viernes, 13 de diciembre de 2013

Mudo.



Holy*~* Bueno, este escrito tiene unas semanas que lo empecé, pero no había podido terninarlo hasta apenas hoy, así que pido con el alma, me den sus opiniones de como quedó, realmente no estoy convencida del resultado, pero llevo días prometiendo el OS e incluso justo unos veinte minutos de entrar acá, le eh quitado y puesto muchisimas cosas, pero ya llegué al limité de cambios, no puedo cambiarle más pues es lo que tenía en mente. Dejen un hermoso comentario acá abajo y pronto más OS y capítulos de ambas fics (seh, prometo capítulo de la fic Twincest c: lo juro)




Sysack: Oliver Sykes & Andy Biersack.


Era invierno y el clima estaba demasiado frío llegando al extremo de quizás unos grados bajo cero, por suerte yo me encontraba trabajando en un lugar donde el calor está de más. Con un mandil en mi cadera y una gorra sobre mi cabeza con el nombre del lugar, me bastaba para atender a la clientela que entraba y salía por las puertas de la cafetería sin parar durante todo el día.

No era un lugar bastante elegante y refinado, pero era cotizado, nunca faltaba gente con ganas de cenar algo con grasa como una hamburguesa o un perro caliente, por lo cual, el lugar se abarrotaba de chicos adolescentes, parejas de enamorados, o simples personas que solo buscaban relajarse solas. Miré mi alrededor y solté un suspiró acomodándome el cabello de un movimiento con el cuello.

El lugar estaba un poco lleno y estaba por llenarse más, pues pude notar como afuera el cielo negro pero gris, soltaba relámpagos y se soltaba a llorar. La verdad no me enorgullecía bastante el trabajar en un lugar así, sin embargo, me servía bastante aunque la paga fuera extremadamente poca, y por extraño que sonara, me gustaba, aunque el tocar platos con sobras, cosas masticadas y devueltas, o simplemente manoseadas, además de los vasos con babas de los demás, me asqueaba un poco, por no decir que en mi bolsillo siempre cargaba un gel antibacterial, aunque odiara la consistencia, no dudaba en echarme un poco en las manos, después de toquetear los platos. Sí, era un absurdo mesero de una cafetería sencilla que para colmo tenía una fobia extraña a las bacterias ajenas, pero tenía que soportarlo.

A penas eran la siete de la noche y mi turno, se extendía hasta las once por ser viernes y quincena, además de que para los estudiantes era fin de semestre y podían salir más por las noches a vaguear por las calles y encontrarse para comer en lugares como este. Realmente yo me veía con mucho más futuro cuando era pequeño, pero por ahora, estaba sólo, trabajando. Mi futuro estaba en no morirme de hambre por ahora, aunque realmente sabía hacer otras cosas más.

Tomé los platos sucios de la mesa quince y caminé con ellos hacia la cocina con calma y como si no tuviera nada de prisa. Mi jefe, era un señor completamente gordo y gentil, pero odiaba mi pereza extrema, aunque debía de darle mil veces las gracias, pues él me había contratado aún y cuando llevaba mi cuerpo con algunos tatuajes y el cabello algo largo. No me juzgó y sólo me aventó una pequeña bolsa con el mandil y la gorra, indicándome mi horario y cuándo comenzaría a trabajar. Me miró con el ceño fruncido y aceleré el paso a la cocina intentando pasar desapercibido, pero obvio no lo había logrado.

—Andy, lleva las malteadas de fresa a la mesa doce, toma la orden y limpia la mesa nueve. Rápido. — Tronó los dedos, señaló los platos sucios con urgencia y yo fruncí el ceño molesto. Era una de las cosas que odiaba bastante. Que me apuraran a hacer mis deberes, pues al final, no hacía nada bien y terminaba como un imbécil ignorante que no puede moverse por sí solo con unas simples órdenes propias.

—Ya va.

Tomé la pequeña libreta de mi mandil de chica y con el lapicero negro, taché la reciente orden que había terminado. Empujé los platos con un poco de asco, felicitándome mentalmente, porque al final no era yo quien lavaba todos esos platos asquerosos y tomé una franela limpia que descansaba junto al lavabo, poniéndola sobre mi hombro.

