domingo, 5 de mayo de 2013

Love Song


Frerard: Gerard Way y Frank Iero.

Una melodía de Amor.





¡Me encanta! ¡Me fascina! ¡Es perfecto! ¡Siempre quise hacer algo como esto! ¡Me había imaginado millones de veces haciéndolo! ¡Es ideal para mí! ¡El trabajo perfecto!
—Estas contratado… Frank—. La mirada de mi nuevo jefe era fría, pero al haberme dicho esas palabras embozo una sonrisa carismática. Dentadura amarillenta pero el aliento al parecer siempre fresco.
—¡Genial! —No pude evitar dar pequeños saltitos de Felicidad—. ¿Cuándo empiezo? —.
—Ahora, aunque solo trabajaras de prueba—.
Sonreí aún más y observe mí alrededor. ¡El paraíso para mí! ¡Oh Joder!
—Toma—Mi jefe me tendió su mano con una bolsa transparente en la que resaltaba una playera perfectamente doblada—. Póntela—.
—Bien—.
Di media vuelta mirando aún la bolsa con la tela dentro.
***
—¡Ah! —. Bufó.
Por fin era fin de semana, y lo mejor ¡Vacaciones! Oh sí. Como primera tarea del día —y de mis vacaciones, claro—, iré a comprarme algunas cosas para mi gusto. Trabaje y ahorré como loco todos los días de jornada laboral. Intenté gastar lo menos posible, no comiendo  nada que no estuviera en mi casa, caminaba más de lo normal para no tomar el bus, aguantándome las ganas de comprarme cosas inútiles que se me cruzaran en cada aparador y todo para poder venir al centro comercial y satisfacerme un poco musicalmente.
—Deja de quejarte, prometo que solo entraré, tomaré unos cuantos discos y nos vamos—. Introduje mi mano al bolsillo de mi pantalón verificando que aún traía conmigo el rollito de billetes que había enrollado en casa especialmente para música. Mi música. Unos cuantos discos.
—¡Ir a comprar discos contigo es tan aburrido!—. Bert se llevo una mano a la boca reprimiendo un quejido de angustia y desesperación— ¡Nunca te decides por uno rápido! Y cuando lo haces es porque están por cerrar la tienda y el dueño tiene que sacarte de ahí a la fuerza—.
—¡Mentira! Yo siempre tengo en mente lo que voy a comprar—.
Caminé intentando dejarlo atrás pero realmente no podía, siempre estaba pisándome los talones, como una especie de chicle en la suela de los zapatos. Estaba realmente encantado conmigo.
—Sabes que es verdad Gerard, tú nunca sabes lo que vas a comprar, siempre improvisas—.
—¿Eso es bueno no? —.
—Me aburres—.
Fruncí mis labios haciendo una pequeña mueca ante la acusación de Bert. Bueno tal vez tenía solo un poco de razón, solo un poco. Yo siempre sé lo que voy a comprar… Que se me crucen otros discos en enfrente no es mi culpa. Más bien es la culpa de la tienda, donde tienen gran variedad de discos para mi gusto, eso es.
—Mira, mejor cállate, vienes por que no puedes decirme que no, solo te pregunte una vez y has dicho que sí inmediatamente, no te eh obligado—. Lo ignoré con la mirada.
—¡Porque eres mi novio, Gerard!—. Me gritó. ¡Me gritó! ¿Y este qué? —. Por eso te acompaño, si no vendrías solo—.
—Ya ¿Y? —.
—¿Cómo que Y? —.
—Ash, Bert, cállate—.
Noté como se cruzaba de brazos y fruncía el entrecejo algo cabreado. Ah pero si a veces llegaba a atosigarme. Rodé los ojos tratando de ignorarlo. Miré a mí alrededor y mucha gente nos observaba con atención, como si yo fuera una especie de mal padre que no le consiente los caprichos a su único hijo por tacaño. Odiaba que nos miraran por su culpa, que se pusiera como un niñato, era realmente vergonzoso aclarando que él era más grande que yo. Claramente la madures en la relación la tenía yo.
Divisé la tienda a lo lejos y dejando de lado el berrinche estúpido de Bert y comencé a caminar rápidamente dejándolo atrás, importándome poco lo que dijera y emocionado por saber con cuantos y cuales discos saldría de esa tienda, tal vez, uhm, en dos horas.
