miércoles, 6 de agosto de 2014

Jarjacha: Capítulo V


Capítulo V

2003.

Sus pies descalzos entraron en contacto con la hierba húmeda del jardín. No pudiendo soportar su peso un segundo más, cayó de rodillas con pesadez y un sollozo lastimero salió desde el fondo de su garganta dando rienda suelta a la opresión que comenzaba a acumularse de manera dolorosa en su pecho.

Presionó sus ojos un par de segundos para luego abrirlos de golpe al sentir un calor extraño invadirlo de pies a cabeza. Giró bocarriba asustado, al sentirse un poco inmóvil como si alguien estuviera echado sobre su cuerpo, y movió la cabeza hacia todos lados buscando un punto de apoyo, pues sentía que estaba a punto de desmayarse al sentir la presión.

La primera lágrima resbaló por su mejilla, dejando un delgado camino húmedo por la colorada dermis de su rostro, cuando vio a un par de chicos que caminaban dando trompicones, bastante ebrios, claramente, y riéndose exageradamente, como si nada, en medio de la helada madrugada. Abrió la boca dispuesto a soltar varias palabras de auxilio cuando algo en aquellos chicos le hizo desistir…

…El rostro de aquellos chicos, que por un momento no parecieron nada más que dos adolescentes en una de sus noches de jarra, se desfiguró horrorosamente en cuanto ambos habían volteado para verle mejor. Sus ojos quedaron completamente blancos y sus bocas se abrieron tal y como si no tuvieran una dura mandíbula. El color blancuzco de los chicos se perdió en el escarlata que subió por sus rostros y el rugido que soltaron ambos fue aterrador, tal como el de un espectro.

Su cabeza estaba a punto de estallar por el dolor que estaba intensificándose cada vez más y gritó con un sonido gutural, que rasgó sus cuerdas vocales, bastante horrorizado. Sus ojos abiertos de par en par veían la escena con terror y de sus labios no salían más que sonidos de miedo. Ninguna palabra que buscara un auxilio próximo.

Cayó de espaldas a la hierba verdosa y gateó hacía atrás, apoyándose en sus codos y retrocediendo con la mirada fija en esos chicos, bastante temeroso de que fueran a lanzarse encima de él con esa cara alargada y los ojos en blanco, además del semblante oscuro y serio que mantenían y que de alguna forma le hacía ver aún más temibles.

Hubo el momento en el que la respiración agitada que mantenía por la nariz, le imposibilitó el conseguir el aire suficiente para sus pulmones; abrió la boca desesperado, y tan agitado como si hubiera corrido un maratón, respiró varias veces continuas intentando controlar la taquicardia que comenzaba a sentir, golpear con frenesí en su pecho.

Se giró bocabajo, negándose a ver un segundo más a aquellas criaturas extrañas que se presentaban de una manera extraña frente a él. Soltado lágrimas y grititos, cerró los ojos y negó efusivamente mientras que los chicos seguían su camino como si no le hubieran visto ni escuchado y con sus rostros volviendo a la normalidad.

En cuanto se dio cuenta que los chicos ya no estaban frente a él, notó que había comenzado a llover. Sus ropas estaban empapadas, pero de pronto, conseguir una pulmonía por estar en plena tempestad en la madrugada no sonaba tan aterrador como lo que estaba experimentando en su cuerpo.

Su respiración comenzaba a normalizarse y su ritmo cardiaco se estabilizaba. Dejó caer la cabeza y rodó colocando nuevamente su frente sobre la hierba mojada importándole poco que fuera a ensuciarse de lodo. Seguía llorando, sin embargo la tranquilidad que comenzaba a sentir, lo hacía sentir aliviado, pese a que su ropa seguía bañada en sangre y la navaja estaba fuertemente apretada contra la palma de una de sus manos.