Tomé las malteadas de fresa que estaban en el mostrador y caminé con cuidado hacia la mesa doce, donde unos adolescentes de al menos catorce años estaban comiéndose la boca a besos, intercambiando notoriamente litros de saliva, mientras que intentaban desaparecer el espacio entre sus rostros. Sin molestarme a interrumpir su glorioso momento, coloqué las bebidas en cada lado junto con dos pajillas con plástico aún envuelto en ellas y se las acerqué a cada quien. Tosí disimuladamente y regresé al mostrador donde tomé una pequeña y limpia franela para limpiar la mesa nueve.

En ese momento dos cosas me llamaron la atención.

La primera. Un señor de aspecto realmente extraño, entraba a la cafetería, parecía que tenía hasta luz propia, brillaba, pero eso era realmente imposible, pues ni siquiera tenía piel de perla, era un señor común y corriente diría yo. Entró sonriente y me saludó con un asentimiento de cabeza como si nos conociéramos de hace años. Tomó asiento en la barra y se me quedó viendo con la misma sonrisa que daba miedo. Y la otra…

Tragué saliva.

Justo cuando volteé, vi a un chico de unos diecinueve años entrado alegre, sonriéndole a todos y siendo cortés sin abrir la boca. Camino hacia la mesa que estaba vacía y dispuesta a limpiar. Frunció el ceño sin deshacer la sonrisa de su boca, notando la mesa sucia, vaciló con los hombros y se sentó. Empujó con el dedo indicé un vaso grande de malteada a medio tomar y limpio su zona con una servilleta limpia. Era muy blanquito, su cabello era negro y le llegaba más debajo de la oreja, muy delgado y mirada profunda, bufanda de invierno alrededor de su cuello, una gabardina y unos guantes. Bajo su brazo un libro que por su aspecto parecía viejo.

Una vez limpia su mesa, deposito el libro sobre ella y lo abrió sacando un separador de entre las hojas y retomó la lectura, quitando el gorro de lana que llevaba sobre la cabeza en conjunto con los guantes y la bufanda.

Me acerqué con cuidado a su mesa y limpié con cuidado de no distraerle de la lectura, pero no lo logré. Alzó la vista y me dio una sonrisa perfecta que me impresionó. Era tan bonita. Le sonreí de regreso y limpiando los tratos sucios que estaban ahí, me retiré para llevarlos al fregadero. Cuando estaba por regresar, ya tenía una malteada de fresa en su lugar y seguía leyendo. Me dediqué a observarle de lejos y a apuntar todos sus gestos. Me llamaba la atención.

Era lindo.

—Canta.

Me giré con violencia y encontré a mi jefe dándome un micrófono que usaba para el karaoke viejo que tenía guardado.

—No. — Negué con la cabeza y apreté en mis manos el mandil blanco que colgaba de mis caderas.

—No te lo estoy preguntando. Soy tu jefe y vas a cantar. — Tragué saliva y asentí.

Tomé el micrófono apretándolo entre mis manos y carraspeé.

I’m screaming out
Can you hear me
I bleed for you
Forever I will lie awake
I would Die For You
I see the truth
I’ve given you my heart to break
I would Die For You”

Mi mirada se paseó por el rostro de todas aquellas personas que me miraban atentos. Le miré a él y no se movió ni un poco. Agaché la cabeza y apreté con más fuerza aquel micrófono.

“I feel your body crawl
Pale flesh for my devotion
True pain was all you ever meant
Love would be our last emotion
 oh oh oh…

I’m screaming out
Can you hear me
I bleed for you
Forever I will lie awake
I would Die For You
I see the truth
I’ve given you my heart to break
I would Die For You”

Terminé y él seguía leyendo su libro. Apreté los labios fuertemente y alzó la mirada por un microsegundo, sonriéndome con dulzura, robándome una sonrisa de vuelta.

—No te emociones tanto. — Escuché la voz de mi jefe a mis espaldas, y junto a él, ese señor de aspecto extraño, mirándome fijamente. Él sabía algo y a mí no me agradaba del todo. Hice una mueca y negué con la cabeza. — A menos que de verdad te interese… sólo fíjate.

—¿Fijarme en qué? ¿De que coño me está hablando?

Mi jefe me miró divertido y tomó un casete de su banda favorita de antaño. Fruncí el ceño molesto y lo observé con cautela, fijándome bien en cada uno de sus movimientos. Colocó el casete viejo en su grabadora y le subió el volumen al grado en que todos nos llevamos las manos los oídos; los vidrios retumbaban y los clientes comenzaron a quejarse, mi jefe movió la cabeza hacia una dirección y me obligo a girarme para ver al chico.