Entre como rey en el palacio de oro que se construyó perfecta y exclusivamente para él, demasiado emocionado, todos comenzaron a saludarme y a llamarme por mi nombre. Era el cliente preferido de la tienda, razón por la cual sabían mi nombre y apellidos. Nada exagerada la situación. Siempre iba, no podía faltar mi visita —Aunque solo fuera de curioso a observar—, cada que iba al centro comercial. Incluso pretendía que me dieran una tarjeta de cliente especial. Cosa que aún no hacían pues no existía aún, pero yo exigía que me la dieran.
—¡Eh, Gerard! — Observe al dueño de la tienda acercarse a mí. Pude notar como en sus pupilas se formaba un signo de dólares. ¡Ah pero si será cabrón! Entre más consentido me tuvieran, más garantizado tenían que volvería.
—Hola Max—. Igualado.
—Nos ha llegado mercancía nueva, el Álbum “Static Age” que nos pediste y el Single “Bullet 7” —. Sonrió ampliamente. A pero como amo al señor este. Mi cara se transformo totalmente en una de gozo y excitación al saber que mi colección de discos de Misfits. —En la sección de siempre—.
—Genial—. Salí disparado observando a Bert buscar en la zona de videojuegos algunos discos para su entretenimiento. Menos mal.
Tan distraído iba que solo pude escuchar un gritito agudo y cuando pude darme cuenta, un golpe seguido de un ruido seco acababa de recibir en mi cabeza. ¡Ah! Puta madre, ese golpe me ha reventado los sesos.
—¡Ay! —. Me lleve una mano al lado de mi cien izquierda donde recibí el golpe. —¡Joder!—.
—Mierda—. Miré a esa persona de baja estatura con una bolsa en mano que al parecer contenía una playera o no sé, deje de prestarle atención al ver como la soltaba y llevaba ambas manos a su frente. —¡Au, au!—.
—¿Podrías fijarte donde caminas?— Me dijo enfadado, pero en tono bajo.
—Yo… Lo siento, iba realmente distraído no me di cuenta que venias…—
—Ya, ¿No me digas? —.
—Lo lamento, am ¿Estás bien? —
—¿Tú que crees? —. Soltó en tono sarcástico. Ah que para ser enano tiene carácter.
¡Que monada!  Esos ojos verde suave pero a la vez intenso ¡Su cabello negro! Bastante crecido pero no de más, apenas y llegaba a taparle las ojos —algo así como el mío—, con un brillo intenso y revuelto como si esa fuera su manera de peinarse. Un pantalón de mezclilla un tanto entubado con  tenis y una musculosa blanca. Tatuajes, tenía tatuajes. Ah, con lo que odio los tatuajes. Y su voz. No es gruesa pero es delicada, como si no le preocupara nada. Es hermosa. El es hermoso. Me gusta.
Trabajará aquí... ¡Mierda! Ahora entiendo. El pedazo de tela en la bolsa era su uniforme.
¡Uy, pero que carácter para atender a las personas!
—¡¡Ahh!! —. Siguió quejándose, ah pero que quejica era.
—Disculpa—. Dije una vez más sin dejar de mirarlo—. ¿Trabajas aquí? —
—¿Intentas ligar conmigo? —. Pregunto con una ceja ligeramente levantada y cruzado de brazos. La verdad es que me atragante con mi propia saliva, muy directo el niño—. Perdóname, pero aunque estés muy bueno, yo no soy fácil—.
¡Ay! ¡Qué chucho! Pero si conmigo no se mete nadie.
—No—. Respondí—. Creo que este trabajo no te va, ¿Cómo pretendes atender a los clientes, si les hablas tan groseramente y crees que van a ligar contigo, cuando en realidad te van a preguntar por la sección de música “Rock en Inglés”? —. Le dije subiendo un poco el tono de voz. Observe al viejo dueño de la tienda de brazos cruzados mirándonos con una ceja alzada pretendiendo acercarse, ups, lo meteré en problemas. No, él sólo lo hará con esa actitud. —No te metas en problemas—. Fue todo lo que le dije y me giré para seguir con mi rumbo notando como él vejete lo miraba algo molesto.
—¡Frank! —. Grito el dueño.
Fruncí el ceño ante tal grito, vaya, pero si cada bazofia que trabaja en esta tienda.