De pronto, en medio del silencio sepulcral de la noche, un grito gutural, ensordecedor, doloroso y desgarrador, se escuchó resonando por toda las calles a la redonda.

Como si alguien estuviera dispuesto a hacerlo sufrir, sintió, como si fuera producto de alguna caída por las escaleras o de algún edificio de un par de pisos arriba, como su columna se quebraba en partes, de una manera sorprendente. El dolor que comenzó a sentir expandirse hacia todo su cuerpo, era insoportable y le invadió de inmediato.

Llevó una mano hacía su espalda de manera inconsciente y buscó a tientas el lugar de donde venía aquel dolor. Su impresión fue grande. Sus ojos se abrieron de par en par, al encontrar un par de discos salidos horrorosamente por su piel. Además de aquello, el liquido rojizo que corría por su espalda hasta perderse bajo sus pantalones le debilitada de alguna forma. No entendía como podía estarle pasando aquello, pues solo había estado tirado en el pasto, sin embargo, era demasiado brutal, no había explicación alguna que lo remendara.

Intentó levantarse con cuidado de no dañarse, pero le fue imposible doblarse de dolor hacia un lado, quedando increíblemente arqueado hacia atrás. Era incomodo y no podía caminar, pero también estaba consiente sobre el que no podía quedarse ahí esperando la ayuda de algún transeúnte. Apenas dado un par de pasos, cayó de nuevo al piso de espaldas a este y sintió como el par de huesos salidos, se clavaban nuevamente en su lugar habitual.

Gritó con fuerza y las lágrimas se deslizaron de sus ojos por el dolor. No sabía como había estado aguantando aquella tortura sin desmayarse. Demasiado para ser solo un chiquillo de catorce años.

Abrió la boca para tomar una bocanada de aire para tranquilizarse, pero en lugar de aquello, sintió como algo le era introducido por su garganta hasta tal punto de hacerlo ahogar como si se tratara de una masa imposible de masticar. El nuevo piercing, que alguna parte de él le había obligado a hacérselo, no ayudaba en nada, pues solo había logrado que el aire le fuera completamente imposible llegar hasta los pulmones.

Golpeó su pecho y llevó como acto reflejo sus manos al cuello. Al tocarlo notó que llevaba puesto aquel collar de cuero ceñido a  este con una calavera colgando de ella. Con desesperación lo desabrochó y lo tiró lejos de él como si quemara. El aire comenzó a entrar en su sistema y el color azulado que se había posado en sus labios, despareció de inmediato.

De pronto, sintió como algo pateaba directamente hacia su espalda baja, incluso creyendo sentir que su coxis había sido roto al recibir tremendo puntapié. El grito que esta vez salió de sus labios, fue demasiado corto y lastimero como para ser escuchado, sin embargo, era la clara muestra de una tortura bastante dolorosa y lenta. Cayó al suelo bocabajo y demasiado aturdido, pero con el instinto de supervivencia, comenzó a arrastrarse con desesperación hacia la entrada de su casa. Algo más y estaba a punto de desmayarse.

Sus gritos guturales habían sido desgarradores e incluso se podía escuchar como él mismo raspaba su garganta con tales alaridos de dolor, sin embargo, nadie podía escucharlo de la manera en la que él quería.

No era la primera vez que aquello le daba una paliza de tal magnitud, sin embargo, cuando sintió como algo entró por su boca tal como un gran pedazo de carne sin masticar, supo que aunque lograra sacar aquello de su cuerpo por unos instantes, fuera lo que fuera, eso volvería con mucha más fuerza hasta poder cumplir su  objetivo.

— — —

—¡Abuela! — Gritó Tom y corrió a los brazos de la anciana que con una ligera joroba, sonreía desde la puerta a sus nietos recién llegados de la ciudad. — Abuela, abuela. Te extrañé.

—Es bueno tenerlos de vuelta, mis bebés. Nunca se sabe. — Contestó acariciando las rastas rubias de Tom, quien cada vez hundía más el rostro entre sus ropas, olisqueando el aroma a galletas que inconscientemente la anciana desprendía.

