sábado, 6 de julio de 2013

Demolition Lovers: CAPÍTULO CINCO.



Capitulo cinco: 
Yo nunca te dije lo que hago para vivir.



—¡No te me acerques!— Le gritó en la cara alejándolo bruscamente.

Ella se levanto del cadáver de la prostituta y comenzó a caminar dejándole ahí tirado solo. Su pecho dolía y es que no se podía creer que había sido arrastrada hasta el infierno con él. Sabía que había aceptado fugarse con él porque le amaba, y aún le seguía amando, pero le había mentido, sabía que él no mataba para comer. Era como una obsesión en la mente de él, la había utilizado fingiendo que necesitaba alimentarla para seguir asesinando.

Ellos no era vampiros, eran asesinos.

Por un momento se sintió asqueada por todos esos besos que él le había dado alguna vez, por los que ella le había dado, pero aunque le doliera el pecho por arrepentirse de tal acto de afecto, no podía evitar que le gustase y que ansiara uno prontamente. Pero el verlo lleno de sangre le había quitado las ganas. Ese no era él. O quizás ella no era su amante.

Él la miró sin decir nada y se giró contrarió a ella, no iría a buscarla aún. Ella no era su amante, primero debía darle las alamas al diablo, muchas, muchas almas.

Sin intentarlo de nuevo, camino hacia el bar corriente que estaba un poco atrás de ellos, de donde había salido aquella mujer. Entró casi dándole un fuerte empujón a esas puertas de madera, tomo su arma llena de municiones y con su traje ensangrentado causando terror en las y los asistentes del lugar, comenzó a tirotear sin detenerse, sin importarle quienes estaban ahí, haciéndolo hacia todos lados, cerrando los ojos y gruñendo con la boca seguía jalando el gatillo sin poder detenerse, como si alguien estuviera forzándolo y no dejo de hacerlo hasta que nada se movió. Si algunos tenían familia que les esperaban, amigos o compañeros de trabajo. Nada le importó y acabándose dos cargas de municiones acabo con cualquier vida de hombre y mujer que pudiere existir en ese rascuacho lugar.

Dejó el arma tirada en el suelo y sin mirar su desastre salió por la misma puerta de madera observando a su amante frente a ese lugar.

Ahora su mirada es diferente y algo ha cambiado en ella. No fueron mil almas, si no la desesperación con que lo hizo, importándole un carajo si eran inocentes o no. Ella estaba de regreso. Él la había encontrado.

—No sabes… Lo mucho que me ha costado encontrarte ahora — Ella negó con la cabeza. —Eh ido al infierno, y me han pedido almas, almas de personas para poder recuperarte — Él comenzó a alterarse al notar como ella no decía nada. — Mírame, estoy tan sucio.

La mirada de ella bajo hasta el cuerpo de él notando las manchas de sangre y tierra esparcidas por todo ese traje tan hermoso. También se le veía desgarrado y arrugado, ya no había tanta elegancia en él, como tampoco lo había en ella. Su vestido era más café y ojo que blanco.

—¡Nunca me lo dijiste! ¡No me dijiste nunca lo que hacías!
—Tenía que hacerlo.
—No tenías, pudiste haberlo evitado.
—Me llevarán si no lo hago.
—¡Que te lleven entonces! ¡No debiste!

Él se froto la cara aún con sangre embarrada en ella y suspiró acercándose más a ella.

—Yo te di mi amor y tú a cambio me diste un par de balas.
—No, es mentira.
—¡Es verdad!
—Te eh encontrado, y no sé ni siquiera como lo eh hecho, te tengo conmigo y era por lo que venía. Eh matado y era lo que debía hacer para estar contigo. ¡Lo intente! ¡Lo eh intentado todo! — Gritó desesperado.

Ella suspiro y levanto la manga de su vestido dejando al descubierto esa cuchilla.

—¿Sabes? Sería increíble matarte, irnos al infierno en donde estaríamos juntos de nuevo, reiríamos de nuevo, lloraríamos de nuevo y bailaríamos de nuevo — Dijo él al notar como ella tomaba su navaja, la que él le había suplicado, le enterrara en el corazón antes de que lo atraparan, sin embargo fue al revés.

Ella negó nuevamente con la cabeza.

—Eh repetido y repetido lo mismo y lo mismo por ti, porque no quiero dejarte, no quería que te fueras, eh asesinado a cada alma que se ha atravesado en mi camino, eh matado a esos hombres en la cantina por ti.
—Pero yo no te lo eh pedido.
—¡Pero alguien más si!
—¿Y te atreviste a hacer caso?
—¡Pero era necesario para encontrarte!
—¡Me has encontrado!
—¡No! ¡Ahora no eres tú! Ahora iremos hacia abajo.
—¿Abajo?
—Hacia nuestras tumbas.

Le comenzó a doler la cabeza, era fuerte y no lo soportaba, sin pensárselo dos veces, la tomó del brazo y tiró de ella hacia unos autos viejos, estacionados justo afuera de ese bar. La empujó dentro de uno y lo tomó para huir a algún pueblecillo que siguiera de ese para asesinar a unas pocas personas más. Su amante estaba de regreso, solo un poco de regreso. Su mente seguía divagando en algún punto extraño lejos de él y eso le disgustaba un poco.

Sin pensárselo piso el acelerador del auto haciendo que este comenzara a vibrar de tanta velocidad que era con la que se manejaba. Ella no tenía miedo. Y a él no le importaba nada más que hacerla reaccionar.

Ella miraba hacia la ventanilla del auto y no parecía importarle en lo más mínimo la velocidad o lo que pasaba por la cabeza de él. Porqué quien sabe que era lo más sádico en ese momento. La velocidad podría matarlos y ninguno de los dos se ha inmutado, no les importaba ni un poco.

Y hasta ahora, a nadie seguía importándole un poco lo que les pasaba, en el lío en el que estaban. En donde acabaría ella, en donde acabaría él. A nadie le importaba si seguían juntos hasta el final de sus días. Porque en realidad sus días ya habían terminado.

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