voy a dormir ahora. — Dijo Andreas avisando lo que iba a hacer, como usualmente hacía cuando iba al baño o estaba por comer algo. Tom no le contestó.

Se quedó mirando la ventana hasta que el sueño le venció de la nada y se quedó dormido teniendo su primera pesadilla.

La primera de todas las demás que vendrían después de esa noche.

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Notas: 
Diablerie(1): Absorción del alma de las víctimas.
Sartén(2): Satán. «Palabra sacada del vocabulario de una niña de siete años.»

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