—No lo digas, abuela. Nos tratas como si tuviéramos seis años, tenemos catorce.— Tom infló su pecho orgulloso y luego soltó el aire de sus pulmones recordando a su amigo Andreas que si no fuera por las circunstancias extrañas que acontecieron ese día, pronto cumpliría sus quince años. —Hace unos días…

—Lo sé Tomi—Interrumpió la anciana al notar como su nieto se deprimía rápidamente, cosa que no era buena según indicaciones de Simone—, y lo siento tanto. Sé que era tu mejor amigo. — respondió ella abrazando de nuevo a su nieto para luego soltarlo y dirigirse a la silueta de igual tamaño que Tom, pero con un aspecto completamente diferente y actitud malhumorada. — Oh, Bill, —Ella tapó sus labios que formaron una perfecta ‘o’ y luego sonrió—¿Qué te hiciste en el cabello?

—Nada complicado, Dunja—Dijo Bill llamando a su abuela por su nombre, cosa que extrañó a la anciana pero se limitó a nada más que sonreír. Bill la miró de reojo sin acercársele. — Lo teñí de negro.

—Has cambiado mucho. — Murmuró Dunja y luego miró a Tom quien seguía aferrado al cuerpo desgastado de su abuela. — Es importante que sepan que están a punto de entrar en una etapa de cambios en sus cuerpos. A esta etapa compleja se le conoce como…

—No nos importa como se le conozca… — Interrumpió Bill. Tom quien había puesto toda la atención en lo que su abuela decía, arrugó el ceño y miró con curiosidad a Bill quien parecía pasar de él. Le pareció extraño que callara a su abuela de una manera no muy sutil, pero s saber de la mala actitud de Bill, se mantuvo callado.

—¿Y el abuelo? — Preguntó Tom con rapidez intentando disipar el mal humor que Bill comenzaba a emanar (de alguna extraña manera) por todo el lugar.

—¿Puedes decirnos donde vamos a dormir? — Preguntó a su vez el moreno rascándose la reciente perforación en la ceja, importándole poco que estuviera hinchada, roja y a punto de romper los tejidos bajo ésta.

—Oh, tu abuelo a trabajado muy duro estos últimos días. Está muy viejo y apenas puede sostenerse, pero está contento porque ustedes estarán aquí unas semanas. Es muy bueno para nosotros. — Dijo Dunja, aunque realmente no había escuchado la pregunta de Bill. Acarició el cabello de Tom nuevamente, pues parecía ser el más receptivo a sus caricias, además de que era a quien tenía más cerca. — Han nacido un par de potrillos en el establo. Su abuelo podría regalarles uno si es que ayudan a alimentarlos. — La anciana guiño un ojo a sus nietos de forma cómplice como si creyera que ambos estaban ansiosos por recibir un animal bebé a cambio de arduo trabajo. El menor de los gemelos bufó molesto e ignoró a la anciana. —Bill da un abrazo a tu abuela. — Abrió los brazos y sonrió ampliamente.

—Sí, sí, como sea. Quizás después.

Bill se abrió paso al interior de la casa dejando a la anciana con los brazos abiertos, esperando el ansiado abrazo del menor de los gemelos. Pero este jamás llegó. A pesar de aquello, Dunja se vio envuelta nuevamente en un abrazo dado por el pequeño rubio con rastas, que al parecer no quería soltarse, por y para nada, de ella. La anciana se separó un poco de Tom y juntos entraron a la casa con el par de maletas que los gemelos habían llevado. «—Nada de carga y ropa de lujo, solo cómoda y vieja para campo» como había dicho Simone, siendo así que los gemelos solo cargaban un par de valijas con algunas ropas ligeras.