Él estaba concentrado en su lectura, cuando vio que la malteada de su vaso, comenzaba a moverse con agresividad, alzó la mirada con el ceño fruncido y después bastante confundido, al mirar a todos con las reacciones de molestia, pero su cara simplemente era tranquila, no de enojo como debería al haber sido interrumpido de su lectura de una manera tan agresiva.

Mi jefe apagó el escándalo y pidió una disculpa a los clientes tendiéndoles un postre a cuenta de la casa.
Pero yo me quedé mirándolo. Aquel chico, solo vaciló de nuevo con sus hombros y siguió su lectura. ¿Era posible que el escándalo no le haya molestado un poco? Lo pensé.

— — —

El amor no siempre es justo, a muchos les encanta, otros les temen, la mayoría siempre busca estar enamorados, pero nosotros no escogemos de quien queremos estarlo. ¿Qué les aseguraba que iban a encontrarlo? Yo ya lo estaba y estaba demasiado seguro. Lo que a la mayoría de las personas realmente les gusta, no son los enamorados, si no las historias de amor, siempre diferentes.

La puerta se abrió y un impulso me hizo girar, viendo así, al mismo señor de todas las veces pasadas. Era completamente extraño, siempre que llegaba él, se sentaba en un banco cerca de la barra y se dedicaba a analizarme, y no suficiente con tenerle mirándome, detrás de él, llegaba aquel chico.

Entraba de nuevo al restaurante y pasó de largo. No me miró, no lo hacía a menos que me acercara a su mesa, nunca hacía pedido, solo mi jefe me mandaba a llevarle un panecillo y su sempiterna malteada de fresa o chocolate, dependiendo de lo tarde que fuera.

Eran cerca de las nueve de la noche y eso significaba que la hora de la malteada de fresa había acabado y ahora tenía que ser una no muy fría malteada de chocolate.

Tomé las cosas que mi jefe ponía en el mostrador, apartadas para él y me dirigí hacia su mesa con mi cara de pocos amigos. Era lindo, pero el hecho de que fuera un tanto agresivo con su actitud me molestaba. No hablaba, no miraba, no escuchaba totalmente. Intentaba hacer ruido, hacer que me gritara mi jefe por hacer algo mal, pero a él no parecía importarle, siempre estaba en la misma posición leyendo cada vez libros diferentes.

Deposité el vaso de malteada en su mesa justo a una pajilla y el plato de porcelana con el panecillo recién horneado. Estaba por marcharme cuando noté que alzó la mirada, estaba viéndome. Le miré sin expresión hasta que él me sonrió, por lo que los músculos de mi boca se estiraron y le regresé la sonrisa.

De nuevo estaba por marcharme cuando tomó mi muñeca y tomó el menú que llevaba en la mano y lo abrió ante mi atenta mirada. Paso las páginas hasta que se detuvo en la zona de emparedados y bebidas light. Le miré con el ceño fruncido en lo que esperaba sus palabras, pero nunca llegaron. Al contrario, solo señalo un platillo de los tantos del menú.

—Oh, ¿quieres un sándwich de la casa?

Él asintió y me sonrió para luego cerrar el librito del menú y entregármelo. Lo tomé con una cara de extrañamiento y noté como retomaba su lectura sin decirme nada.

Pasé el pedido a la cocina, y me quedé junto a la barra sentado en un banquito observarle. Leía algo parecido a una novela, pues sus facciones se relajaban o se tensaban, sonreía y sacudía la cabeza, o fruncía el ceño y se angustiaba. Lo miraba atento, pero nunca pasaba nada, no hablaba y parecía no escucha a nadie, incluso parecía que nada le importaba, nada que no fuera el libro que llevaba en sus manos.

En cuanto el pedido estuvo listo, me levanté y se lo entregué con delicadeza esperando de nuevo un “gracias” de su boca, pero me estaba privando del deseo de conocer su voz. No dijo nada. Sonrió y agradeció con un simple asentimiento de cabeza. Rodé los ojos y me giré dejándole solo.

Me senté de nuevo en el banquito en el que estaba y me entretuve mirándole, demasiado agradecido de que nadie me llamara. Las personas entraban y salían, pero eran pocas las que se encontraban en el restaurante.