Volví a meter la mano a mi bolsillo verificando que el rollo de billetes siguiera ahí. Sí un poco paranoico pero no quiero que me pase como hace dos años, que llegué tan contento a la caja con 5 discos listos para llegar ser comprados, y por descuidado el dinero había salido volando de mis pantalones.
Eché un vistazo hacia donde estaba Bert, pero no lo encontré supuse que estaba comprando algo o simplemente me había dejado solo en la tienda. Suele hacer eso por venganza y capricho. Caprichoso.
Regresando a mi asunto principal llegué a mi sección favorita comenzando a buscar por abecedario hasta llegar a la “M”. Oh mierda. Termine saltándome casi todas las letras pues el deseo de tener esos discos en mis manos era más grande. En cuanto la encontré comencé a repasar cada uno de los discos por mis dedos saltando uno y otro y otro. Y ahí estaban. Eché la cabeza hacia atrás disfrutando mi momento de gloria y tome ambos discos en mis manos. Los observe un rato. Quería gritar. Mi pasatiempo favorito era coleccionar discos. Me encantaba. Al menos unos 50 había comprado en lo que pasaba el año. ¿Y que tanto compraba? No lo sé, ni siquiera los escuchaba todos, ¡Era una obsesión que no podía parar! Y a veces compraba el mismo dos veces.
Volví a observar la caratula de ambos discos girándolos para ver la lista de canciones y haciéndome a la idea, mientras que cada vez me dolía más la boca al intentar sonreír intentando inútilmente formar una Chelsea Smile real.
—Buena elección—. Su voz se escucho media quebrada pero tratando de sonar simpática. Si claro.
Giré la cabeza y ahora me lo encontré con una sonrisa un tanto forzada pero al final sincera y con su playera de la tienda. Sí, era nuevo.
¡Bienvenido!
Lo observe y sonreí ante su cambio de humor. Hace unos minutos estaba que quería sacarme los ojos por no poderlos usar correctamente y ahora me hablaba con una sonrisa y una mirada dulce.
—¿Y que dice? —. Refiriéndome a su jefe.
—Lo mismo que me dijiste tú—. Se echo a reír. Ah pero que humores—. Lo siento, realmente no sé porque me cabreé de tal forma, fue un poco chusco de mi parte. Ya, perdón—se quedo en silencio unos segundos—¿Sabes? — Levanto su mano derecha y chasqueo los dedos—. Ahora debo atenderte por lo menos diez días de los que vengas. Me ha dicho que vienes casi como si este fuera tu baño personal—. Me eche a reír mientras él rodaba los ojos algo frustrado.
—Oh, okay—. Y comencé a idear algo mejor en mi cerebro. — Pero es que me toca las bolas que me sigan—. Le dije como si fuera algo triste.
—Ya, puedo decirle que…—Se giró para señalar a su jefe sin dejar de mirarme y sonreí.
—Pero tal vez—. “Me gustas para algo más”—Por haberme hecho rabiar y echarme toda la culpa, aceptaré—. Su ceño se frunció al igual que sus labios, asintiendo. No le quedaba de otra. —Y dime ¿Cómo te llamas? —. “Ya lo sé”.
Relamí mis labios, mostrándome deseable. Se tensó.
—¿Para que quieres saber? — Hizo una mueca que me causo gracia haciéndome reír, cosa que a él le hizo reír. ¡Su risa! ¡Tan mona!
—Bueno…—. Carraspeé un poco debido a la risa inapropiada que se me había salido de la boca.— Vas a atenderme, al menos deberías ser amable conmigo—.
—Soy amable—. Dijo quitándome ambos discos de mi mano. Solté una carcajada.
—Que amable—. Rodé los ojos. Callé de golpe al darme cuenta que él se iba mordiendo los labios con nerviosismo—. Dime tú nombre, tengo curiosidad—. Insistí mirando su pequeña silueta moverse con saña.
—Me llamo Frank— Vaya, si que camina rápido, en cinco zancadas estaba parado tras la caja registradora.
—Eh…— Alce una ceja—. ¿No te parece que estas intentando correrme? — Pregunté colocándome del lado que me corresponde como cliente.
—No—. Comenzó a quitarles el plástico duro que cubría en su contorno a los CD’s y de reojo, me observaba. —¿Por qué lo dices? —.