Tom quien iba colgado de las ropas de su abuela contándole un sinfín de cosas sin importancia, escuchó como un jarrón (de al parecer vidrio) era quebrado en mil pedazos. Se disculpó de inmediato y dejando a su abuela en la cocina, dado que la anciana no había escuchado, corrió hasta donde un jarrón de porcelana, y no vidrio como lo pensó en un principio, yacía en el suelo roto en mil pedazos. Era el jarrón favorito de la abuela.

—¡Bill! — Chilló Tom aterrado. Se inclinó ante los restos del jarrón y con cuidado comenzó a levantarlos uno por uno, intentando no cortarse la piel con estos. Observó como unas piernas demasiado flacuchas de posaron frente a él y alzó la mirada encontrándose a Bill con los brazos cruzados y un semblante aburrido. —Bill, el jarrón favorito de la abuela está roto… ¡Ayúdame a levantarlo! Se podrá triste cuando lo vea en pedazos.

Bill arqueó una ceja y rió con un toque de amargura en la voz. —No. Yo lo he tirado. Odio ese jarrón.

Tom, que estaba guardando los pedazos de porcelana en su mochila para ocultarlos del ojo de su abuela, se quedó quieto mirando a Bill un momento. Arrugó la frente y tomando un puñado de los pedazos que le faltaban, arriesgándose a que estos se clavaran en sus dedos, se levantó y encaró a Bill. Bill sonrió.

—¿Qué pasa contigo, Bill? A ti te gustaba ese jarrón. — Dijo recordando como lo había elogiado cuando tenía siete años recién cumplidos y la abuela lo había comprado a un precio barato en el bazar que realmente era muy viejo.

—Uhm, tengo una idea Tomi— Dijo y a Tom le brillaron los ojos— ¿Porqué no mantienes tu boca cerrada por unos momentos? Sueles ser más encantador así. A nadie le importa ese jarrón ¿Ok? —Tom asintió.

Bill se dio la media vuelta y emprendió camino buscando su habitación. Tom como un pequeño niño, obedeció a no hablar más del jarrón y le siguió emocionado.

—Bill, ¿Podemos ir a buscar a Georg y a Gustav?, podríamos salir al bosque a buscar ardillas o  acampar en el patio, no lo sé, quizás podamos ir al establo y mirar los potrillos recién nacidos que la abuela mencionó. ¿Podemos? — Preguntó Tom intentando hablar con su hermano mientras jalaba con fuerza su pesada valija y lo seguía a paso apresurado.

Bill había estado demasiado cortado con él. Después de la pelea en la que el oso Teddy que Tom había recibido por parte de Andreas y que había sido arrebatado por Bill sin compasión, su gemelo lo ignoraba olímpicamente como si no existiera y se negaba a contestarle en donde se encontraba aquel oso de peluche, cuando Tom le tiraba del cabello azabache y le obligaba a mirarle. Claro que con eso lograba que Bill se enfureciera más y recibiera un empujón brusco por parte del menor que notablemente, era más fuete que él.

Pero su gemelo seguía ignorándole y Tom a punto de tomarle de la playera y exigirle que le esperara, pues no podía cargar la valija que pesaba mucho, recibió un manotazo que dejó todo el dorso de su pálida mano de un color rojizo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y quería gritar, pero Bill no estaría contento con eso. Él le había golpeado.

—¡¡Dunja!! — Gritó Bill con el ceño arrugado al notar que las habitaciones que ellos ocupaban cada que iban a pasar las vacaciones, estaba repletas de cajas y basura, además de polvo,  ratas y algunos animales extras por lo que se alcanzaba a escuchar.

La anciana apareció con un mandil colorido y dándose cuenta de la situación, habló rápidamente.

—Chicos, lo sentimos, todo fue tan de improviso que realmente no tuvimos tiempo de limpiar las habitaciones.

—¿Y? ¿Dónde coño voy a dormir? No en el sofá y no con ustedes. — Escupió Bill. Tom le miró con la boca abierta y arrastró más hacia su cuerpo la valija pesada.