—Canta.

—¿Ya?

—Ya.

Asentí y me bajé de mi banquito para sostener el micrófono que mi jefe me tendía. Al momento de tomarlo tragué saliva y me le quedé viendo, esperando que esta vez me escuchara. Otro intento más en vano, lo sabía, pero necesitaba probar.

“I cannot hide what’s on my mind
I feel it burning deep inside
A passion crime to take what’s mine
Let us start living for today

Never gonna’ change my mind
We can leave it all behind
Nothin’s gonna’ stop us
No not this time
Take your hand in mine
It’s ours tonight
This is a Rebel Love Song

My outlaw eyes have seen their lies
I choke on all they had to say
When worlds collide what’s left inside
I hold on tight and hear you pray”

Bajé la voz y bajé el micrófono.

Un chico me había llamado de nuevo la atención. Su cabello corto y castaño se movió al momento en el que giró la cabeza buscando a alguien… Y entonces esta vez, aquel chico tan misterioso para mí, no iba solo.

Entró en cuanto le ubico devorando el sándwich que le había llevado, le miró con una sonrisa muy adorable y caminó hacia él. Tenían mucho parecido, tenían que ser familia, y por sus ojos y sus facciones, estaba demasiado seguro de que lo eran. El otro chico se veía más grande y un poco más brusco y tosco, sin embargo se le notaba igual de sensible.

De nuevo encontrando otra excusa para acercarme al pequeño chico, me levanté tomando mi libreta de pedidos. Me acerqué a hacer el pedido del chico recién llegado y me apuré anotando lo que quería, estaba concentrado en ello, hasta que noté el movimiento de sus manos. Fruncí el ceño y levanté la mirada creyendo que estaba llamándome, pero me encontré con lo más trágico que me pudo haber pasado jamás.

Estaban platicando por medio de señas y no eran señas estúpidas, era la típica comunicación usada para sordo-mudos.

Les miré con los ojos totalmente abiertos, demasiado espantado. Eh ahí lo que había sospechado de hace días pero al final me parecía una idea bastante ridícula.

Sus ojos se posaron en los míos, sin embargo el sonrió con cariño y emoción, mientras yo me quedaba en el mismo lugar. Estaba seguro que había comenzado a sudar y que mi respiración había comenzado a agitarse.

La sonrisa en su rostro se esfumo al notar como le veía. Se notaba avergonzado y agachó la cabeza.

—Hey, ¿estás bien?  — El chico enfrente de él, me habló con preocupación. Negué con la cabeza y quité mi gorra y el trapo sobre mi cadera.

¿Cómo se supone que debería sentirme? No me lo imaginaba, realmente era una idea estúpida en mi cabeza, porque no podía ser cierto. Pero lo era. ¿Por qué él? ¿Qué había hecho él para nacer así? Era demasiado para mí. Ahí estaba la explicación de todas las miradas que no respondía. La vez del escándalo de mi jefe. Las veces que él no hacía pedido alguno. El solo sonreía y con ello saludaba, hablaba, agradecía y se despedía.

Siempre pensé que las personas se merecían lo que les pasaba. Y no le conozco lo suficiente, pero es completamente cruel. Lo es, realmente lo es.

Me fui de ahí y le pasé el pedido a otro mesero, mientras tomaba mis cosas y salía corriendo del restaurante bajo la mirada de mi jefe que no hacía más que reírse. Sabía lo que iba a hacer y no es que me hubiera ayudado mucho, pero lo agradecía por no molestarse en detenerme.

Corrí calles abajo y terminé en una librería. La miré, negué de nuevo con la cabeza y me retiré aminando a paso pesado hacia el parque que estaba justo enfrente.

Cerré los ojos un momento hasta que sentí una ráfaga de viento fuerte y fría, me heló los huesos y me estremecí temblando de frío. Al abrir los ojos, pegue un salto por el enorme susto que me provocó, al ver que justo junto de mí, estaba el mismo señor que entraba antes que aquel chico que me provocaba una curiosidad inmensa. Su mirada parecía comprensiva y sonrió para luego colocar una caja no tan grande junto a mí. Se levantó y se marchó sin decirme una palabra.

Todos necesitamos una ayuda.

— — 

Aquella caja sobre mi chaqueta, pasaba totalmente desapercibida. Estaba completamente fuera de mente. ¿Cómo fue posible? Él lo sabía.