—Bueno, me has quitado los discos de la mano y no sabes sí quiero comprar algo más—. Me incline un poco colocando mis manos sobre la delgada y baja pared de la caja que nos separaba. El mostrador o al menos un intento de eso.
—No lo creo—. Dejo de hacer lo que hacía y el hizo lo mismo que yo, colocándose enfrente de mi cara a pocos centímetros. — Y aún así, no me importa—.
—¿A que te pones burro? —.
—¿Yo? Para nada—. Acercándose un poco más a mí, recorrió mi rostro con sus ojos verdosos—Son noventa dólares—.
—Que sí me cobras mucho ¿No? —.
—¿Pretendes que te cobre menos? ¿Eh? Y ni se te ocurra quejarte por la escenita de hace rato, no por esa razón bajaré el precio, que me lo cobran a mi—.
Sonreí victorioso. ¡Confianza! Saque el rollo de billetes que tanto había tanteado en el camino de casa a hasta está caja registradora. Le tendí el rollo completo. Cien dólares.
Comenzó a contar uno por uno, mientras yo le miraba mordiéndome el labio inferior, él notaba mi mirada, pero no se atrevía a levantar sus ojos. Incluso se confundía sacudía la cabeza y volvía a comenzar.
—Dije noventa, no cien. Tonto—. Por fin levanto su rostro, enfrente del mío y estiro la mano regresándome diez dólares, yo abrí la boca como si me hubiera ofendido con la peor de las blasfemias.
—Pero los diez son para ti—.
—¿Qué? —. Alzó la mirada hacia mí.
—¿A que hora sales de trabajar? —
—Nunca—. Respondió sonriéndome. —No soy una puta ¿sabes? No vas a pagarme para que salga contigo—.
—Que pesadito eres—. Fruncí los labios y me acerqué más a él—. Ya enserio ¿A qué hora sales? —. Volví a preguntar.
—¿¡Gerard!? — Bert. Mierda.
—En cuatro horas—. Suspiro guardando con delicadeza los discos en una bolsa.
—Te esperare en el café que está enfrente, am, — Sonreí tomando la bolsa de sus manos haciendo un ligero contacto, observe como se estremecía y cerraba los ojos. —No te tardes—. Le lancé un beso en cuanto noté como abría los ojos lentamente.
—¡Gerard! — Deje caer la cabeza impactándola contra el plástico del mostrador.
—Auch—. Escuche el susurro de Frank.
—¿Amor? —.
Bufé molesto dándome la vuelta viendo a Bert observando todo desde la entrada. Oh mierda, estoy frito. Me acerque con indiferencia mientras veía como él tomaba una posición de ataque de celos. Típico de él.
3, 2, 1.
—¿Qué hacías? —Comenzó su ataque de preguntas—. ¿Quién era él? ¿Por qué tantas confianzas? ¿Por qué te inclinaste hacia él? ¿Te pidió un beso o por qué?— Ah. Me dio un beso en la comisura de los labios, el cual recibí sin regarme a nada.
—Nadie—. Respondí tomando su mano y saliendo de la tienda no sin antes echar una última mirada hacia la caja registradora.
Estaba mirándome un la boca abierta y un ligero tic en el ojo. Eche a reír terminando de salir. Pero no me salvaba de lo que venía.
—No me gusta, no me gusta que hagas eso—.
—Vale ya, no te cabrees—.
—¿¡Que no me cabree!? ¡Estoy arto de tus coqueteos!— Resople molesto, pasando de largo por sus estúpidos celos. Ah. Frank. —¡Siempre lo haces! —.
Frank.
Frank.
Frank.
Sus ojos, su cabello, sus tatuajes, su aroma, su voz, su risa.
—¡Gerard!—.
—Ahh, Bert, por favor—. Me tomé la cabeza con ambas manos y fingí una migraña—. Aquí no—.
Ví como lanzo una patada al suelo haciendo que todos volvieran a mirarnos de nuevo, a causa de su estúpido berrinche. ¡Ah! Yo lo mato.
—Idiota—. Me dio la espalda y camino hacia la salida. Estúpido si creía que iría detrás de él.
No era mi novio. —¡Hemos roto! —.
—¡Mejor para mí! —Grité.
Nunca formalice con él, pero claro, como el chiquitín estaba obsesionado conmigo, no tuve más que aceptarlo de cierta forma, me daba sexo gratis y sin resiste. Eso me tenía calmado. Me daba lo que quería con tal de que yo estuviera a su lado. Algo así como un chantaje, pero la verdad nunca me preocupo… Hasta que comenzó a sentir esos estúpidos celos.