—No, pero en el establo hay una habitación con un par de camas que pueden utilizar mientras vacían la habitación. Ustedes pueden hacerlo, estoy segura que lo harían en un par de días a comparación de nosotros. Estamos viejos y nuestras articulaciones…

—Corta el rollo. Pueden dejar la mierda pudrirse aquí. Nos vamos al maldito establo. — Tom asintió no muy seguro de las palabras de Bill, pero seguro de que él estaría feliz por apoyarlo. Tom aún mantenía la mirada pegada en su abuela asintiendo efusivamente y emprendió camino a toda prisa en cuanto notó que Bill le dejaba atrás.

La anciana algo anonada por la actitud grosera y descarada de Bill, apenas y parpadeó cuando su esposo apareció  a su lado y le observo con la mirada cargada de tristeza. Bill estaba cambiando para mal y eso no pasaba desapercibido para ambos; ni siquiera para Simone quien había marcado ya dos veces preguntando por el estado de ambos chicos.

—¡Bill! — Gritó Tom saliendo de la casa de sus abuelos y caminando a paso firme tras Bill hacia el establo.

—Durmiendo junto a la mierda. ¡Perfecto! — Dijo Bill y pateó la puerta de la habitación que se encontraba a una gran distancia de los animales, sin embargo el olor que se aglomeraba entre las cuatro paredes, era suficiente para recordarles la realidad del lugar.

—¡Bill! — Gritó de nuevo Tom entrando apresuradamente y dejando su valija al pie de la puerta. Colocó una mano en su pecho y respiró agitadamente un par de veces. — Dios, Bill. Caminas muy rápido. ¡Uf! Oye, Bill…

—¡¿Qué?! ¿Qué coño quieres? — Gruño Bill harto de la insistencia de su hermano mayor. Tom le miró pero intentando no sofocarse y sonrió tímido.

—¿Podemos ver a Gustav y Georg? — Tom mordió su labio inferior y sintió una ligera punzada en las heridas resientes bajo su cuello. Inconscientemente rascó con fuerza y se hizo sangrar. No dolió, pero en cuanto miró de nuevo a Bill, le observó con una extraña mueca sádica en la cara. Le vio asentir y entonces dudó de sus palabras.

—Vamos. — Dijo Bill casi con prisa y salió dando grandes zancadas de la habitación.

Demasiado contento y abrumado por la atención que de un momento a otro Bill le dio, Tom, siguió a toda prisa a su hermano menor, apretando el paso al verlo tomar el sendero hacía el exterior de las tierras de sus abuelos, encaminándose al pueblo cercano donde vivían sus amigos. Pasó desapercibido que habían salido sin el permiso de los ancianos, pero creyendo ciegamente en Bill, se esperanzó porque pronto estuvieran de vuelta.

—Apúrate enano. — Presionó Bill a su hermano al notarlo un par de metros más atrás.

Éste corrió el tramo que le separaba de Bill y cuando lo alcanzó, se limitó a seguirlo sin decir una sola palabra, prediciendo el duro carácter que tenía su hermano.

Su mente divagó a los primeros siente años de su corta vida, donde Bill era su fiel compañero de nacimiento hacia los demás eventos afortunados y desafortunados según fuera el caso. Recordó que era él quien velaba por ambos cuando un Andreas pequeñito y tan rubio y amarillo como el sol, se esforzaba en hacer llorar a un Billy rubito y de escasos seis años que siempre buscaba refugiarse en él. Recordaba como su hermano lloriqueaba del terror por tales cuentos de miedo realmente patéticos, al igual del cómo debía mantener la luz encendida para que no tuviera pesadillas no importándole que quedara en vela toda la noche por la luz cegadora.