Fue abrir la caja por curiosidad, observar el contenido y tener que cerrarla rápidamente al notar que eso, no era ningún error, era especialmente para mí. Me estaba sintiendo desfallecer.

En cuanto llegué a casa, abrí la caja y saqué el contenido justo sobre la mesa para observarlo mejor. Leí la portada y acaricié el titulo con la yema de mis dedos.

Apreté aquel libro entre mis manos y después con más relajación comencé a hojearlo. Las lágrimas en mis mejillas cada vez eran más abundantes. Sentimientos encontrados en mi pecho no dejaban de acumularse sin parar. Suspiré y coloqué el libro en la mesa para comenzar a mover mis manos creando letras y palabras.

La noche entera sin dormir, con ojeras bajo mis ojos y con el cuerpo completamente cansado. Solo esperaba que la noche llegara lo más rápido posible. No podía esperar.

— — —

Llegué arrastrando los pies, tomándome por sorpresa el que él ya estuviera ahí sentado, leyendo su sempiterno libro de siempre. La mandíbula me tembló y me sentí un crio totalmente indefenso.

—Andy ven aquí en este instante. — Escuché la voz de mi jefe.

—¿Ahora qué? — Rodé los ojos, bastante molesto.

—Canta.

—¿¡Ahora!? Me niego  cantar, no quiero, no estoy listo.

—Lo estás.

Me mordí el labio y bailé sobre mis pies, pensándomelo un poco, luego asentí y tomé el micrófono en mis manos. Acabaré con esto antes de que pudiera arrepentirme.

Las luces se apagaron dejándome solamente a mí ante la vista de todos, pues la única luz prendida estaba sobre mi cabeza. Aquel chico alzó la mirada y es cuando nuestras miradas se conectaron. Levanté las manos y comiencé a cantar con ellas con suaves movimientos, deteniéndome constantemente.

You sit in the bathroom and you paint your toes
I sit on the bed right now and I sing you a song
It's not always easy, but somehow our love stays strong
If I can make you happy, then this is where I belong.

And I'd just like to say
I thank God that you're here with me
And I know you too well to say you're perfect
But you'll see, oh my sweet love, you're perfect for me

I know all your secrets, and you know all of mine
You're always here to hold me up when I'm losing my mind
I wish that I was stronger so that I had more to give
I'll share everything I have and we'll find a way to live

And I'd just like to say
I thank God that you're here with me
And I know you too well to say you're perfect
But you'll see, oh my sweet love, you're perfect for me

Even after all this time, nothing else I ever find
In this whole wide world can shake me like you do
It's true that something so sublime
That there aren't words yet to describe
The beauty of this life I've made with you

And I'd just liek to say
I thank God that you're here with me
And I know you too well to say you're perfect
But you'll see, oh my sweet love, you're perfect for me

And I know you too well to say you're perfect
But you'll see of my sweet love, you're perfect
Oh my love, I swear you're perfect
Yes I promise, you're perfect for me”

Aquel chico me sonríe y deja al descubierto sus manos totalmente tatuadas. Me sonrojo y le miró mordiéndome el labio, entregando el micrófono.

Levanta las manos y comienza a moverlas. Leer ese libro me ha ayudado bastante, entiendo lo que dice.

“Siéntate” — Señala el lugar vacio frente a él.

Camino torpemente y con las manos sobre mi pecho me presento.

—Andy.

—Oliver, se leer los labios, no te preocupes por el lenguaje sordo-mudo. Lo siento.

—No lo hagas, no te disculpes — Respondo esta vez con mis labios y el sonríe. Me ha entendido.

6 comentarios:

  1. Me a gustado mucho! :'3 es de los mejores que eh leído T_T y también la última canción, casi lloro

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    1. Oh, muchas gracias, estaba muy nerviosa y como al final cambié los papeles (si sabes a lo que me refiero) siento que se me ha ido la pata un poco, y la verdad tengo mucho flojera de justificarlo. Me alegra que te haya gustadi tanto.

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  2. asdfghjklñ pero que, es estupidamente gwfkckgb te amoadoro (? c':

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  3. Ay! Es hermoso *-*, es tierno, me encanta <3 !
    P.D. Una nueva fan.

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    1. ¡Gracias por eso! Me encanta siempre encontrarme con alguien nuevo en mi blog.

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