Estoy esperando parado. Fuera del café donde le dije que estaría esperando. Pero ¿Realmente vendrá? ¿Lo hará? Demasiada confianza en un día ¿Por qué creo que me hará caso? Su cara de niño inocente me ha trabado. No puedo decir que me eh obsesionado con ese niño, pero al menos quisiera poder comérmelo a besos. Eso me provoca con solo mirarlo ¿Cuántos años tendrá?
¿Es enserio? Bien, lo conocí hoy, pero me ha parecido la criatura más hermosa que eh visto en mi vida. Su mirada profunda y esa sonrisa con el piercing en el labio. ¡Oh!
Saque un cigarrillo dispuesto a prenderlo, cosa que no sucedió pues cayó al suelo en cuanto afloje mi boca. Lo vi saliendo de la tienda mirando hacia todos lados como si buscara algo y luego hacia enfrente. Sonrió en cuanto me vio y comenzó a caminar un poco nervioso.
Creo que sí vino.
Tomé el cigarro que había intentado fumar guardándolo de nuevo en la bolsa de mis pantalones.
—Dime algo—. Dijo mirando la bolsa de los discos que aún traía en manos—. ¿No has ido a casa? —.
—Bueno, no, tenía algo que hacer—.
—¿Ah sí? —. Alzó una ceja y asentí.
—¿Pasamos? —
—Bien—.
Abrí la puerta de la cafetería y lo invité a pasar primero. Con un ligero rubor en sus mejillas acepto soltando una risita tímida y camino al interior esperando a que me incorporara a su lado. Sí será tan mono. Caminé lentamente colocándome junto a él tomándole la mano. La apretó entre sus dedos y su palma y se giro ignorándome un poco apenado. Ah.
Busqué con la mirada —y con los pies— una mesa desocupada y si estaba alejada de entre la demás gente mejor. Pero no encontré. Solo una  que tenía la vista hacia la misma calle. Opté por esa, ya que no me quedaba de otra y aún sin soltarlo de mi agarre lo arrastre rápidamente hasta la mesa.
—No, me agrada—. Suspiré invitándolo a sentar siguiéndolo yo, justamente en el lugar enfrente de él—. Pero pues ya que—.
Agacho la cabeza con una sonrisa pintada en su rostro y se miro las manos por un momento. Yo seguía cada uno de sus movimientos con la mirada sin perderme detalle alguno de sus gestos.
—Oye—. Me llamó.
—¿Sí? —.
Soltó una risita que me parecio de lo más adorable y solté un suspiro de colegiala enamorada.
—No me has dicho tú nombre—.
Alzó la cabeza y nuestras miradas chocaron sacando miles de chispas y luces de colores, muchas flores comenzaron a caer del cielo, unicornios comenzaron a correr a nuestro alrededor, ambos estábamos de blanco y la gente de alrededor estaba en sillas blancas perfectamente forradas, ante nosotros un vejete con una túnica y ambos suspiramos acercándonos para un dulce beso, que nos unía para la inmortalidad.
Oh no.
—¡Hey! — Me llamó de nuevo.
—Soy Gerard—. Respondí reaccionando con el entrecejo fruncido por la pequeña escena estúpida que había surgido en mi mente.
—Lindo nombre… Gerard— susurro lo último pero pude escucharle.
—Al igual que el tuyo—.
—¿Quién era ese? —
—Bert…—Murmuré—. Digamos que… Alguien incomodo—.
—Ya… ¿Y por que te beso? ¿No es tú novio?—
—¿Cómo que demasiadas confianzas no crees? — Lo ataqué.
—Vale ya—.
En camarero llego colocándonos unos pequeños menús con las opciones para merendar. Ambos pedimos algo ligero con un poco de café —que para mí menú nunca debe faltar—, y mantuvimos una charla normal. Conociéndonos el uno al otro. Nada más.
La cena siguió con miradas tímidas, risas nerviosas y uno que otro toque inesperado y sorpresivo, poniéndonos los vellos erizados a ambos.
Ah pero que calambres siento en mis piernas. Me saltan y siento que mis dedos de los pies van hacia lados contrarios.
Me sudan las manos, no puedo controlarlo. Me desespero, lo miro y veo como sonríe mirando su plato con comida, pero si yo no tengo hambre, ¡Quiero comérmelo a él!
Sin pensármelo dos veces me levante de mi lugar y me incliné hacia enfrente dándole un beso en los labios tomándolo por la nuca y atrayéndolo más a  mi cuerpo, que necesitaba de su calor. Escuche como varios platos cayeron al suelo, algunos murmuros y luego una oleada de aplausos. ¡No es circo, joder!
Me despegué de él, y giré para ver a todos los que nos veían como monos haciendo malabares, les lancé una mirada asesina sin excepción pero aún así seguían gritando y aplaudiéndonos. Aplaudiéndome. Aplaudiéndome por los huevos que tuve al hacer eso en un lugar público. Suspiré resignado a que no iban a callarse y giré de nuevo para verle.

¡Plac!

Me caí al suelo de lado, llevándome una mano a la mejilla que ardía como si me hubieran puesto fuego. Me giré para verle mejor. Con una mano se sostenía el brazo con el cual me había soltado tremendo guantazo y sus ojos llorosos. Su cara estaba ruborizada.
—¿¡Qué te pasa!? —. Me grito respirando descontroladamente—. ¿Tú me crees un marica? ¡Estás enfermo!— Me grito. —¡Enfermo!.
Estoy enfermo, enfermo.
Soy enfermo porque me gustó él.
Cerré los ojos sin levantarme del suelo, tragándome toda la vergüenza que ahora pasaba en esa estúpida cafetería.


Cerré los ojos con fuerza y en cuanto los abrí lo vi todo.
—¿Qué piensas? —.
—¿Qué? —.
—¿Qué piensas? —.
—Nada—. Suspiré. —Uhm, ¿Crees que soy un enfermo? —
—¿Qué? — Casi escupió toda la bebida que estaba en su boca dispuesta a bajar por su garganta—. ¡Claro que no! ¿Por qué lo dices?—.
Me alcé en hombros, sin querer contestar.
—Fue por lo que dije en nuestra primera cita… ¿Verdad? —
Agache la cabeza y asentí tímidamente, acariciando con la yema de mis dedos la copa de whisky.
—Te quiero, te quiero mucho—. Me dijo en un tono dulzón, que casi me hace romper en llanto por la emoción.
—También te quiero Frank—.
—Feliz aniversario 8ºY sonreí como un idiota. El mejor de los idiotas
¡Y es que mi cerebro aún recuerda esa primera vez!
¡La vez que le pedí perdón y él me perdono!
¡Cuando me dijo que le gustaba y que por eso se había comportado tan idiota!
¡Todos los días seguidos que iba a la tienda de discos y él en cuanto me veía salía corriendo hacia mí!
¡Todos los días son como una canción de amor para mí!
El es la letra y la música.
Nota: Bueno, este oneshot no tiene sexo, la verdad es que esta pareja me parece demaciado tierna y espero les guste lo que escribí, está un poco sin sentido, pero digamos que es el recuerdo de Gerard de cuando conocio a su amorcito*u*
Bueno ya, las criticas son bienvenidas.

1 comentario:

  1. Qué decir, me encantó :'D
    Amo como escribes, te lo he dicho millones de veces(?) También debo decir que hago lo mismo cuando voy a comprar discos, me tardo horas y horas aunque ya sepa lo que realmente quiero.
    Nunca habia leido Frerad... no me mates(?) Pero con esto he visto que son una pareja muy mona <3
    Espero más c: te amo.

    ResponderEliminar