Pero ahora los papeles estaban invertidos. No supo en que momento las pesadillas de Bill habían salido de su cabeza para instalarse de manera mecánica en la suya. Aquellos sueños de terror, volviéndose tan reales que incluso sentía como le podían hacer un daño sobrenatural.

Las veces que Bill había corrido a su lado a despertarlo por las noches estaban muy frescas en su memoria, recordándole a cada instante que Bill jamás le había dejado solo en sus pesadillas a pesar de que últimamente había estado con una actitud bastante insana. Bill siempre había estado velando por él, incluso más tiempo del que él lo había hecho en un inicio, pues las bromas pesadas y los cuentos de terror de Andy solo habían durado lo que el rubio había aprendido a hablar con fluidez hasta que sus pesadillas comenzaron. Un tramo de tiempo, no más de dos o tres años. Sin embargo, Bill siempre le había protegido desde los siete años hasta la edad de los catorce recién llegados.

Tom también sabía que a pesar de que en algunas ocasiones Bill se comportara de una manera agresiva, como la vez que le soltó un par de bofetadas y le enterró las uñas en el cuello y la mandíbula, tenía la certeza de que lo último que quería era dañar a Tom, por lo que después de sus achaques bastante extraños, no era extraño verlo tan meloso con su hermano mayor.

Tan distraído estaba con la mirada clavada en la grava de la calle que no notó que su hermano menor se detuvo de un momento a otro y sin fijarse, chocó contra su espalda haciendo que Bill volteara y gruñera como un perro bravo dispuesto a atacar a una inocente presa. Tom se encogió en su lugar y quizás si tuviera un par de orejitas gatunas, estas hubieran caído de manera instantánea.

—¡¿Qué diablos pasa contigo?! ¿Qué no puedes fijarte por donde caminas, pedazo de enclenque? — Gritó Bill sin moderación. Tom quiso echarse a llorar, pero se detuvo en cuanto vio a sus amigos en la otra acera compartiendo palabrerío que por ahora no tenía sentido pues no escuchaba nada y solo veía sus labios rosados moverse. Las aletas de la nariz de Bill se movieron de una forma agresiva al ver que Tom estaba ignorándole. —¡Te estoy hablando!

Sin embargo, Tom se encontraba excitado viendo a sus dos viejos amigos tan iguales que siempre. Sin escuchar el griterío de su hermano, lo evadió pasando por su lado y alzando ambos brazos como gritando “auxilio” desde una isla desierta, les llamo. —¡Georg, Gustav!

Bill, molestó tomó el brazo de su hermano impidiendo que Tom siguiera caminando y lo apretó dolorosamente, hasta que el de rastas emitió un pequeño aullido de dolor. Tom miró a su hermano confundido y este soltó el agarre amenazándolo con la mirada. Tom se incomodó.

Ambos chicos al otro lado de la acera se emocionaron y casi chillaron de alegría en cuanto los vieron. Se acercaron con rapidez y en cuanto se plantaron frente a ellos, Tom no pudo evitar saltar a sus brazos y rodearlos con fuerza dándoles palabras de aliento como si fueran a pelear o algo parecido; bastante extasiado a comparación de Bill quien algo cortado solo levantó la mano agitándola de un lado a otro diciendo un ‘hola’ a secas.

—Hey chicos. Qué milagro que se aparezcan por aquí, hacía un par de años que no venían. Creíamos que nos habían olvidado. — Dijo Georg soltando a Tom y colocándose al lado de Gustav quien limpiaba sus gafas.

—Teníamos asuntos pendientes. —Dijo Tom cortando la posible conversación que de lleno, pondría de malas a Bill. Tom lo sabía.

—La verdad es que ni siquiera queríamos venir. — Habló Bill sorprendiendo a sus dos amigos. Ambos soltaron la carcajada y el menor de los gemelos frunció el ceño.

—¡Pero que siguen teniendo el pésimo sentido del humor que tanto nos agrada! — Dijo Georg nuevamente disolviendo la tensión que Tom podía fácilmente cortar con un par de tijeras para podar. — Vamos chicos. ¿Qué les trae por acá?

Tom decidido a no hablar sobre el homicidio de Andreas solo vaciló con la mano. —Teníamos que venir a ver a los abuelos, y a ustedes también, claro. Por cierto ¿Quieren ir a casa de la abuela? Hará galletas. O si quieren podemos pasar por un helado, aún recuerdo que el sabor favorito de Gustav era vainilla. ¡Por favor! — suplico Tom.

—Vaya, que yo recuerde, de los gemelos, la niña era Bill— Dijo Georg y rió codeando a Gustav— A que sí, Gus.

Gustav asintió y luego se acercó un poco a Bill mirándole fijamente. El pelinegro comenzaba a molestarse por la cercanía de su amigo, así que desvió su mirada. — Tienes un arete en la ceja.

—¡Es cierto! Pero… Diablos Bill, eso se ve mal. — Georg señaló la perforación en la ceja de Bill y todos dirigieron su mirada a ella, a excepción de Bill, quien rascó con fuerza la piel bajó el arete.

—Está infectado. —Dijo Gustav.

—Tengo mucha comezón. — Se encogió de hombros y siguió rascando.

Tom tragó saliva al notar lo mal que se veía aquello, pero de nuevo, decidió que era buena idea no decir nada. — Bueno, podremos curar eso al rato — Habló tratando de ocultar el nerviosismo. Carraspeó y se dirigió a sus amigos.— ¿Vienen o qué?

— — —

—¿Recuerdan como cazábamos a las ardillas que osaban a sabotear nuestra comida? ¡Deberíamos acampar de nuevo! — Chilló Gustav. Tom asintió emocionado.

Bill no se encontraba con ellos pues se había excusado un par de minutos diciendo que iba al baño a ver lo de su arete en la ceja, pero todos sabían que lo que menos quería el pelinegro era estar ahí presente, por lo que nadie dijo nada y le dejaron ir.

—Tenemos que hacerlo, acampar es divertido. — Rió Georg.

—¡Hagámoslo ahora! ¡Por favor! — Gritó Tom casi subiéndose a la mesa de la emoción.

—Tom. — Habló Dunja quien se había mantenido a una distancia prudente escuchando los chillidos excitados de los niños que volvían a reencontrarse. Tom bajó de la mesa al verse regañado. — Ahora no pueden hacerlo, ni Gustav ni Georg trajeron algo para hacerlo, así que será otro día. Además está próximo a llover.

—Cierto, mi mamá dijo que volviera antes de las seis. — Dijo Georg mirando el reloj en la pared de la cocina.

—Y creo que yo tengo sueño—. Murmuró Gustav tallándose los ojos mientras masticaba suavemente una galleta con chispas de sabores. —Ya es muy tarde. Georg, deberíamos irnos antes de que el sol se vaya.

—Sí, yo creo que es lo mejor, estamos lejos del pueblo. Vendremos mañana y entonces ya veremos cuando acamparemos y cazaremos ardillas intrusas. — Dijo llevando una galleta de chispas de chocolate a los labios, sosteniéndola entre estos para tomar con sus pequeñas manos, unas cuantas galletas más.

Dunja les sonrió a los chicos y se acercó a ellos abrazándolos suavemente para despedirlos.

—Salúdenme a sus padres y espero estén de acuerdo en mañana venir desde muy temprano para que puedan platicar con los gemelos. Necesitan de ustedes chicos. — Dunja guiñó el ojo a los dos chicos que se miraron entre ellos confundidos, pero aceptaron la invitación de la anciana.

Tom, por su parte, quería llorar, recordaba perfectamente que la última noche que estuvo con Andreas, éste le había prometido volver al día siguiente, más sin embargo, murió de manera extraña y terrible aquella noche no cumpliendo su promesa. Recordaba como habían jugado hasta el cansancio y como Tom había insistido en que se quedara con él. Pero Andreas no sabía lo que sucedería esa noche y él tampoco lo hacía, y si en su poder hubiera estado el saberlo, hubiera amarrado a Andy a las patas de su cama para que nunca se fuera.

—¡Tom! —Tom pegó un bote y Gustav rió con fuerza. Georg le palmeó el hombro. —Bill se fue, así que bueno, no nos despedimos de él no importa. Te vemos mañana pequeña niña.

El pequeño de rastas asintió y saltó de la silla siguiendo a sus dos amigos más grandes que él por un par de años y les observó perderse entre la hierba que llevaba al pueblo. Tom solo pudo cruzar los dedos  esperando que sus amigos llegaran a salvo a casa y pronto llegara la mañana siguiente trayendo consigo a sus dos amigos de regreso, tal y como lo habían prometido.

—Tomi, ve a descansar, yo me quedaré un momento más esperando a tu abuelo. — El pequeño niño asintió y corrió a abrazar a su abuela tan fuerte que casi lograba romper los débiles huesos de la anciana. —Basta, Tomi. Hasta mañana y para Bill también. —Beso la frente del pequeño rastudo y removió sus rubio cabello.

Tom acomodó su sudadera enorme, en torno a su cuerpo y caminó despacio saliendo de la casa y dirigiéndose hacia el establo que se encontraba solo a unos metros de la casa, lo suficientemente cerca y lejano a la vez.

Apenas cruzó la puerta, vio a su hermano quien estaba sentado en una posición bastante primitiva, de cuclillas sobre la cama y mantenía los ojos cerrados ligeramente, mientras que sus labios se movían de manera suave, que parecía susurrar las palabras al aire.

Tom se incomodó un poco al verle ahí, sentado sobre la cama y se asustó cuando le vio ponerse de pie de una manera un poco agresiva, como si fuera a atacar a alguien, y comenzó a quitarse la ropa casi con prisa manteniendo los ojos cerrados y murmurando algunas palabras sin sentido.

Ahogó un gemido cuando le vio completamente desnudo e intentó cerrar los ojos para no ver más piel de la debida en el cuerpo de su gemelo, pero Bill tomó las sábanas de su cama y cubrió su desnudes con ella mientras se tiraba al suelo y se metía debajo de la cama.

Tom le miró extrañado, pero, de nuevo, sabiendo el carácter de Bill y no sabiendo como podía reaccionar si preguntaba por su comportamiento anormal, se mantuvo callado y se echó sobre su cama abrazando su almohada suavemente.

Bill por su lado, estaba metido debajo de la cama, luchando con sus instintos y mirando como Tom se tapaba con un par de sabanas y cerraba sus ojos que al parecer cada vez se hacían más pesados e intentaba mantenerlos abiertos hasta que le fue completamente imposible.

Salió de su escondite y se abrazó a sí mismo, mirando como Tom comenzaba a respirar suavemente, comenzando a soñar, sin indicio aparente de alguna pesadilla.

Bill sabía lo que le pasaba, había buscado sobre ello en sus momentos de conciencia, mientras que nada podía moverlo como un títere, mientras que todos estaban sumidos en su ignorancia, Bill sabía que había algo dentro de él que estaba comiéndole y le estaba provocando; le estaba haciendo cometer pecados mortales, ninguno perdonable y estaba odiándose por ello, porque ni siquiera podía pedir ayuda, porque aquello podía más que él y porque sabía que el más afectado en todo sería su adorado hermano Tom.

Porque lo amaba, lo ama demasiado, estaba enamorado de él, sin embargo el no sabía el significado de esas palabras… Solo sabía que estaba siendo castigado.

Cuando su mirada se posó en el perfil perfecto e inocente de su hermano, comenzó a hiperventilar y supo entonces que de nuevo sucedería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario